Los poderes medicinales del alcohol en la historia

Estás contento: una copa para celebrarlo. Estás deprimido: una copa para ahogar las penas. Encuentras pareja: una copa. Te deja la pareja: una copa. Parece que el estado de ánimo tiene el mismo remedio para todo

Javier Campo

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Pero no solo es para los estados de ánimo. Para infligir valor. Para perder la vergüenza o para dolencias múltiples, el alcohol es una "gran medicina" con todas las contraindicaciones que ya conocemos y que vimos no hace mucho hablando del alcohol y la violencia.

Fue Hipocatres unos 500 años a.C. aproximadamente cuando empezó a utilizar el vino como bebida base con hierbas aromáticas y medicinales que servía para muchas cosas. Esta receta se hizo popular en la Edad Media y el vino hipocrático servía para diversas dolencias. En varias de sus recetas podía ser antiespasmódico, antifúngico, antiséptico y una larga lista de "antis" que servían en pocas ocasiones para el fin deseado y en muchas para engrosar la bolsa de monedas de su hacedor.

Alquimista de  David Teniers el Joven (siglo XVII). Museo de Arte de MauritshuisUn alquimista obteniendo alcohol mediante destilación, obra de  David Teniers el Joven (siglo XVII). Museo de Arte de Mauritshuis

En las ferias y mercados se llenaban las calles de charlatanes que ofrecían tónicos y alcoholes milagrosos, que, entre gritos y actores, curaban in situ ante la atónita mirada de los congregados que se apresuraban a comprar las botellas que les libraría de todo mal. Luego se morían igual, claro, pero mientras se lo tomaban, el alcohol hacía su efecto "pacificador".

Tampoco tenemos que remontarnos demasiado en la historia ya que, hasta hace bien poco, un número elevado de ancianos y ancianas se tomaban un Agua del Carmen que con "solo" 52 grados dejaba a la gente en un estado de relajación casi adictivo. Una botella de este elixir no podía faltar en la botica de cualquier casa.

Los niños tampoco se salvaban y con un vino quinado, nos entraban ganas de comerrrrrrrrrr. Estabas constipado y te arreaban un coñac con huevo y azúcar y bien tapado para sudar y soltar "todo lo malo".

Tampoco podemos olvidar que si no había agua oxigenada o mercromina, que servía para todas las heridas, se echaba un buen chorro de lo más fuerte que se encontraba tras la puerta abatible del mueble bar que había en el comedor y si picaba, curaba más.

El fatídico dolor de muelas se calmaba manteniendo ginebra en la boca para "dormir el nervio" y después, se tragaba, claro. Podríamos seguir hablando de todos los remedios caseros medicinales y que tiene que ver con el alcohol, pero quizás nos levante dolor de cabeza y tengamos que tomarnos algo.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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