¿Es correcto regalar vino?

Seguro que alguna vez se han hecho ustedes esta pregunta: ¿es correcto llevar a una cena en casa de unos amigos unas botellas de vino? Ya saben, eso tan frecuente, sobre todo hace unos años de 'veníos a cenar el viernes. Vale, yo pongo el vino...'

Redacción

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Antes de entrar en correcciones o conveniencias, digamos que quien ofrece el vino demuestra, para empezar, su buena intención, su deseo de participar y sus ganas de agradar. Todo ello, incluyendo las botellas, es muy de agradecer. Pero eso no implica, en absoluto, que ése sea el vino que va a beberse en la cena.

Si usted convida a unos amigos a cenar en su casa, la cena es de su absoluta responsabilidad, hasta el mínimo detalle. Usted será quien planifique el menú, quien vaya a su proveedor favorito a adquirir sus componentes, quien los cocine y, naturalmente, quien se encargue de seleccionar el o los vinos correspondientes. Es, repito, su responsabilidad.

Y el vino es una parte muy importante de la cena. No puede dejarse al azar, ni para el último momento. Debe estar en perfectas condiciones, a la temperatura correcta, decantado y aireado si así lo requiere. Cosas que no se hacen en dos minutos.

Entonces, y con la mejor voluntad, uno de sus invitados se presenta con unas botellas de vino. Se le agradece, y de verdad: ha pensado en la ocasión de la reunión, ha puesto interés en seleccionar un buen vino...

Hasta aquí, bien; pero ese vino se entiende como un regalo, no como algo que hay que consumir obligatoriamente en ese momento. Aquí la pregunta es distinta: ¿Es correcto regalar vino?. Y la respuesta es contundente: por supuesto.

Supongamos, sin embargo, que el invitado sabe lo que va a cocinar su anfitrión. No es el caso de "¿os venís a cenar el sábado?", sino el de "el sábado voy a hacer tal plato para la cena: ¿os apetece venir?". En este caso, sí que es posible acertar. Naturalmente, debe advertirse al aceptar la invitación: "Estupendo. Justo tengo el vino perfecto para ese plato". Y si no lo tiene, va y lo compra.

O sea: el anfitrión debe saber que usted va a llevar el vino adecuado. Bien; pero no es suficiente. Llévelo usted en condiciones de ser abierto al llegar. Es decir, procure que llegue a una temperatura adecuada para el consumo, para lo cual el vino procederá, si así lo requiere, de su frigorífico.

No digo nada de la posible decantación, porque esa operación puede hacerse mientras se toman los aperitivos, y será raro que un vino de los de ahora necesite muy largo tiempo de aireación. Fueron otros tiempos.

En resumen: si va a llevar usted un vino "para cenar", hágalo siempre que juegue sobre seguro. Si no es así, lleve usted un vino "de regalo". Quedará muy bien, y no hay quien no se alegre de recibir unas buenas botellas. Quién sabe, a lo mejor las reserva para otro encuentro posterior.

Hablamos, claro, de casas particulares. Todavía no he visto, en un restaurante, a nadie que proponga dividir la factura en "líquidos" y "sólidos", aunque no veo por qué no podría hacerse.

En España tampoco se lleva ir al restaurante con el vino puesto, aunque hay lugares en los que se permite que el comensal lleve su vino y se le cobra una discreta (o no) cantidad por descorche y servicio. Aquí no es costumbre, como tampoco lo es llevarse a casa la media botella que ha sobrado: no cuajó, pese a que hubo casas que facilitaban unas elegantes bolsas ad hoc.

Por cierto: en una ocasión gloriosa, cuando todos éramos más ricos, en el restaurante de mi amigo Dino Rossi, él y yo nos beneficiamos de la excelentísima media botella ¡de Pétrus! que se había dejado un cliente.

Pero yo creo que lo de llevar el vino al restaurante o llevarse de él el vino pagado y sobrante es algo que pega mal con la idiosincrasia del español, siempre tan preocupado del "qué dirán".

En cuanto al vino en casa de un amigo... ignoro si protocolariamente es de recibo, o está bien visto; pero a mí, con todos los matices expuestos más arriba, me parece tan adecuado y elegante como el clásico ramo de flores y, desde luego, mucho más oportuno que aparecer con un postre.

Dicho todo esto, quede claro que si, a pesar de ignorar usted lo que yo había preparado para cenar, se presenta usted en mi casa con una botella de Romanée-Conti, procederé encantado a cambiar de plan sobre la marcha, congelar lo ya hecho y preparar, en un pispás, unos simples y sabrosos confits de pato que sacaré del "fondo de despensa" que uno debe tener siempre en estado de revista.

Hasta ahí podíamos llegar, hombre: a tal generosidad no es posible contestar con el egoísmo de guardarse esa joya. Quien se la ha regalado entiende de vino; y los grandes vinos están hechos para beberlos con quienes saben disfrutarlos.

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