La Cultura de mínimos en la que se están instalando algunos hosteleros de nuestro país

Señores no todo vale. Cuando voy a ofrecerle mis servicios y mi catálogo a un hostelero, y ante mis precios...

Jueves 30 de Enero de 2014

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Señores no todo vale. Cuando voy a ofrecerle mis servicios y mi catálogo a un hostelero, y ante mis precios y mi oferta me dice que escoge un vino más barato que cualquiera de los míos porque nadie se queja de la calidad que ofrece, y esto lamentablemente ya lo oigo casi todos los días, me dan ganas de publicar a los cuatro vientos su nombre y el de su establecimiento, para que todos sepamos la falta de respeto de ese empresario para con sus clientes, precisamente aquellos que suponen su fuente de ingresos, aquellos que tienen que ayudarle a sacar las castañas del fuego. Esto, en mi opinión, se llama miopía empresarial y constituye un grave error en la política de ventas de cualquier profesional.

El esfuerzo, que como consumidores, realizamos al entrar en un establecimiento se merece todo el respeto por parte del hostelero. No debe olvidar que vamos a pasar allí unos minutos en la esperanza de que nos atiendan y lo hagan bien. Con una sonrisa, por muy gris que esté el día, en un entorno limpio y ordenado, en cantidad y calidad.

Parece que la nueva estrategia de ahorro de costes por parte del hostelero coloca, el servicio al cliente, en el punto justo donde éste empezaría a quejarse, por ello démosle una gamba que todavía no se haya podrido o un trozo de pan con el que no se le vaya a romper el diente.

La crisis la estamos sufriendo todos en este país, pero no todos respondemos a ella de la misma manera. Apretar al cliente que entra en tu establecimiento, para sacarle los ojos es una estrategia como consumidor me ofende, aunque como competidor me encanta porque al hacer yo todo lo contrario pienso que aquel que ha sido “menospreciado” en el local de enfrente, la próxima vez escogerá el mío donde le estaremos esperando con una sonrisa de oreja a oreja y el firme propósito de superar todo lo posible sus expectativas.

Lo peor es que cuando nos instalamos en la cultura del mínimo, casi todo vale. Da igual el entorno o el con quién, al final replicamos en nuestro día a día el modelo de comportamiento, la falta de actitud, de valores y de respeto al ciudadano que le estamos reprochando duramente a nuestros personajes públicos. Señores, donde las dan, las toman…

Si quieres profundizar un poco más en situaciones como esta te invito a visitar mi artículo en el blog de Vinos con Medalla del pasado día 27.

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