Lunes 24 de Noviembre de 2025
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Este 24 de noviembre, Argentina vuelve a alzar la copa para celebrar el Día del Vino Argentino, una fecha que reconoce oficialmente a esta bebida como parte esencial de la identidad nacional. Desde 2013, gracias a la Ley N.º 26.870, el vino ostenta el título de Bebida Nacional, un reconocimiento único en el mundo.
Mientras otros países asocian su cultura a bebidas emblemáticas —como México al tequila o Francia al champagne— ninguno cuenta con una declaración legal que eleve a una bebida al rango de símbolo nacional. Argentina, tierra de viñedos y paisajes imponentes, sí lo hizo.
Un legado que nació en el siglo XVILa historia del vino argentino comenzó en 1556, cuando los primeros cultivos de vid se plantaron en Santiago del Estero. Durante siglos, la producción se mantuvo artesanal y de pequeña escala, centrada en abastecer a las poblaciones locales.
El cambio profundo llegó en 1853, cuando Domingo Faustino Sarmiento impulsó políticas para profesionalizar la actividad vitivinícola, sentando las bases de una industria que luego sería clave en la economía del país.
Hacia fines del siglo XIX, la llegada masiva de inmigrantes europeos —sobre todo españoles e italianos— multiplicó las bodegas y consolidó una cultura del vino que pronto formó parte del día a día argentino.
Aunque el país llegó a tener uno de los consumos per cápita más altos del mundo, las sucesivas crisis económicas provocaron retrocesos y caída en el consumo interno.
El verdadero renacimiento comenzó a fines de los años 90, cuando un puñado de bodegas apostó por la calidad y la innovación tecnológica. Nacía así la revolución que posicionaría al Malbec como la variedad insignia del país y abriría las puertas a la exportación global.
La llegada de inversiones, la profesionalización de los enólogos y el surgimiento de miles de nuevas etiquetas consolidaron a Argentina como uno de los actores más respetados del vino a nivel internacional.
Más allá de estadísticas y mercados, el vino ocupa un lugar privilegiado en la cultura cotidiana: está en la mesa familiar, en los asados, en los cumpleaños y en los encuentros improvisados con amigos. Es parte del paisaje emocional del país.
El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) garantiza estándares de calidad que permiten que el consumidor encuentre vinos excelentes en todos los rangos de precio, democratizando el acceso y sosteniendo la tradición incluso en tiempos difíciles.
Hoy, Argentina ofrece una paleta increíblemente diversa: criollas modernas, vinos naranjos, Malbec de altura, tintos del noroeste, blends de la Patagonia, Pinot Noir de climas fríos y etiquetas de autor elaboradas junto a enólogos de renombre mundial.
La riqueza de sus terroirs y la creatividad de sus productores hacen que cada región cuente una historia distinta.
Con casi cinco siglos de historia, el vino argentino es mucho más que una bebida: es trabajo, tradición e identidad. Su reconocimiento como Bebida Nacional no solo celebra el pasado, sino que también impulsa el futuro de una industria que no deja de reinventarse.
Este 24 de noviembre, Argentina brinda nuevamente.
Porque el vino —clásico, joven, con soda o con hielo— sigue siendo una manera de celebrar quiénes somos.
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