Ruta de los viñedos olvidados: Galicia, mirando al Atlántico II

En el artículo anterior dejábamos atrás las fértiles tierras de la zona de Barbanza, avanzamos en esta "Ruta de los...

David Manso

Jueves 05 de Agosto de 2021

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En el artículo anterior dejábamos atrás las fértiles tierras de la zona de Barbanza, avanzamos en esta "Ruta de los viñedos olvidados" cambiando de zona de producción con la visita a la tercera de las IGP gallegas. El viaje por la costa se hace ameno disfrutando de las vistas, recorriendo los diferentes recovecos que ofrece esta parte del litoral gallego. Bordeo la Ría de Arousa hasta llegar a Villagarcía de Arousa. Pasada esta me adentro en la zona de Barrantes (Concello de Ribadumia), la cual da nombre a los vinos de Barrantes, unos vinos híbridos que pese a su histórica tradición aún no están regulados ni autorizada su venta, elaboraciones tradicionales de la variedad folla redonda, densas como la sangre que dejan a todo aquel que los prueba dos recuerdos; uno a su cata, y otro, un perpetuo e imborrable recuerdo si tienes la mala fortuna de mancharte con ellos.

Prosigo mi camino para llegar a la península del Morrazo, un bonito emplazamiento flanqueado por las rías de Pontevedra al norte y la de Vigo al sur. En Bodega Os Areeiros me espera Guillermo Martínez, propietario y a su vez Presidente de la IGP Ribeiras do Morrazo. Llego con la tarde ya avanzada, aparco la moto, y Guillermo me lleva a recorrer diferentes locales y un par de furanchos, lo que es salir a tomar unos vinos. Entre vinos y pinchos nos ponemos al día y preparamos la jornada del día siguiente. Un furancho, para los desconocedores, es un local (casa) donde sus propietarios venden su excedente de vino. El ambiente que se respira en estos concurridos locales emana tradición, pasión y cultura del vino.

Amanece un nuevo día. Pongo rumbo al Monasterio de San Juan de Poio. De camino paso por la salinas de Ulló en Vilaboa, un espacio natural que puede recorrerse a pie disfrutando de las vistas a la ría. Esta vez, la visita a un monasterio no solo es por esa importancia que tuvieron en tiempos pasados como  impulsores de la viticultura, sino porque en esta ocasión, además de la siempre recomendable visita de estos espacios religiosos, la tradición por elaborar vino se mantiene en activo. El Monasterio de Poio es a día de hoy viñedo y bodega perteneciendo a la IGP Ribeiras do Morrazo. Allí, los monjes elaboran vino tinto para las liturgias, para su propio consumo, y también una pequeña cantidad, en torno a los 3.500 litros de albariño que destinan a la venta. Una magnífica edificación que posee varias salas destinadas a museo con diferentes temáticas y que merece la pena conocer.

Monasterio de Poio

Para el resto del día pasaré de piloto a copiloto, recorro junto a Guillermo toda la península visitando diferentes puntos de interés cultural, descubriendo paisajes, disfrutando de la gastronomía, visitando alguna bodega más y sus viñedos. Vuelven otra vez la frescura y la acidez, unidos al carácter atlántico, como parte más destacable en los vinos del Morrazo. Por la tarde es momento de relajarse en la finca de Os Areeiros, la cual ofrece alojamiento rural como parte de la oferta de enoturismo, un buen lugar para disfrutar de la tranquilidad, recorrer sus viñedos, relajarse en la piscina con unas magníficas vistas. Una tarde para organizar el material de la ruta, cargar pilas tras una intensa semana de viaje y preparar la última jornada de la ruta.

Finca Os Areeiros

Madrugo ante un día final que me llevará hacia la IGP más oriental de Galicia. Val do Miño es de las cuatro visitadas la más antigua (1.987). Esta zona de producción se localiza en Orense, a apenas 15 km de la capital y está lindando con la D.O. Ribeiro, tanto que en la visita a Adega Terras Mancas comprobaré que un paso te puede situar en una u otra. Para no perder mucho tiempo viajo por autopista, la 1250 GS también se desenvuelve muy bien en este terreno como pude comprobar en la primera jornada. Llegado, Jorge Pereira de Terras Mancas será mi guía. Visitamos sus viñedos asentados sobre los bancales, vemos como avanza el trabajo de campo y la evolución de las distintas variedades, su trabajo en bodega para elaborar su único vino, del cual a mi regreso tras la ruta me llegan noticias de sus logros en el prestigioso Concours Mondial de Bruxelles. Tras la visita, y antes de la comida, me dirijo a conocer la termas del Miño, recorrer su margen izquierda entre viñas dirección Ourense por la OU-402 es una pasada, y el último de los monasterios que visitaré en la ruta, el de Oseira. Aun situándose a 40 km de distancia, los monjes volvieron otra vez a ejercer su influencia en el pasado en la viticultura de la zona. Conocedores de las técnicas y los mejores lugares para el cultivo, fueron bajando a lo largo del curso del río Oseira hasta toparse con el Miño. Tan buenas eran esas zonas que establecieron allá por el año 1.200 un contrato de arrendamiento a sus propietarios por esa y dos generaciones más, penalización incliuida. Terminadas la visitas y la conducción, toca disfruta de la gastronomía y vino de la zona. Regreso a Ourense, al restaurante O pazo de Canedo, donde un elaborado menú degustación con productos gallegos acompañado con el vino de Terras Mancas. Un coupage de cuatro variedades, complejo, intenso en aromas, con buena acidez y frescura, dos conceptos que nos han acompañado toda la ruta, trago amable de largo recorrido. Un muy buen vino que aguantó perfectamente toda la comida.

Adega Terras Mancas

Diez días de viaje, nueve de pura ruta vitivinícola, con bodegas, paisajes, tradición, cultura y gastronomía. Diez días para el recuerdo, para conocer, para descubrir en esta ruta de los viñedos olvidados. Conociendo a pequeños productores. Algo que esta ruta quería dar visibilidad era esto precisamente, ponerlos en el mapa, dar a conocer esas zonas de producción que no aparecen en las revistas del sector, ni en guías, ni en los libros de vinos. Pequeñas bodegas familiares en las que detrás hay personas que en la mayoría de los casos ponen su esfuerzo, dedicación, su tiempo libre (en la mayoría de los casos dependen de otras fuentes de ingresos) y pasión, mucha pasión por lo que hacen. Yo os lo cuento, pero ellos son los que hacen que los viñedos de esta ruta no sean olvidados.

David Manso
Licenciado en Marketing y apasionado del vino.
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