¿Dónde se hace el buen vino?

Los tres factores naturales que dan origen al vino de calidad

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"El buen vino se hace en la viña" es una expresión que estamos acostumbrados a oir cuando hablamos con viticultores, conocedores de que el origen de la calidad radica en la materia prima.

El tipo de suelo, el clima y los cuidados proporcionados a las uvas ejercen una profunda influencia en la naturaleza y la calidad del vino final, y tanto es así que no hay dos viñedos que sean capaces de producir vinos exactamente iguales, aunque las fincas estén juntas.

Conseguir que las condiciones del viñedo sean las adecuadas será el primer paso que habrá que dar para elaborar un vino realmente bueno.

Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que la singularidad del viñedo determinarán indefectiblemente la calidad del vino.

Cada viñedo cuenta con un conjunto único de factores naturales que en su globalidad recibe el nombre de terruño.

Entre estos factores se encuentran el tipo de suelo, el clima, la capacidad de drenaje del terreno, su altitud o el hecho de que el viñedo se halle en pendiente, es decir, en la ladera de una colina.

Todos estos factores determinarán los tipos de uva que puedan cultivarse y lo bien que éstos se desarrollen de un año para otro.

Un productor experimentado sabrá todo lo que es conveniente hacer en el viñedo para aprovechar al máximo las condiciones naturales del mismo, y llevará a cabo la debida planificación en previsión de posibles momentos del año en los que estas condiciones no resulten tan favorables.

Veamos cuáles son los recursos naturales de partida con los que debe contar una propiedad para producir buenos vinos.

Las plantas mejor situadas dan mejores vinos

En algunas regiones con larga tradición vinícola el emplazamiento de los distintos viñedos se decidió hace varias generaciones, por lo general con una gran sentido común, además de pericia y perspicacia.

En los países donde la viticultura es una práctica más reciente existen algunos factores que cualquiera que desee plantar un nuevo viñedo o una nueva variedad de uva deberá considerar, como cuánta luz directa recibirán las cepas (exposición al sol) y a qué hora del día. La falta de luz del sol puede provocar que las uvas no maduren correctamente.

La inclinación y el drenaje del terreno tienen también una importancia crucial, ya que los viñedos en pendiente suelen estar mejor drenados y menos expuestos a las heladas durante la primavera, mientras que la acción de la erosión en este tipo de suelos es bastante mayor.

La accesibilidad al viñedo también pueden ser un 'handicap' en la producción del vino, ya que afectará a la facilidad con la que se puedan cultivar y vendimiar las uvas.

El clima cambia a las personas... y a los vinos

Las uvas necesitan calor y un nivel adecuado de humedad para dar de sí todo su potencial y producir buenos vinos.

El clima quizá sea el factor más determinante de los que intervienen en la producción de vinos.

Esto explicaría por qué una misma variedad de uva da vinos que saben de forma distinta según la región del mundo en la que se han elaborado; y por qué el año de la cosecha importa tanto en los vinos de cada región.

Suelo, el carácter del vino

El tipo de suelo tiene una profunda incidencia en el vino. Los vinos gallegos, como el Albariño Condes de Albarei, presentan su complejidad aromática gracias a los suelos graníticos y arenosos, mientras que un rieslings alemán del Mosela presentan ese sabor tan característico debido a los suelos pizarrosos que tanto abundan en esa región.

Muchos productores argumentan que las uvas prefieren los terrenos menos fértiles, donde tienen que realizar un gran esfuerzo para sobrevivir (de ahí que haya zonas poco adecuadas para muchos cultivos que son idóneas para la viticultura).

La textura y la capacidad de drenaje del terreno, junto con el tipo de suelo, tendrán su incidencia en el desarrollo de las cepas. Muchos de los mejores vinos del mundo tienen su origen en suelos capaces de absorber tanto el calor como el agua.

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