Martes 09 de Septiembre de 2025
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La industria del vino en California atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia reciente. La caída en el consumo, los incendios forestales y la falta de mano de obra están afectando a productores y bodegas de todo el estado. El descenso en las ventas ha llevado a muchos agricultores a abandonar sus viñedos, mientras que algunas bodegas con más de medio siglo de actividad han cerrado sus puertas.
El índice 'Liv-ex California Wine 50', que mide los precios de las principales transacciones de vinos californianos en los mercados financieros internacionales, ha bajado un 10,5% en el último año y un 15,3% en dos años. Este indicador, elaborado por la London International Vintners Exchange, compara el valor actual de los 50 vinos californianos más comercializados con una base establecida en enero de 2004. Entre los vinos incluidos figuran nombres conocidos como Screaming Eagle, Opus One y Ridge Monte Bello. El índice superaba los 400 puntos en 2022 y este año ha caído por debajo de 300.
La situación afecta tanto a vinos exclusivos como a los destinados al consumo diario. Según el San Francisco Chronicle, se prevé que una parte importante de la cosecha de uva de este año no llegue a venderse. En los dos últimos años, cientos de miles de toneladas de uva han quedado sin comprador y podrían estropearse en las viñas. En todo el estado, se han cerrado o abandonado unas 49.000 hectáreas de viñedos.
Un ejemplo es Valley Farm Management, una empresa con 51 años en Monterey County, que ha decidido cesar su actividad este año. Jason Smith, representante de la compañía, explicó que si el año pasado vendían nueve de cada diez botellas producidas, este año solo han conseguido vender cuatro. En Lodi, la principal zona productora del estado según el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA), la situación es aún más grave: más del 20% de los viñedos han sido arrancados y más de 400.000 toneladas de uva han quedado sin recoger en los dos últimos años.
La causa principal es la caída del consumo. Según Gallup, solo el 54% de los adultos estadounidenses afirma consumir alcohol actualmente, el porcentaje más bajo desde que se inició la encuesta en 1939. La consultora IWSR señala que el consumo total de alcohol en Estados Unidos bajó un 2,6% en 2023 y un 1% el año anterior.
A estos problemas se suman las políticas arancelarias impulsadas durante la administración Trump. Desde abril se aplica un arancel adicional del 15% a todos los materiales importados para la producción vinícola, como corcho europeo, barricas francesas o botellas chinas. Esto ha reducido aún más la competitividad del vino californiano frente a otros mercados internacionales. Además, países como Canadá han respondido con aranceles propios sobre bebidas alcohólicas estadounidenses, lo que ha limitado las exportaciones.
Los incendios forestales son otro factor determinante. En 2020 ardieron unas 82.000 hectáreas y el mes pasado nuevos incendios causaron daños por valor de 65 millones de dólares solo en Napa Valley. Los efectos no se limitan a las pérdidas materiales: el humo puede alterar el sabor del vino al impregnar las uvas y los vinos en proceso de envejecimiento. Un productor relató a CBS que tras los incendios tuvo que desechar toda su producción porque tenía sabor a ceniza.
La escasez de mano de obra agrava aún más la situación justo antes del periodo clave para la vendimia, entre septiembre y octubre. Las restricciones migratorias han dificultado la contratación habitual de trabajadores temporales o voluntarios para recoger la uva. Según KQED, más de la mitad del personal agrícola en California carece de documentación legal y las inspecciones se han intensificado tras el aumento presupuestario para Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Michael Kaiser, vicepresidente de WineAmerica, advirtió que si no hay quien recoja las uvas acabarán pudriéndose en las viñas.
Hace apenas tres años, las bodegas californianas eran vistas como una inversión atractiva para grandes empresas nacionales e internacionales. En 2022 Shinsegae compró Schaefer Vineyard por unos 250 millones de dólares y poco después Hanwha Solutions adquirió Seven Stones por unos 34 millones. Desde entonces no se han producido operaciones similares y ahora hay un exceso de propiedades disponibles para la venta: solo entre Napa y Sonoma había casi un centenar anunciadas en julio del año pasado.
Incluso grandes grupos internacionales como LVMH han vendido activos emblemáticos afectados por incendios recientes. Newton Vineyard perdió casi toda su superficie cultivada y gran parte del vino almacenado tras los fuegos de 2020; LVMH suspendió su actividad en febrero y vendió la bodega a un inversor privado este mes.
Expertos del sector advierten que esta crisis puede marcar un cambio permanente para el vino californiano debido al cambio climático y a nuevas tendencias entre los consumidores jóvenes. Rob McMillan, representante del sector vinícola en Silicon Valley Bank, señaló este año que las bodegas deben adaptarse introduciendo variedades más resistentes al clima y nuevas estrategias comerciales si quieren seguir siendo relevantes en el mercado actual.
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