Nanclares, una bodega con esencias de mar

Con Bodegas Nanclares vuelve el bocho a los viñedos de Cambados

Alberto Nanclares

Miércoles 07 de Diciembre de 2011

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Con Bodegas Nanclares vuelve el bocho a los viñedos de Cambados

Alberto Nanclares

"Llaman bocho aquel moho o casi hierbecilla que se cría sobre las peñas que baña el mar, y el cual recogen en cestos para hacer estiércol". Esto ya lo decía Martín Sarmiento (1746-1770) en su Colección de voces y frases de la lengua gallega.

Ya hace tres siglos conocían nuestros antepasados las virtudes que tenían las algas para abonar sus campos. Tal vez la comodidad de los abonos químicos ha hecho que esta práctica esté prácticamente en desuso, cambiando compost y algas por abonos químicos con alto contenido en nitrógeno fácilmente asimilable y que están provocando una viticultura orientada a altas producciones de uvas de una calidad cuanto menos cuestionable y que expresan muy difícilmente el terruño del que provienen.

Las algas liberan más lentamente el nitrógeno y cuentan con otros componentes como oligoelementos, minerales y agentes antibacterianos y antifúngicos

Por el contrario, las algas liberan más lentamente el nitrógeno y cuentan con otros componentes como oligoelementos, minerales y agentes antibacterianos y antifúngicos.

Conscientes de ello, Bodegas Nanclares decidió apostar por las algas, tan abundantes a escasos metros de sus viñedos, junto a la Ría de Arousa.

Había que tomar la decisión sobre si se utilizaban las algas directamente sobre la tierra o se compostaban junto con el bagazo, escobajo y otros restos de la bodega, y optaron por el compost.

"Ya hace años que sólo utilizamos compost elaborado por nosotros para abonar los frutales y los resultados son magníficos. ¿Por qué no hacerlo a más escala y utilizarlo como abono en los viñedos?" se planteaba Alberto Nanclares.

El proceso de compostaje consiste en la degradación biológica de diversos materiales vegetales (por la actuación de lombrices, insectos y una gran variedad de microorganismos) y su transformación en un humus lleno de vida que además de aportar nutrientes a nuestros campos va a aportar una gran cantidad de microorganismos que va a mejorar la biodiversidad y el equilibrio del ecosistema.

Dichos microorganismos interactúan con las viñas a través de sus raíces y las ayudan (junto a las micorrizas) a extraer del suelo nutrientes y minerales que por si solas no podrían. De este modo van a fomentar unas plantas más sanas y con mayor capacidad de extraer los minerales del suelo, y cuyas uvas van a expresar mejor el carácter del suelo.

Para elaborar el montón de compost contaban con los restos de la bodega (escobajo, bagazo,...), además de los restos del jardín (ortigas, restos de poda triturados, hierba cortada,…), restos vegetales en crudo de la cocina, ceniza de la lareira, etc. y un poco de abono orgánico de caballo como activador. Todos ellos materiales de calidad para compostar y con distinta relación carbono-nitrógeno.

Se buscó el sitio idóneo para preparar el montón que tendría unos dos metros de ancho y metro y medio de alto. Se fueron poniendo capas, empezando por el escobajo para que permitiera una buena aireación. Cuando ya estaban depositados todo el resto de materiales, sólo faltaban las algas.

Unos días de temporal trajeron a la orilla de la Ría de Arousa una buena cantidad de algas, principalmente bocho (fucus vesiculosus) que tiene unas propiedades medicinales increíbles, utilizándose habitualmente en Japón. Debe sus propiedades a varios principios activos: ácido algínico, otros mucílagos: la fucoidina, la laminarina y diversos carotenoides (factores provitamínicos). Tiene aceites esenciales y vitaminas A, B1, C, E y pequeñas cantidades de B12; sales minerales, especialmente iodo, potasio, bromo, sodio, magnesio, hierro, manganeso, cloro, fósforo, fucosa, azufre y silicio; proteínas y lípidos.

Tras una semana extendida para el lavado del salitre era el momento de ponerla en el montón de compost. Finalmente sólo quedaba cubrir el montón con una pequeña capa de tierra. Del riego entre las diversas capas se encargó el cielo que obsequio con unos cuantos aguaceros.

A los pocos días, la temperatura del montón había subido a 68º, señal que el proceso iba muy bien y que ya estaba en la fase termófila, en la que se higieniza el compost, destruyéndose gérmenes patógenos y semillas de malas hierbas.

"Tras cuatro o cinco meses (y dos volteos) será el momento de analizar el compost resultante y esparcirlo en superficie por nuestros viñedos y esperar que los millones de microorganismos ayuden a nuestras viñas a estar más fuertes y sanas y producir unas uvas que expresen mejor nuestro terruño", según indicaba Alberto Nanclares.

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