Viaje y fusión en cada bocado: descubriendo Le Jardin Secret

Revolución del panorama gastronómico de Chueca con una fusión precisa entre técnicas ancestrales y sabores contemporáneos, ofreciendo una experiencia culinaria auténtica, cuidada y sorprendente

Miércoles 21 de Mayo de 2025

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En pleno corazón de Chueca, escondido tras la algarabía del barrio más vibrante de Madrid, se encuentra Le Jardin Secret, un restaurante que en poco más de medio año de vida apunta maneras para convertirse en un referente de la cocina asiática fusión en la capital. Su propuesta es clara: alejar al comensal del bullicio urbano y transportarlo —plato a plato— en un viaje sensorial por Asia, con paradas inesperadas y un enfoque tan personal como audaz. Lo que Sisi y Pei han creado no es solo un restaurante, es un pequeño refugio gastronómico con alma nómada y corazón castizo.

Antes siquiera de que llegue el primer plato, Le Jardin Secret conquista por la atmósfera: una cuidada estética minimalista, de inspiración natural, en la que cada detalle está pensado para invitar al sosiego. El local se divide en dos espacios: una zona más luminosa y expuesta a la calle —con un coqueto columpio que ya es protagonista de más de una foto— y un área interior más amplia, íntima y recogida, que hace honor al nombre del restaurante como si de un jardín escondido se tratara. A este entorno se suma la calidez del servicio: un equipo cercano, atento y dispuesto a guiar al comensal por la carta con recomendaciones precisas y conocimiento del producto. Una hospitalidad que no se improvisa y que marca la diferencia desde el primer momento.

La propuesta gastronómica huye de los tópicos y de la etiqueta fácil. No estamos ante un restaurante asiático al uso, sino ante una cocina de autor que bebe de técnicas ancestrales orientales para reinventarse con productos frescos, de temporada y de altísima calidad. La carta, sorprendentemente extensa, demuestra una ambición poco común: recorrer buena parte del mapa asiático con paradas que van desde reinterpretaciones de clásicos chinos hasta guiños a Japón, Tailandia o Corea, siempre desde una mirada creativa y personal. Las presentaciones son delicadas, coloristas, cuidadas hasta el último trazo: auténticas postales comestibles que ya desde el primer vistazo anticipan un viaje sensorial. Sisi y Pei van más allá de replicar recetas tradicionales, buscan reinterpretarlas, actualizarlas y ofrecer al comensal una experiencia tan sofisticada como accesible, con platos que cuentan historias más allá del paladar.

La carta de entrantes es amplia y variada, pensada para abrir el apetito con sabores frescos, fermentados, crujientes o reconfortantes. Desde el clásico edamame y el kimchi casero hasta ensaladas con alga wakame o el exótico hongo oreja de Judas con aguacate, pasando por los inevitables rollitos de primavera. A las ya mencionadas opciones vegetales se suman clásicos nipones como la sopa miso, el age tofu o las bolitas de takoyaki con pulpo y katsuobushi, junto a especialidades más especiadas como las samosas al curry, los rollitos de pato Pekín o los crujientes ebi fry —langostinos rebozados en panko—. Tampoco faltan los wantun crab rangoons, con un relleno sabroso de carne y marisco, o propuestas más originales como los rollitos de marisco envueltos en nido de arroz. Una sección diversa, colorida y pensada para compartir, ideal para quienes buscan explorar sin repetir. Sin embargo, si hay un plato que merece una mención especial, ese es el pollo yakitori. Estas brochetas, glaseadas con una salsa melosa y profunda, sorprenden por la jugosidad del pollo, el equilibrio de sabores y la cocción precisa. Un entrante que demuestra que, cuando se domina la técnica, la sencillez puede convertirse en virtud.

Entre los platos que figuran como "especialidades de la casa", Le Jardin Secret propone una serie de creaciones que combinan técnicas orientales con un claro guiño a la cocina urbana y contemporánea. Hay opciones como el huevo en su nido, cocinado a baja temperatura y servido con bacon y una potente salsa de soja casera que potencia el umami, o los buns Cuarto Menguante, un par de tiernos panecillos al vapor rellenos de cerdo, verduritas, huevo de codorniz y un toque picante suave que invita a seguir comiendo. Pero si hay una especialidad que sorprende por su audacia —y conquista por su sabor— es la burger "Luna Negra", servida en pan de tinta de calamar y con carne de black Angus jugosa, bien marcada y acompañada de queso fundido, lechuga, tomate y una salsa secreta de la casa que aporta carácter sin eclipsar el conjunto. El juego visual del pan negro no es solo un reclamo estético: es la puerta de entrada a una hamburguesa distinta, sabrosa y con identidad propia, que rompe con la idea preconcebida de lo que se espera en un restaurante asiático y, sin embargo, encaja perfectamente en esta carta híbrida y valiente.

Entre los platos más vistosos y pensados para compartir, "La Noria" se presenta como una excelente carta de bienvenida al universo de Le Jardin Secret. Esta estructura circular reúne en un solo nivel lo más reconocible de su cocina callejera con guiños internacionales: rollitos de primavera crujientes, tempura de verduras bien equilibrada, karaage de pollo al estilo coreano, alitas glaseadas y unas sorprendentes patatas fritas que funcionan como contrapunto salino. Todo ello acompañado por tres salsas.

Sin embargo, si hay algo que define la identidad gastronómica del local son, sin duda, las jaulas de dimsum. Su presentación es un espectáculo en sí misma: una estructura de dos niveles donde se apilan bocados al vapor, fritos o salteados, con un nivel técnico que sorprende. La Jaula A ofrece una selección más comedida, con buns esponjosos, gyozas vegetales y de pollo, y la ya célebre empanadilla estrella. Por su parte, la Jaula B amplía el recorrido con hakao de langostino de masa fina y jugosa, suimai con el sello del chef, gyozas de ternera, verduras y pollo, además de un delicioso dumpling de sepia con matices marinos. Cada pieza tiene su carácter, su textura propia, y denota una ejecución cuidada: masas que no se resecan, rellenos sabrosos, equilibrados, y un manejo del vapor digno de cocinas de mayor pretensión.

Lo cierto es que esta experiencia gastronómica solo roza la superficie de una carta tan extensa como ambiciosa. Quienes deseen profundizar más pueden pedir al centro o decantarse por especialidades concretas, ya que Le Jardin Secret propone una variedad difícil de encontrar reunida en un solo restaurante: desde una decena de opciones de gyozas y dumplings elaboradas a mano, hasta baos en múltiples versiones, noodles salteados al wok, distintos tipos de arroz jazmín con combinaciones orientales, e incluso varias recetas de ramen con base de pollo, miso, cerdo o kimchi. Una carta pensada para regresar más de una vez y seguir explorando.

Para cerrar la experiencia, la oferta de postres sigue esa línea de delicadeza y sabor cuidada que se percibe en toda la carta. Entre las propuestas, el coulant de chocolate con helado de vainilla se erige como el rey indiscutible: un pastel caliente con corazón fundido que contrasta maravillosamente con la cremosidad y frescura del helado, dejando un recuerdo dulce y memorable en el paladar. Además, encontramos clásicos bien resueltos como la suave tarta de queso con mermelada de frutos rojos o el tradicional tiramisú. Para quienes busquen algo más exótico, los mochis de mango, coco o cheesecake aportan texturas y sabores asiáticos que amplían el universo dulce de este jardín secreto. En definitiva, Le Jardin Secret no es solo un restaurante, es un refugio gastronómico donde la tradición asiática y la innovación se entrelazan para sorprender y enamorar, prometiendo que cada visita sea un viaje único e inolvidable en el corazón de Chueca.

Un artículo de Alberto Sanz Blanco
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