¿Cómo afecta el clima al vino?

El fruto de la vid parece ser el más sensible de todos a las alternativas climáticas

Redacción

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Es tanta la influencia del clima anual, es decir, de su efecto bueno o malo en el ámbito vinícola, que en muchas ocasiones la crónica meteorológica llega a tener mayor relieve o importancia en nariz y en boca que el terruño.

Dicho en otras palabras: en ocasiones se parecen más los vinos de un mismo tipo y año pertenecientes a diversas DO, que los vinos de una sola DO elaborados con mostos de añadas distintas.

Todas y cada una de las cosechas o añadas de un gran vino tienen un estilo particular de evolución e, incluso, alcanzan en el mercado valores muy diversos. Los vinos de buena calidad tienden a ser únicos e irrepetibles. O lo que viene a ser lo mismo: los vinos de cosechas diferentes tienen sabores diversos. Por eso, los grandes vinos nunca se pueden repetir.

El período de maduración de la uva

El fruto de la vid parece ser el más sensible de todos a las alternativas climáticas. Acaso ello se deba a su largo tiempo de maduración -entre uno y dos meses-. El período de maduración del grano es el más delicado y decisivo en cuanto a la suerte de la añada. Si hay sol excesivo, la uva puede quemarse. En cambio, si lo que trae el verano al viñedo es un gran frío, los racimos no llegan a madurar bien, y en consecuencia los mostos resultarán débiles en azúcares, pigmentos y taninos.

Si llueve demasiado, las uvas se pondrán gordas, de aspecto saludable y apetitoso, pero el zumo que provean tendrá escasa concentración de glucosa, y en consecuencia, bajo grado alcohólico. Además, los hollejos sobrecargados de agua darán al vino menos cuerpo, y a los aromas, una estructura escasa o débil. O bien, en otros términos, los aromas, tanto en nariz como en boca, resultarán más tenues y desvaídos.

Lluvias y sol

Puesto que las lluvias excesivas durante el período de maduración, que varía entre los treinta y los sesenta días que preceden a la vendimia, aguan el vino nuevo, lo ideal para conseguir una buena cosecha en las regiones templadas es un verano soleado sin lluvias excesivas ni calores tórridos -éstos secan los granos e incluso queman las viñas-.

En los días inmediatamente anteriores a la vendimia es cuando aumenta el riesgo de fracaso a causa de las lluvias.

No hay lluvias menos adecuadas o más inoportunas que las que caen uno, dos, tres, cuatro... días antes de la recolección de la uva.

No obstante, las insolaciones de fuerza excepcional al norte de los Pirineos suelen ser beneficiosas; en cambio, al sur, donde la media de la insolación es mucho más alta, cuando el exceso está asociado con altas temperaturas, pueden tener efectos desastrosos irremediables.

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