Vilma
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La cuarentena ha despertado intereses de lo más variopintos. Muchos han intentado llenar las horas libres apostando por desarrollar sus intereses y por el aprendizaje de nuevas aficiones. Los cursos en línea son uno de los mejores métodos para aprender más sobre aquello que nos gusta, y hay muchas más posibilidades de las que nos podamos imaginar. De hecho, el aprendizaje de la cata de vinos ha tenido todo un boom durante estos meses.
A pesar de que se suele asociar a un poder adquisitivo elevado, no tiene por qué ser así. ¿Tú también tienes curiosidad por aprender a degustar vinos? Te contamos los primeros pasos que tienes que dar para iniciarte en esta afición.
Existen multitud de vinos diferentes en los que cambian los métodos de elaboración, las variedades de uva, la zona geográfica... Está claro que para disfrutar del vino no es necesario ser un entendido en el tema, aunque sí tener una cierta predisposición a saber apreciarlo. Además, también es cierto que hay gustos de todo tipo, por lo que un cierto tipo de vino puede, o no, encajar con tus preferencias.
En cualquier caso, la clave para degustar un vino está en prestar atención a lo que estamos tomando, dejar de lado los posibles prejuicios y dejarse llevar por los sabores. La calidad de un vino siempre puede ser punto de discusión, pero no así los gustos; y la apreciación de los matices se puede aprender con la experiencia.
Por lo tanto, disfrutar de una copa de vino está a disposición de todos. Si, a partir de ahora, cada vez que tomes vino prestas atención, poco a poco estarás iniciándote en el conocimiento de la cata, lo que te llevará a amplificar la sensación de placer. Puedes incluir en tu compra semanal una botella de vino y dar los primeros pasos para convertirte en un experto de la cata. Con el tiempo puedes profundizar en el tema a través de cursos, manuales o incluso clases particulares de enología con Superprof, en las que un profesional en la materia te explicará todo lo que necesitas aprender. Así, tú también puedes ser un experto y compartir esta afición con tu familia o amigos.
Para realizar una cata de vinos debemos poner en ella nuestros sentidos. Tres de ellos son fundamentales: el gusto, el olfato y la vista. Pero para utilizarlos necesitamos adquirir la materia que vamos a juzgar: el vino, claro. Para ello podemos ir a nuestro supermercado habitual o incluso a una vinoteca (muchas tienen servicio online), y habrá que comprar dos botellas diferentes de un mismo tipo de vino. Utilizamos dos vinos diferentes para que, al compararlos, sea más fácil percatarse de ciertas características diferenciales; de probarlos en momentos distintos, probablemente nuestra memoria sensorial no nos permitiría realizar una comparación precisa.
Respecto a la mejor forma de elegir los vinos, lo más sencillo es comenzar por delimitar cuánto nos queremos gastar en cada botella. Lo bueno de España es que es uno de los mayores productores de vino del mundo, por lo que hay opciones muy variadas y el precio, en rangos medios, suele ser un indicador de la calidad que se ofrece.
El siguiente paso es definir el tipo de vino que queremos probar: tinto, blanco, rosado, dulce o espumoso. Para poder apreciar bien las diferencias entre los dos vinos, es recomendable escoger dos vinos del mismo tipo (por ejemplo, tinto), del mismo rango de precio, de la misma cosecha y de la misma zona geográfica, pero de dos varietales diferentes: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Mencía, Monastrell, etc.
A la hora de servir el vino, la temperatura es un aspecto clave. Siempre se ha dicho que los tintos se toman a temperatura ambiente, pero en realidad su temperatura ideal son 17 grados, temperatura fácil de conseguir si metemos la botella al frigorífico una hora antes de tomarla. Si al servirlo en la copa el vidrio se empaña, significa que está demasiado frío y hay que dejarlo atemperar un poco. Tomar un vino tinto demasiado frío no es recomendable porque resulta demasiado agresivo y áspero al gusto, por lo que siempre recomendamos una temperatura más suave. En el caso del vino blanco, rosado, dulce y espumoso, es mejor servirlo frío; su temperatura idónea puede variar entre los 6 y los 14 grados, dependiendo de las características de cada uno, pero se pueden servir directamente de la nevera y esperar a que cojan la mejor temperatura. Para servirlos, siempre hay que hacerlo en copas de boca cerrada, que retienen los aromas del vino por su forma típica. Con las copas de boca ancha, los aromas se dispersan y el sabor pierde intensidad.
Ya es el momento de catar el vino. Primero, con la vista evaluamos el aspecto, el color y la intensidad del vino. Por el color se puede determinar la edad del vino, por lo general brillante y azulado en vinos jóvenes, rojo intenso para vinos medios o color teja para los de mayor evolución. Lo más interesante, sin embargo, llega por medio del olfato y del gusto. A través de ellos se puede comparar el contenido de las dos copas y tratar de relacionarlo con olores y sabores que nos sean familiares: frutales, especiados, amaderados, florales, etc. Estas experiencias son especialmente enriquecedoras si se comparten con otros comensales con los que intercambiar opiniones. Además, estos sentidos se pueden entrenar, con lo que ampliaremos el espectro de sensaciones que captemos.
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