El debate sobre la irrigación divide a los viñedos franceses ante el avance de la sequía y el cambio climático

Productores y expertos analizan la necesidad de flexibilizar el riego para asegurar la viabilidad y calidad del vino

Martes 24 de Junio de 2025

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French vineyards face growing pressure to adapt irrigation rules as climate change intensifies drought and threatens wine production

El uso de la irrigación en los viñedos franceses se encuentra en el centro del debate entre viticultores, técnicos y autoridades. Según datos recientes, algo más del 20% del viñedo francés utiliza sistemas de riego. La normativa actual permite regar las vides jóvenes, conocidas como plantiers, y también el resto de las plantas entre el 15 de septiembre y el 1 de mayo. Esto implica que no se puede regar durante los meses en los que la demanda de agua es más alta, lo que genera preocupación entre los productores.

Para producir un litro de mosto se necesitan entre 250 y 350 litros de agua. De esa cantidad, el 98% se pierde por evaporación. Algunas variedades de uva soportan mejor la sequía que otras, y el portainjerto juega un papel importante en la capacidad de la planta para resistir la falta de agua. Cuando la vid sufre estrés hídrico, reduce su crecimiento y produce menos hojas y menos frutos.

En las zonas más secas, los viticultores suelen reducir el número de brotes para obtener menos racimos pero con mayor calidad. Sin embargo, surge una pregunta clave: ¿a partir de qué rendimiento deja de ser rentable un viñedo? En regiones como los Pirineos Orientales, producir menos de 30 hectolitros por hectárea no permite a los productores obtener ingresos suficientes.

La irrigación aparece como una solución práctica para evitar la muerte de las plantas en periodos de calor extremo y prolongado. En países como España, Estados Unidos o Argentina, el riego es una práctica habitual. En Francia, sin embargo, su uso sigue siendo limitado y sujeto a debate. Los expertos señalan que no existe otra alternativa real para mantener vivas las vides cuando las temperaturas suben demasiado.

La cantidad de azúcar que puede acumular una baya está limitada por su genética. Cuando se supera cierto nivel, el aumento del grado alcohólico ya no depende del azúcar sino de la concentración por evaporación del agua. Por eso algunos investigadores trabajan en el desarrollo de variedades mejor adaptadas a estas condiciones.

En las denominaciones de origen (AOC), el objetivo es mantener rendimientos entre 40 y 60 hectolitros por hectárea para asegurar la viabilidad económica y la continuidad del cultivo. El riego ayuda a mantener estos niveles frente a las sequías. Si la vid sufre estrés hídrico durante mucho tiempo, deja de producir ácidos orgánicos, aumenta el pH, se pierden aromas y disminuye la calidad del vino.

El riego no incrementa necesariamente el rendimiento total, pero sí garantiza una producción mínima con uvas sanas y evita que los racimos se sequen o pasifiquen en exceso. Además, permite obtener vinos con menor graduación alcohólica y mayor frescura, algo cada vez más demandado por los consumidores.

El uso racional del agua es fundamental porque se trata de un recurso limitado. En proyectos recientes como el iniciado en 2023 en la zona sur de Côtes-du-Rhône, cerca de Chusclan, solo se permite regar entre 800 y 1000 metros cúbicos por hectárea al año. La autorización depende directamente de la prefectura local y está muy controlada.

Algunos técnicos trabajan en sistemas de alerta para ayudar a los viticultores a decidir cuándo regar y cuánta agua aplicar. Recomiendan aportar agua sobre todo en las raíces superficiales, donde resulta más eficaz. El sistema radicular principal suele encontrarse entre 40 y 80 centímetros bajo tierra; ahí es donde las raíces absorben mejor el agua.

Actualmente una comisión del INAO estudia posibles cambios en la normativa para permitir un uso más flexible pero controlado del riego según las necesidades reales del viñedo. La propuesta consiste en autorizar cantidades limitadas por hectárea bajo supervisión oficial.

Algunos temen que el riego pueda modificar el carácter del terroir o afectar al perfil tradicional de los vinos franceses. Sin embargo, los especialistas recuerdan que el clima tiene un peso mayor que el suelo en la evolución del vino final. Sin agua suficiente no es posible mantener ni siquiera los mejores viñedos.

La situación actual obliga a buscar soluciones prácticas para garantizar tanto la supervivencia del viñedo como la calidad y rentabilidad futura del sector vitivinícola francés ante el cambio climático.

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