Viernes 11 de Abril de 2025
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Durante la Semana Santa, Palma de Mallorca ofrece una variedad de dulces tradicionales que forman parte de su identidad cultural y gastronómica. Estos productos, elaborados en su mayoría de forma artesanal, se encuentran en pastelerías locales y también en muchos hogares, donde se preparan siguiendo recetas transmitidas de generación en generación.
Uno de los dulces más representativos es el robiol. Se trata de una empanadilla dulce con forma semicircular, hecha con una masa fina y crujiente. Se rellena con ingredientes como requesón, cabello de ángel, mermelada o crema pastelera. Su origen se remonta a la Edad Media y su preparación es habitual durante las Pascuas. En muchas casas de Palma, los robiols se elaboran como parte de una tradición familiar que sigue viva.
Otro dulce típico de estas fechas son los crespells. Son galletas de textura crujiente y sabor suave que se presentan en formas variadas: estrellas, peces, corazones o flores de seis pétalos. Esta última forma podría tener un origen vinculado a la tradición judía, ya que recuerda a la estrella judeomusulmana. Esta conexión histórica refleja la convivencia entre culturas que ha existido en la isla a lo largo del tiempo.
Los quartos embetumats también forman parte del repertorio repostero local. Son pequeños pasteles cuadrados hechos con una base de bizcocho o tarta de almendra, cubiertos con una capa de almendra molida y glaseado. Aunque no son muy conocidos fuera de Mallorca, siguen siendo muy apreciados por los residentes, sobre todo durante celebraciones religiosas como la Semana Santa.
El Gató de Almendra es otro postre muy presente en Palma. Es una tarta sin harina que se elabora con almendra molida, huevos, azúcar, ralladura de limón y canela. Su textura es húmeda y su sabor intenso a almendra. El nombre proviene del francés “gâteau”, que significa pastel. Este dulce tiene su origen en el siglo XVIII y utiliza almendras locales con Indicación Geográfica Protegida.
El Cardenal de Lloseta es un pastel alargado que combina bizcocho, merengue, nata montada y licor de cereza. Su textura esponjosa lo hace muy popular durante las festividades religiosas. Según se cuenta, su nombre surgió hace más de medio siglo durante una comida entre amigos en un horno mallorquín. Uno de ellos lo calificó como “un bocatto di cardinale”, expresión italiana que alude a un manjar digno de un cardenal.
Para quienes deseen probar estos dulces tradicionales durante su visita a Palma, existen varias pastelerías reconocidas por su trabajo artesanal y respeto por las recetas antiguas. Entre ellas figura el Fornet de la Soca, situado en la Plaza Weyler, conocido por recuperar elaboraciones históricas como las ensaimadas o las cocas mallorquinas. También destaca Ca’n Joan de s’Aigo, una chocolatería fundada en el siglo XVIII que ofrece cuartos y helado de almendra.
Estos productos no solo forman parte del recetario tradicional mallorquín sino que también reflejan la historia y las costumbres locales. Durante la Semana Santa, su presencia en las mesas familiares y escaparates de las pastelerías permite conocer mejor la cultura gastronómica de Palma.
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