Variedades insignes versus singularidad

De un tiempo a esta parte, hay muchos vinos que se parecen entre sí, y para muchos consumidores, resulta un tanto aburrido

Javier Campo

Viernes 31 de Octubre de 2025

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Las Denominaciones de Origen de todo el mundo tienen muchas cosas en común, pero una de ellas, quizás la mas importante, es tener una variedad representativa de esta, aunque coexistan con otras. Las variedades autóctonas han ido ganando terreno a las foráneas que, aunque en muchos lugares las foráneas sean las de siempre porque históricamente, no han tenido cepas propias. Y esto no solo ocurre en Denominaciones de Origen en España sino que ocurre en todo el mundo.

Hagamos un repaso por el mapa internacional. Probablemente vinculemos muchas variedades a Francia y automáticamente nos viene a la cabeza la cabernet sauvignon en Burdeos, la chardonnay en Borgoña o la chenin blanc en el Valle del Loira. Sí, ya sé que nos dejamos muchas. Pero, como hemos dicho antes, muchas variedades están presentes en muchos rincones del planeta y aunque viniendo de otras zonas, se han adaptado tan bien, que se han convertido en representativas, pareciendo incluso propias. Uno de los casos más claros es la malbec en Argentina, la chardonnay en California, la sauvignon blanc en Nueva Zelanda, la syrah en Sudáfrica o la carmenere en Chile. Fijémonos que no hemos "salido" de las variedades francesas y hemos recorrido medio mundo.

Tenemos variedades vinculadas mentalmente por zonas geográficas. Albariño y treixadura para Rías Baixas. Riesling y gewürztraminer para Alemania. Tempranillo para Rioja. Sangiovese para Italia. Furmint para Hungría. Grüner vetliner para Austria. Rkatsiteli para Georgia. Palomino para España, y así podríamos seguir, añadiendo variedades y variaciones como ocurre con la riesling en Alsacia o la moscatel tan instaurada en muchos rincones del planeta y que muchos acuñan en Egipto.

Si nos quedamos aquí, enseguida ponemos nombre y apellidos a las cosas. Monastrell en Jumilla, garnacha blanca en Terra Alta, xarelo en Penedés, palomino en Jerez, mencía en el Bierzo o bobal en Utiel Requena, por poner solo algunos ejemplos. Pero esto está cambiando. Todo está cambiando.

Mientras en algunas regiones se están "matando" por recuperar variedades ancestrales y hacer un mapa genético de la cepa vinculándola al territorio que sea, otros deciden plantar y apostar por cepas que no tienen nada que ver con esa zona. Y esto es por varias razones.

En algunos casos, el cambio climático está obligando a trabajar con plantas más resistentes ya que, muchas veces la orografía no permite "subir" a más altura o a cambiar de zona. En otros casos, es que hay una sobreproducción o sobrerepetición (es un palabro que me he inventado) de vinos. Es decir, se hacen vinos que son muy parecidos entre sí. Entonces, la venta se la lleva el que mejor hace el marketing porque en muchos casos casi todo es más de lo mismo. Y esto aburre al consumidor inquieto. Entonces, se recurre a la "singularidad varietal". Y no tiene nada que ver con la tipicidad. Al contrario. Se busca usar una cepa diferente para diversificar y salirse del grueso repetitivo.

Y lo más puristas podrán decir, y con razón, que cada vino es distinto aunque se haga en la misma zona, con la misma uva, con el mismo clima, con la misma tierra. En definitiva, con el mismo todo, encontramos vinos diferentes. Pero eso lo percibimos no todos. Muchos consumidores siguen "viendo" el precio como elemento diferenciador y, esto aun prostituye más el mundo del vino. Y aquí estoy hablando del precio de bodega, no del precio del restaurante porque, se está perdiendo el norte en este sector.

Una riesling en Murcia, una montepulciano d'abruzzo en el sur de Tarragona o una palomino en Cantabria. Y podríamos seguir nombrando cosas que, aparentemente resultan inconcebibles para algunos, irreverentes para otros y genialidades para unos pocos. Pero no confundamos. Hacer un vino de harslevelu en Málaga o un vino de zinfandel en Huesca, no es sinónimo de que esté bueno o malo. Es solo sinónimo de que la creatividad aflora en algunos y la necesidad empuja a otros. Buscar la diferenciación de producto en un mercado masificado cada vez es más frecuente. Le ponemos la etiqueta de singular y con ello pretendemos despuntar delante de otros que prefieren ser más autóctonos, defendiendo la tipicidad y la representación amparada en un sello de procedencia.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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