Viernes 12 de Diciembre de 2025
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El enoturismo se ha consolidado como una pieza básica para la economía del vino y para la supervivencia de muchas zonas rurales. Así lo recoge el Global Wine Tourism Report 2025, elaborado por la Hochschule Geisenheim University junto a la OIV y UN Tourism, que señala que el 60% de las bodegas considera que la actividad turística tiene un impacto importante o muy importante en las economías locales. Más allá de los ingresos directos, la llegada de visitantes impulsa el empleo, sostiene a pequeños productores y contribuye a mantener la cultura vitivinícola en territorios donde el vino forma parte de la vida cotidiana. En numerosos casos, el visitante se ha convertido en el principal cliente de la bodega.
La mayoría de las bodegas del mundo ya ha incorporado el enoturismo a su actividad. Según el informe, el 88% ofrece algún tipo de experiencia turística y las que todavía no lo hacen prevén hacerlo a corto plazo. El vino ha pasado de ser solo un producto a convertirse en una vivencia que incluye catas, recorridos por las instalaciones y paseos por los viñedos, a menudo acompañados de gastronomía local y contacto directo con los elaboradores. El turista del vino no busca únicamente botellas, sino conocer el lugar, su historia y a las personas que están detrás de cada etiqueta.
El perfil del visitante es amplio, aunque presenta rasgos claros. Cada bodega recibe de media unos 1.500 visitantes al año y el 65% procede del propio país. El grupo de entre 25 y 44 años gana peso, atraído por el aprendizaje, la experiencia y la posibilidad de compartirla en redes sociales, mientras que las personas de entre 45 y 65 años siguen siendo mayoritarias y concentran el 82% de las visitas a nivel internacional.
Esta distribución por edades abre oportunidades y también problemas para el sector. Solo el 2% de los visitantes es menor de 25 años, lo que obliga a las bodegas a pensar cómo conectar con un público joven que se acerca al vino como parte de un estilo de vida ligado a la cultura, la sostenibilidad y el ocio. Adaptar los formatos, los mensajes y las experiencias se ha convertido en una cuestión básica para garantizar el relevo generacional.
Desde el punto de vista económico, el enoturismo ofrece resultados sólidos. El 65% de las bodegas considera que su actividad turística es rentable o muy rentable. Además de generar ingresos estables, refuerza la marca y acerca al consumidor al origen del vino. En las pequeñas bodegas, el turismo puede suponer hasta el 28% de la facturación total, frente al 17% de las empresas de mayor tamaño, lo que convierte la recepción de visitantes en un elemento fundamental para los proyectos familiares y artesanales.
Las previsiones apuntan a una expansión de esta actividad. El 73% de las bodegas planea ampliar su oferta turística en los próximos años. El sector se encuentra ante problemas como la reducción del consumo, las presiones económicas, los cambios en las preferencias de los jóvenes, las dificultades de transporte y accesibilidad o los efectos del clima y de las políticas de salud pública, pero el enoturismo aparece como una vía para diversificar ingresos y sostener la actividad.
Las tendencias actuales giran en torno a la autenticidad, la personalización y la sostenibilidad. Las bodegas apuestan por propuestas que refuercen el vínculo con la naturaleza, promuevan prácticas responsables y utilicen las redes sociales como herramienta de comunicación. El visitante quiere sentirse parte del lugar y no un espectador. Beber vino allí donde se produce transforma la visita en una experiencia ligada al territorio, a la memoria y a las relaciones humanas.
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