Roberto Beiro
Viernes 16 de Mayo de 2025
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El comercio electrónico del vino ha experimentado un crecimiento constante en los últimos años, impulsado por la comodidad de la compra online, la amplia oferta disponible en internet y los cambios en los hábitos de consumo, especialmente tras la pandemia. Según datos de la Organización Internacional de la Viña y el Vino, cada vez más consumidores recurren al canal digital no solo para adquirir etiquetas conocidas, sino también para descubrir nuevas bodegas, regiones y variedades. En este proceso, la tecnología ha jugado un papel clave, pero ahora se abre una nueva etapa con la llegada de la inteligencia artificial, que promete modificar en profundidad cómo elegimos y compramos vino.
Actualmente, el cliente digital que busca una botella para una cena especial o para ampliar su bodega doméstica cuenta con filtros por tipo, precio, región o puntuación. También tiene acceso a reseñas, recomendaciones de otros compradores y descripciones técnicas. Sin embargo, con el uso de la inteligencia artificial, este proceso dejará de ser manual. En poco tiempo, los algoritmos no solo sugerirán vinos basándose en datos objetivos o en las preferencias de otros usuarios, sino que analizarán el historial de compras de cada persona, sus hábitos de consumo, sus valoraciones anteriores e incluso datos recogidos de sus redes sociales o de dispositivos conectados, como asistentes de voz.
Esto permitirá que el comprador no tenga que tomar decisiones basadas únicamente en su intuición o en el marketing de las marcas. La IA podrá anticipar sus necesidades y ofrecerle sugerencias que realmente respondan a sus gustos. El modelo irá aprendiendo a lo largo del tiempo, afinando sus recomendaciones, como si se tratara de un sumiller personal que conoce con precisión lo que el usuario valora en un vino. La automatización irá aún más lejos: no solo se recibirá una sugerencia, sino que, si así se desea, el sistema podrá gestionar directamente el pedido, realizar la compra y organizar el envío, eliminando cualquier fricción en el proceso.
Este cambio no será exclusivo del entorno online. En las tiendas físicas, la inteligencia artificial también podrá ofrecer una asistencia activa. Se están desarrollando herramientas que permitirán que el usuario entre en una tienda, abra una aplicación y reciba indicaciones visuales para localizar los vinos que más se ajustan a sus preferencias. En algunos supermercados, ya se prueban pantallas inteligentes que reconocen al usuario al escanear su móvil o su rostro y muestran recomendaciones personalizadas en tiempo real. La experiencia de compra dejará de ser un recorrido improvisado por las estanterías para convertirse en una ruta personalizada guiada por datos.
Otro aspecto que modificará la forma de comprar vino es la realidad aumentada. Algunas bodegas ya han incorporado códigos QR en las etiquetas que permiten ver vídeos, escuchar la historia de la finca o conocer al enólogo. Pero la evolución será más profunda. Mediante dispositivos como gafas inteligentes, se podrá visualizar información adicional directamente sobre la botella, como maridajes recomendados, premios obtenidos o disponibilidad en otras tiendas. Esta tecnología también facilitará recrear visitas virtuales a las bodegas, conocer el proceso de elaboración o participar en catas interactivas desde casa.
En este terreno, el metaverso empieza a ocupar un lugar en la estrategia de algunas marcas. Grandes grupos vinícolas ya han creado espacios propios en plataformas virtuales, donde se puede recorrer una bodega, asistir a un evento o interactuar con otros aficionados. Aunque se trata aún de un entorno en construcción, estas iniciativas permiten anticipar cómo será la experiencia de compra en unos años: más inmersiva, más personalizada y más vinculada a una comunidad de usuarios con intereses similares. Las marcas que quieran captar la atención en estos nuevos espacios tendrán que adaptar sus estrategias, con propuestas claras y coherentes que conecten con el usuario digital.
Esto plantea también un cambio importante en la manera en la que las bodegas deben presentar sus productos. Ya no bastará con tener una buena web o estar presente en plataformas de venta. Será necesario generar contenidos relevantes, optimizados para buscadores y adaptados a diferentes formatos, desde texto hasta vídeos cortos, pasando por experiencias interactivas. Las herramientas de IA generativa, como los asistentes de texto o imagen, permitirán a las marcas crear este contenido de forma más rápida y ajustada a su público objetivo, pero también exigirá una supervisión cuidadosa para mantener la autenticidad y la coherencia del mensaje.
La fidelización del cliente también pasará a una nueva etapa. Con la ayuda de la inteligencia artificial, será posible enviar mensajes, promociones o contenidos específicos a cada usuario, en el momento adecuado y con un tono que responda a su estilo personal. El objetivo será no solo vender una botella, sino establecer una relación duradera con el consumidor. Las suscripciones a clubes de vino o servicios de entrega periódica podrán ajustarse de forma automática a las preferencias del usuario, que recibirá propuestas acordes con la estación del año, las tendencias del mercado o sus propios gustos.
En este proceso, la protección de los datos personales será una cuestión prioritaria. Las empresas deberán garantizar que el uso de la información recogida se realice de forma transparente y respetuosa con la privacidad del usuario. El consumidor exigirá saber qué datos se utilizan, con qué finalidad y durante cuánto tiempo se almacenan. La confianza será un factor clave para el éxito de estas nuevas formas de venta, especialmente en productos como el vino, donde la relación emocional y simbólica con la marca sigue teniendo peso.
En paralelo, surgirán nuevas oportunidades para pequeños productores. Las herramientas digitales permitirán a bodegas de tamaño reducido competir en visibilidad con grandes grupos, gracias a sistemas de recomendación personalizados, plataformas de venta directa y estrategias de marketing ajustadas. La IA puede ayudarles a identificar nichos de mercado, ajustar precios, mejorar la presentación de sus productos y llegar a consumidores que, de otro modo, nunca habrían conocido su existencia.
Por último, la incorporación de estas tecnologías también tendrá un impacto en el empleo en el sector. Aparecerán nuevos perfiles profesionales, como expertos en datos, diseñadores de experiencias digitales, programadores de IA o gestores de comunidades virtuales. La formación de los equipos humanos será fundamental para que las bodegas puedan adaptarse a esta nueva realidad, en la que la tecnología no sustituirá el conocimiento tradicional del vino, pero sí lo complementará con nuevas herramientas.
El comercio del vino entra así en una etapa de transformación que va más allá de lo técnico. Cambiará la manera en la que los consumidores descubren, eligen y adquieren sus botellas, pero también la forma en que las bodegas se relacionan con sus públicos y construyen su identidad en un entorno digital que evoluciona a gran velocidad.
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