Tío Pepe, un viaje por la historia del vino

La oferta enoturística de Bodegas Tío Pepe una bodega con casi dos siglos de vida

Enrique López – Winy Fog

Viernes 22 de Septiembre de 2017

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Tío Pepe

A mediados del siglo XIX, un joven y valiente emprendedor llamado Manuel María González, decide intentar ganarse la vida en el pujante negocio de los vinos que, en aquellos tiempos, vivía años de prosperidad y crecimiento. Sin darse cuenta, con aquellos primeros pasos empresariales, no solo estaba creando una pujante y duradera empresa, sino que comenzaba a escribir los primeros renglones de una historia que se sigue escribiendo hoy en día, y que forma parte importantísima de la crónica comercial, industrial y vitivinícola de España.

Momento clave fue aquel en que decide pedir asesoramiento a la persona más entendida en vinos que conocía: su tío D. José Ángel y Vargas, al que Manuel María conocía como Tío Pepe... Desde ahí a nuestros días, durante casi dos siglos de vida, se ha forjado una imagen, una marca, una leyenda.

Uno de los íconos distintivos de España en el exterior; Tío Pepe es núcleo de un grupo bodeguero recogido en un nombre comercial, González Byass, que agrupa marcas y bodegas como Beronia (Rioja y Rueda), Viñas del Vero (Somontano), Pazos de Lusco (Rías Baixas), Vilarnau (Cava), Finca Constancia (Tierra de Castilla), Finca Moncloa (Cádiz) y Veramonte (Chile).

Cerca de 200 años dan para muchas historias que contar, historias que son reunidas en el Archivo Histórico de la Fundación González Byass, y en las que no me detendré para centrarme en este artículo en la oferta enoturística de Bodegas Tío Pepe.

Pero es imposible comenzar a hablar de la bodega sin hacer, al menos, una pequeña mención acerca de su entorno. Es como si Memorias de África se hubiera rodado en una localización diferente a Kenia y Tanzania... Robert Redford y Meryl Streep hubieran seguido estando deslumbrantes en sus interpretaciones, pero la película no sería la misma sin los maravillosos paisajes africanos. En nuestro caso, Bodegas Tío Pepe es la estrella del filme, pero la ubicación, el lugar donde se produce la milagrosa transformación de sus vinos, es tan (o más importante) que crianzas, enólogos, barricas y procesos. Jerez, en el mundo del conocimiento del vino, es el final del camino, el lugar al que hay que llegar.

Bodegas Tío Pepe está ubicada en un romántico enclave que parece hacer alusión al conocido como Triangulo de Jerez (Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María y Sanlucar de Barrameda), pues se enmarca junto a la Catedral y el Alcázar, en pleno centro de la localidad gaditana, y prácticamente formando una figura triangular junto a estos dos monumentos.

Comienza la visita en el centro de recepción, adornado con ilustraciones de la gran cantidad de personajes ilustres que han conocido la Bodega a lo largo de la historia. La visita consta de dos rutas diferentes, la del vino y la del brandy, comenzando por esta última.

Saliendo del centro de recepción, descubrimos una de las grandes atracciones que nos deparará nuestro paseo: un trenecito que hace las delicias de todos, niños y no tan niños, y en el que nos subimos para hacer parte del recorrido, atravesando el Jardín Romántico adornado de llamativos limoneros.

La primera parada la realizamos para admirar "La Concha", una bodega circular, construida en los últimos años de la década de 1860 y de arquitectura totalmente innovadora para la época. De diseño atribuido a Gustave Eiffel, la cúpula de hierro se sustenta sobre gigantescos nervios recogidos en un anillo central y apoyados en un muro periférico. La bodega contiene 214 botas adornadas con los escudos de los países a los que González Byass exporta sus productos, además del escudo Real, el de Jerez, los de las Comunidades Autónomas españolas y los escudos familiares de los fundadores.

Frente a "La Concha", el Museo de la Viña, un homenaje al terruño, a vendimiadores, a enólogos y labradores que trabajan la tierra y recolectan sus frutos. Un viaje del pasado al presente entre lagares, carros, prensas y aperos.

Al final de la calle principal, y antes de adentrarnos en el mundo del brandy, visitamos un viñedo donde brilla el sol del Jerez; la uva palomino. Blanca, redondeada, de tamaño medio y piel delicada, forma un conjunto inimitable en ningún lugar del mundo junto a sus fieles aliados; la tierra albariza y el clima jerezano.

Nos iniciamos en la cultura del brandy en la Bodega San Manuel, donde se encuentran las criaderas del "Lepanto" y donde se respira la elegancia y la sabiduría de una vejez prolongada. El tiempo se detiene en el edificio conocido como "El Alambique", una construcción del siglo XIX que alberga dos alambiques del tipo charentais que destilaron holandas de vino durante muchísimos años, y que González Byass ha recuperado. Y finalmente, la Bodega de Lepanto, misteriosa y mágica, adornada de una deliciosa penumbra que insinúa historia y tradición. Aquí fue donde se destilaron los primeros vinos para transformarlos en brandy de Jerez.

A la salida de la Bodega Lepanto, imponente, majestuoso, nos encontramos con Tío Pepe. La figura, la marca, una seña de identidad de Jerez, Andalucía y España, vigilando en silencio las labores de la tonelería a la que casi puede dar sombra, donde hoy en día se sigue fabricando, de forma totalmente artesanal, las botas (barricas) de crianza del futuro vino, en ese particular sistema de solera y criadera.

Volvemos hacia la zona central de la Bodega dejando a la izquierda la Gran Bodega Tío Pepe, construida por Eduardo Torroja entre 1960 y 1964, formada por 4 módulos en línea (cada uno de ellos rematado por una gigantesca cúpula) en el último de los cuales se ha instalado el moderno restaurante de la bodega, y coronada por una enorme veleta en la que el Tío Pepe domina el viento. Y frente a ella, la Catedral del Brandy, donde actualmente se destilan las holandas del vino necesarias para su elaboración y crianza.

Caminando bajo parras por calles que en su momento formaron parte de la ciudad, llegamos a uno de los momentos más esperados de la visita, entrando en un edificio que conforma una auténtica Catedral del vino, la bodega de "Los Apóstoles". En ella están expuestas dieciséis botas de más de 300 años de antigüedad compradas al Duque de Medinaceli en 1857. En 1862, la reina Isabel II visita González Byass con el interés de presenciar una pisa, de la cual se obtuvieron 33 botas de 500 litros. El fundador, D. Manuel María González, mandó construir un tonel gigante para albergar el mosto obtenido de esta pisa. Con el tiempo, los trabajadores de la bodega empezar a llamar a dicho tonel "El Cristo", por coincidir su capacidad con la edad que tenía Jesucristo cuando fue crucificado. Para acompañarlo, se construyeron 12 toneles de 6.000 litros con el nombre de cada uno de los apóstoles. Pasados unos años, se decidió desterrar al traidor Judas y cambiarle el nombre por el de su sucesor en el apostolado, Matías. Algunos decían que de la barrica de Judas no podría salir vino bueno...

Cruzando la calle de los Geranios, llegamos a "La Cuadrada", una edificación a la antigua con dobles techos muy altos ideados para mantener frescas las bodegas en verano. En este espacio se envejece una de las principales marcas de González Byass; Original Croft.

Y para finalizar la visita, recorremos la C/ Ciegos, elegida una de las calles más bonitas del mundo. Entre rendijas del emparrado se cuelan chorritos de sol para adornar las paredes de la calle de lunares luminosos. Al fondo, la fachada de poniente de la Catedral de Jerez, y en el aire el aroma a finos y olorosos, amontillados y palos cortados.

Dentro del edificio de "La Constancia", la más antigua de las bodegas construidas por D. Manuel María en honor a la virtud que siempre consideró indispensable para un buen bodeguero y empresario, uno sueña con ver su firma algún día en alguna de sus innumerables botas dedicadas. Techos altos y suelo de albero para el crecimiento y reposo de vinos que siendo marcados han marcado una época.

Una de sus naves lleva el nombre de "Los Reyes", con toneles firmados por 6 generaciones de la realeza española y de otras cosas reales. Y a su lado, intacta desde la muerte del fundador, el "primitivo cuarto de muestras", reliquias únicas a las que el polvo de la historia les confiere un aspecto de tradición, leyenda, rito y solera.

Por último, el principio. La primitiva Bodega de Tío Pepe, cedida por el fundador a su tío José Ángel, para que criara a su gusto un vino fino. El vino gustó, gusta y gustará, por lo que, en señal de gratitud, D. Manuel María escribió en una de las botas "Solera del Tío Pepe". Y mientras escribía esas palabras, comenzó a escribir la historia...

Una ciudad, de arte y alegría. Una forma de ser, flamenca y optimista. Una manera de vivir, mirando al futuro con una copa de fino en la mano. Jerez y Tío Pepe. Sol de Andalucía embotellado.

Enrique López
Licenciado en Economía y Sumiller profesional.
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