Conocer Galicia: Costa da Morte

Conocer Galicia: Costa da Morte

Francisco. [Redacción]

Jueves 07 de Mayo de 2009

Compártelo

Leído › 6285 veces

Indudablemente la pesca y el marisqueo suponen su soporte fundamental, siendo clave a nivel laboral ya que, directa o indirectamente, un amplio porcentaje de su población vive del trabajo que generan

Vistas de Cee (Costa da Morte)
Cee desde Corcubión
Siendo la zona más occidental de la península ibérica, A Costa da Morte entraña un litoral tan salvaje como bello donde emerge una idiosincrasia especial. De Muros a Fisterra, y de allí a Laracha, recorreremos un encrespado perfil de acantilados y montes, de belleza encantada, donde las almas laten en un trasfondo abstracto y de donde afloran al espectro sensible para ser oxigenadas por la brisa atlántica. Sus verdes prados y escarpadas montañas son acompañados de robles, eucaliptos, de la omnipresente retama, que tan pronto ayuda a condensar la tonalidad del verdor, como aporta contraste con un ámbar que eclosiona ampliamente a la llamada de la primavera. Su clima, de precipitaciones regulares y humedad constante, es vital y contribuye de manera esencial a la riqueza de la flora y fauna de una zona donde la naturaleza es eje económico y espiritual.

Este clima tan característico aporta unas condiciones óptimas para la proliferación de cultivos, ya sean de minifundio o mayores haciendas entre las que empiezan a despuntar cooperativas de Agricultura Ecológica. Asimismo enriquece sus suelos y pastos haciéndolos especialmente fértiles y produciendo con calidad propia una extensa gama de hortalizas, tubérculos, cereales…, ingredientes responsables de las bondades propias de su gastronomía. La idoneidad de sus pastos asegura además el sustento de la ganadería, otro de sus sectores clave, produciendo leche a gran escala, sin olvidarnos de la calidad genuina de la carne de Ternera Gallega. Estos sectores gozan de gran trascendencia en la economía de la Costa da Morte pero indudablemente la pesca y el marisqueo suponen su soporte fundamental, siendo clave a nivel laboral ya que, directa o indirectamente, un amplio porcentaje de su población vive del trabajo que generan.

En su costa baten las frías aguas; en su encono de espuma y sal avisan de donde se está cuando los sentidos se ven presos de ella. Más allá crecen los árboles y las montañas, bordeadas por los viales que comunican aquí y allá sus villas marineras, donde descansan los pescadores y comerciantes para poder salir al duro jornal que con la aurora comienzan, antes de que los niños apuren su último sueño y salgan a las calles respirando vida y exhalando el porvenir de la tierra costera que los vio aparecer.

Allí donde emerge su nombre se levanta un faro, un pálido fulgor en reposo que de los gritos del pasado arraiga y de las naves recaladas late. Es el Cabo Fisterra nuestro último paso, el fin del camino. A su torre llega una mirada, donde abisma el firmamento, claro y definitivo, una mirada alejada, pero que te toca si te paras en una peña, y haciéndose sima ésta, te traga para ilimitar tu presencia. Sólo basta un pestañeo para volver sobre ti, y ahora estás, ahora recibes el guiño del resplandor que respira entrañado en el Faro de Fisterra.

Regresas, pero el asfalto no puede, sólo los árboles te sitúan, sólo ahora vuelves a tu ser, y te giras, pero el mar sigue y no te deja olvidar este momento y su espacio eterno. Ahora los gritos parecen acercarse. Abajo, entre el verde, ves un pétreo paraje de cubos, formando una asimetría mortuoria que ensalza un nombre y una historia. Continúas con el eco místico hasta el pueblo, con su lonja, con su puerto lleno de embarcaciones y de marineros. Das otro paso, te adentras en sus zonas boscosas, entre pinos y retama, pero el mar flota en el éter perpetuado en el seno de Fisterra. Ahora orillamos la playa del Rostro, arenal que devuelve la mirada nunca extraviada, antes de cruzar a la vasta Langosteira, entre sus aguas, pinos y arena alcanzas Estorde, donde repondremos fuerzas gozando de los mejores mariscos que se puedan degustar. {xtypo_quote_right}Enfilamos la vecina Villa de Cee, uno de los principales centros económicos de la Costa da Morte que, aun careciendo, en gran medida, del descomunal volumen de actividad pesquera de villas cercanas como Fisterra, Muxía o Lira, representa un paradigma de evolución en la zona. {/xtypo_quote_right}

Obnubilados por la inmanente miscelánea de esta vigorosa costa, el azul y el obicuo polvo granítico nos impelen a reanudar la marcha. Entre playas, muelles y faros llegaremos a Corcubión; en Quenxe avanzaremos por el paseo bordeando la ría. Enfilamos la vecina Villa de Cee, uno de los principales centros económicos de la Costa da Morte que, aun careciendo, en gran medida, del descomunal volumen de actividad pesquera de villas cercanas como Fisterra, Muxía o Lira, representa un paradigma de evolución en la zona. Hospital Comarcal, mercados, centro comercial, salas de cine, profusión de comercios y locales de hostelería donde no faltan los pubs, cafés temáticos y vinotecas. Su Casco Histórico y amplias zonas ajardinadas y de recreo vienen a complementar en Cee la que es considerada virtualmente como capital de A costa Da Morte.

Ahora nos asalta la duda: visitar varios prodigios de la naturaleza como son la Cascada del Ezaro, fascinante enclave donde desembocan las aguas del río Xallas, o el Monte Pindo, macizo que con, A Moa, ostenta el pico más alto de la Costa da Morte, para continuar hacia el sur acercándonos a las Rías Baixas, pudiendo caminar a la orilla de la playa de Carnota, la playa más larga de Galicia y una de las más largas de Europa, o visitar sus inmensos hórreos y algunos vestigios históricos del antiguo Reino Celta; o bien avanzar sinuosamente por las Rías Altas y en Muxía contemplar, bajo el influjo marítimo, la majestuosidad del Santuario da Virxe da Barca, o dejarnos transportar a la Edad Media en Vimianzo, con su castillo, iglesias y dólmenes. También encontraremos monumentos medievales y prehistóricos en Malpica o Carballo, y en Camariñas aprenderemos el arte del afamado Encaixe de Bolillos. En Laxe y Corme el trasiego de pescadores y pescaderos es constante y no cejan en sus arduas labores hasta bien llegado el ocaso. Así de sus playas hasta Caión, y aún más allá, apuraremos este sobrio litoral para girar sobre si, y desandando, volver a todos aquellos sitios que, durante esta peregrinación por la Costa da Morte no parece que hallamos dejado en ningún momento: Volver a Cee o Carnota, al Monte Pindo, al castillo de los Moscoso o al Santuario da Virxe da Barca, y si acabar…, que sea en esa imperceptible sima, en esa en la que sólo te adentras si subes a una peña del Cabo Fisterra y miras al último horizonte a los ojos.

Las palabras no bastan para sentir la Costa da Morte. Ellas son fruto de la experiencia y del hechizo del que eres objeto cuando vives en ella, habilitándote así a su descripción, a su indefectible atracción. Hay que surcarla bañándose en sus aguas, hay que respirar sus villas marineras, conocer sus monumentos, recorrer sus senderos acompañados por la espesura boscosa, sólo así seremos imbuidos por un mundo especial donde la costa es la esencia de la vida allí profesa.


Ver mapa más grande
¿Te gustó el artículo? Compártelo

Leído › 6285 veces

Tendencias

Más Tendencias