Jueves 18 de Septiembre de 2025
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Un estudio internacional publicado este miércoles, 17 de septiembre, en la revista PLOS One, ha analizado más de 1.500 restos arqueobotánicos de semillas y madera carbonizada de olivo y vid procedentes de yacimientos del Levante y el norte de Mesopotamia. El trabajo, liderado por la Universidad de Tübingen (Alemania) y con participación de especialistas en arqueología y ciencias de la Tierra, aporta nuevos datos sobre las estrategias agrícolas en la Edad del Bronce y del Hierro en Oriente Próximo.
El equipo examinó muestras que abarcan desde hace 5.000 hasta 2.600 años, recogidas en zonas que hoy corresponden a Líbano, Jordania, Israel, Palestina, Siria, Turquía e Irak septentrional. Mediante el análisis de isótopos estables de carbono en los restos vegetales, los investigadores han podido reconstruir las condiciones hídricas durante el crecimiento de los cultivos y determinar el uso de técnicas como la irrigación.
Los resultados muestran que durante periodos de cambio climático y variabilidad en las precipitaciones, los agricultores priorizaron el cultivo de la vid frente al olivo. La vid recibió un mayor esfuerzo en cuanto a riego y manejo agrícola, incluso en regiones poco aptas para su desarrollo natural. En cambio, el olivo se mantuvo como un cultivo más estable y menos dependiente del riego intensivo.
El estudio indica que ya desde la Edad del Bronce Medio existía una irrigación intensiva de viñedos en varias zonas del Levante. Se han encontrado evidencias de viñas cultivadas en áreas con escasez de lluvias, lo que sugiere una gestión activa del agua para asegurar la producción vinícola. Esta preferencia por la vid se relaciona tanto con su valor económico como con su importancia cultural y simbólica en las sociedades antiguas.
La investigación también revela diferencias fisiológicas entre ambas especies: la vid muestra una mayor eficiencia en el uso del agua bajo condiciones controladas, mientras que el olivo resiste mejor los periodos secos pero responde peor a situaciones extremas si no recibe cuidados adicionales. Los datos isotópicos reflejan que los agricultores antiguos tomaban decisiones complejas sobre qué plantar y cómo gestionar sus recursos hídricos según las condiciones ambientales y las demandas sociales.
Durante episodios climáticos adversos identificados hacia 4.200 y 3.200 años antes del presente, se detectan señales compatibles con el riego puntual de olivares para evitar pérdidas importantes. Sin embargo, es en el caso de la vid donde se observa una mayor manipulación agrícola para mantener o aumentar la producción pese a las limitaciones naturales.
El análisis comparativo con otros cultivos como la cebada muestra que tanto olivos como vides recibieron tratamientos diferenciados respecto a los cereales tradicionales. Mientras la cebada refleja principalmente el régimen natural de lluvias, los árboles frutales presentan patrones asociados a intervenciones humanas orientadas a maximizar rendimientos o garantizar cosechas ante posibles sequías.
La distribución geográfica de los restos estudiados permite observar cómo las zonas costeras y regiones con mayor precipitación favorecieron históricamente el desarrollo tanto del olivo como de la vid. No obstante, la expansión hacia áreas más áridas requirió innovaciones técnicas y una gestión más intensiva del agua, especialmente para el cultivo de uva destinada a vino.
Los autores subrayan que estos hallazgos confirman la relevancia económica y social del vino en Oriente Próximo desde épocas muy tempranas. La producción vinícola no solo respondía a necesidades alimentarias o comerciales sino también a factores culturales ligados al estatus social y a prácticas rituales.
El trabajo ha contado con financiación del Consejo Europeo de Investigación (ERC), el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, la Fundación Alemana para la Investigación Científica (DFG) y la Fundación Fritz Thyssen. Las conclusiones aportan una visión más matizada sobre cómo las sociedades antiguas gestionaron sus recursos agrícolas ante cambios ambientales y presiones demográficas o políticas.
Este estudio contribuye al conocimiento sobre el origen y evolución del enoturismo y la cultura del vino en el Mediterráneo oriental, así como sobre las estrategias tradicionales para afrontar periodos secos o inestabilidad climática mediante técnicas agrícolas adaptativas.
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