Viernes 27 de Junio de 2025
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Hay lugares donde se come bien. Otros donde se come con alma. Y luego está Piri Piri, donde además de lo anterior, el fuego no solo cocina, sino que cuenta historias. Con tres locales en Chamartín, Centro y Fuencarral-El Pardo —el último recién abierto—, Piri Piri se ha consolidado como un templo del sabor donde el fuego manda y la hospitalidad se siente de verdad. Aquí la cocina portuguesa se reinterpreta con descaro y pasión, en un espacio pensado para gozar sin filtros. Porque como ellos dicen: "somos ardientes, somos Piri Piri".
Antes de entrar a valorar en profundidad su carta, merece la pena detenerse en el espacio, porque todo empieza por los sentidos. Visitamos el local del Paseo de la Tierra de Melide y la impresión fue excelente: un lugar donde se percibe cuidado en cada detalle, desde la distribución del espacio hasta la atmósfera que envuelve al comensal. El diseño combina modernidad y calidez con acierto, jugando con una paleta de negros y naranjas que remite directamente a la brasa, corazón de su cocina. Las chimeneas en forma de bombillas, las tuberías vistas en el techo y el estilo urbano del conjunto crean un entorno vibrante, contemporáneo y acogedor, ideal para disfrutar sin prisas. Otro de los puntos que marcan la diferencia es la atención en sala. En nuestro caso, el servicio estuvo a cargo de María, cuya actitud fue impecable: atenta, cercana y siempre disponible, pero sin invadir. Supo explicar cada plato con detalle y naturalidad, aportando contexto a cada preparación y enriqueciendo así la experiencia. Un valor añadido que, por desgracia, no abunda y que aquí se agradece como parte esencial del disfrute.
El nombre no es casualidad: Piri Piri es mucho más que una salsa picante. Es símbolo de una identidad mestiza que nace del encuentro entre Portugal y África, una historia de colonias, viajes y sabores que se funden en una misma chispa. Ese pequeño chile ardiente —portugués de adopción, africano de raíz— da nombre a la marca y resume su filosofía: tradición reinterpretada con carácter. Su propuesta gastronómica parte de un producto humilde pero lo eleva con técnica, tiempo y personalidad. Aquí no se sirve pollo: se sirve Frango, y esa diferencia es esencial. Lo que podría parecer un simple asador es, en realidad, un proyecto donde cada detalle está pensado para exprimir al máximo sabor y textura.
El marinado de 24 horas con especias portuguesas, el corte en mariposa para una cocción uniforme y crujiente,y el uso de carbón Marabú —potente, limpio y aromático— sientan las bases de un proceso minucioso. Pero es en el Josper®, considerado por muchos el mejor horno del mundo, donde ocurre la verdadera transformación: ahí es donde el pollo deja de serlo para convertirse en Frango, alcanzando ese equilibrio perfecto entre interior jugoso y exterior ahumado y crujiente. A eso se suma su salsa Piri Piri, receta propia y adictiva, con múltiples variantes que el comensal puede elegir libremente en una estación de salsas: suaves, cítricas, intensas... otro gesto de generosidad y libertad que refuerza la experiencia. Aquí se cocina con fuego, sí, pero también con convicción.
La carta ha sido recientemente renovada, manteniendo la esencia de su fuego pero incorporando nuevas texturas y combinaciones. Entre los "Abreboca", la selección de entrantes que invita a compartir y preparar el terreno, destacan especialmente las Patatas Gozonas. Estas patatas fritas con piel, hechas en casa, son una oda al contraste: crujientes y delicadas, coronadas con una cremosa salsa mayocilantro, queso parmesano, bacon, cebollino y un sutil toque de Piri Piri que las eleva más allá de lo habitual. Otro imprescindible son los Gambuenazos, gambones asados al carbón que combinan la potencia del fuego con la suavidad untuosa de la mantequilla de anchoas, sal guesa y la intensidad del piri piri en grano, todo rematado con cebollino fresco. Servidos con piparra y limón, son un festín marino con identidad ardiente que marca el nivel del resto de la experiencia. Los Cogollos al fuego, con mantequilla de anchoas y cebolla crunch sobre un crocante de parmesano, o los Chupachus, piruletas de pollo con salsa de turrón ahumado, completan una oferta de entrantes con toques originales y equilibrados que despiertan la curiosidad y el apetito.
El pollo aquí no es solo un plato más, es la estrella que articula toda la experiencia. Su presencia en la mesa impone por la intensidad de su aroma a brasa, una invitación olfativa que prepara al comensal para lo que viene. Cada pieza revela un equilibrio magistral entre textura y sabor: la carne, profunda y jugosa, conserva esa esencia ahumada que solo el carbón natural puede otorgar, mientras la piel despliega matices tostados que acarician el paladar sin esfuerzo. Y para quienes buscan una alternativa más ligera pero igual de sabrosa, los bowls ofrecen una excelente vía de entrada: el Bowl Piri Piri, con pechuga al carbón, boniato rostizado, crema de aguacate y ensaladilla de tomate cherry sobre arroz, o el Bowl Piri Feta, con hummus de remolacha, queso feta, granada y mayocilantro, son combinaciones frescas, equilibradas y llenas de matices que demuestran que aquí el pollo también sabe reinventarse.
Otra forma de disfrutar este universo es a través de sus alitas, que combina la intensidad del carbón con salsas creativas y texturas que sorprenden. Entre las opciones destaca la Alitas Asiáticas, una fusión irresistible donde la salsa oriental se mezcla con crema de coco y un topping crujiente de cebolla y sésamo, una de mis favoritas por su equilibrio entre dulzor y frescor. Para quienes buscan un toque más picante y cremoso, las Spicy Cheese ofrecen la suavidad de la salsa Piri Piri ligera acompañada de un crocante de queso con un punto punzante. Y para cerrar el trío, las Lemon Garlic aportan un contrapunto cítrico y aromático, con un topping que combina el frescor del limón con el carácter del ajo, realzando la jugosidad de las alitas asadas al carbón. Una manera distinta y sabrosa de redescubrir un clásico que nunca falla.
La carta de hamburguesas sigue la misma línea que el resto de los platos. La más rotunda —y también la más adictiva— es la Piri Crispy Burger, una combinación explosiva donde el pollo llega en versión ultra crujiente, bañado en salsa Piri Piri dulce, con queso americano, pepinillos, lechuga batavia y una mayopiripiri que redondea la jugada. Todo ello dentro de un pan brioche suave y ligeramente tostado que equilibra la intensidad. Una combinación bestial, como promete la carta, que deja huella. Para quienes prefieran carne a la parrilla, la carta incluye opciones como la Special Burger o la Truffa Burger, que apuestan por combinaciones sencillas y sabrosas, con ingredientes como queso fundido, cebolla crujiente o salsa trufada. Creaciones pensadas para quienes buscan una hamburguesa con carácter sin renunciar al sello de la casa.
Los acompañantes no cumplen un rol secundario, enriquecen la experiencia con alternativas pensadas para compartir y contrastar sabores. Entre todos ellos, la estrella indiscutible es la Costilla de Mazorca Ahumada, recién incorporada en la carta, una versión original y adictiva del clásico maíz a la brasa. Servida en corte tipo costilla, se ahúma con carbón, se baña en mantequilla de ajo y se corona con salsa mayo-cilantro y queso parmesano: un auténtico festín que pide comer con las manos y repetir. Le siguen otros complementos notables como el Arroz Especial, aromatizado con curry, cacahuetes y arándanos, las Patatas Asadas con hierbas y ajo, o el Boniato Rostizado, rematado con mantequilla de ajo y sal gruesa. También hay opciones más creativas como el Coliflow —coliflor a la brasa con hummus de remolacha y granada— o la Beren Hell, una berenjena glaseada con maple de Piri Piri, feta y cebolla crujiente.
El cierre dulce mantiene el nivel y deja claro que aquí se cuida cada etapa del menú. La tarta de queso es todo menos convencional: cremosa, equilibrada y coronada con un sirope de turrón ahumado y un toque de Piri Piri que la hace única, jugando con lo dulce, lo tostado y un leve picor que sorprende sin desentonar. A su lado, la baba de camello —una mousse de dulce de leche con base de galleta Lotus y sal gruesa— ofrece una textura sedosa y un contraste dulce-salado que engancha desde la primera cucharada. Aunque también hay opciones más clásicas, como el pie de limón o la mousse de chocolate, el postre aquí no es solo un final: es una última chispa para seguir recordando el fuego.
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