Cuando el Nilo se transformó en vino

El antiguo imperio egipcio otorgó una importancia 'divina' al vino, hasta el punto que en la misma tumba de Tutankamon se encontró una bodega de vino compuesta por 36 ánforas con registros de origen y su calidad

Redacción

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Los antiguos egipcios creían que el vino había sido entregado a los mortales por “Ra”, Dios del sol creador del mundo.

Posteriormente el culto a “Ra” se fusionó con el de “Osiris” y el vino le fue consagrado a este Dios, hasta el punto en que, según cuenta la profecía, el día de su nacimiento el agua del Nilo se convirtió en vino.

Cuando “Osiris” fue asesinado y su cuerpo despedazado en 26 partes fue arrojado al Nilo, y el poderoso efecto del vino lo hizo resucitar, después que la Diosa “Isis” uniera sus trozos.

Los egipcios no fueron los primeros en hacer vino, pero sí en documentarlo, registrando en ilustraciones -algunas con una antigüedad de 5.000 años- los detalles del proceso.

En las tumbas de los faraones se han encontrado pinturas que reproducen con detalle las diversas etapas de la elaboración del vino, como la recolección de la uva, el prensado y la fermentación.

También hay gravados donde se ve cómo lo tomaban: en tazas, en copas o incluso con una pajita; casi siempre en un ambiente festivo y elegante, algunas veces licencioso.

En un papiro existente en el museo británico se relata que en una fiesta celebrada en casa de un noble llamado Paheri, uno de los invitados le dice al sirviente: “Tráeme por lo menos dieciocho medidas de vino, pues hoy quiero estar contento”.

Sin embargo, en esta época histórica el vino estaba casi siempre destinado a fines terapéuticos y a las celebraciones religiosas y tanto los viñedos como el propio mosto de las uvas eran ofrecidos a los dioses, como muestran los registros que el faraón Ramses III (1100 a.C.) hizo al Dios “Amón”.

En la vida social su consumo estaba limitado a los ricos y a los nobles y por supuesto, al propio faraón.

Un dato que nos revela la importancia que los egipcios daban al vino nos llegó el en año 1922, al descubrirse la tumba del joven faraón Tutankamon (1371-1352 a.C.), pues sorprendentemente se hallaron en ella 36 ánforas de vino en las que estaba indicada la región de procedencia, así como el nombre del comerciante y el año de la cosecha. Incluso tenían una inscripción que rezaba: “De muy buena calidad”

En Egipto la cosecha y la elaboración del vino se realizaban siguiendo un método muy sencillo: se vendimiaba las uvas en grandes canastos, se estrujaban con los pies y de ahí se obtenía el ansiado mosto. La fermentación se llevaba a cabo en grandes jarras de barro, que a su vez eran untadas en su interior con grasas de pescado para impermeabilizarlas.

Los vinos egipcios eran tintos y blancos y poseían un destacable espíritu licoroso.

La vid se cultivaba principalmente en el delta del Nilo, luego en las riberas del Bajo Nilo los viñedos compartían los terrenos con los cereales y en el Alto Nilo lo hacían con las palmeras datileras y los granados.

En los jeroglíficos egipcios las referencias al vino son tan abundantes que la palabra “arp” (vino) fue de las primeras que descifraron los egiptólogos del siglo XIX, al desenmarañar su intrincado sistema de escritura. Los papiros que han llegado hasta nosotros mencionando los usos medicinales del vino son bastante numerosos.

En la época de Ramses III la variedad de uva más apreciada era la denominada “Kankomet”. Parece que con el tiempo el consumo del vino se popularizó, sobre todo en la región septentrional, aunque sin llegar nunca a superar a la cerveza, que fue la principal bebida egipcia. Históricamente se atribuye a los egipcios el descubrimiento de la cerveza.

No obstante, sobre el Nilo el comercio del vino llegó a ser muy activo, con barcos que transportaban hasta 2.000 ánforas. Todos los envases estaban perfectamente cerrados y etiquetados; el sello indicaba el nombre del propietario, la región de procedencia, el nombre del responsable de la elaboración del vino (algo así como el enólogo) e incluso el terruño de donde procedía (tipos de suelos y clima), es decir los egipcios eran tan cuidadosos en los asuntos administrativos, que incluso registraban mayor información que en las actuales botellas de vino.

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