Un suelo sano, un vino excepcional

Cómo un suelo vivo ayuda a la vid y produce mejores vinos

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Antonio Palacios, profesor de la Universidad de La Rioja y director del Laboratorio Excell Ibérica, impartió recientemente el webinar de Infowine «Microbiología del suelo y estrés hídrico» en el que se abordaron aspectos fundamentales sobre el papel de la microbiología del suelo en el viñedo. Durante el seminario, Palacios destacó que la biodiversidad microbiana del suelo, formada por bacterias, hongos y otros microorganismos, cumple una función esencial en la descomposición de la materia orgánica y la liberación de nutrientes esenciales para la vid. Estos microorganismos no solo mejoran la estructura del suelo y facilitan la absorción de agua y nutrientes, sino que también protegen a las plantas frente a patógenos. Ante el cambio climático, las comunidades microbianas juegan un papel aún más importante, ya que ayudan a las vides a adaptarse a condiciones de sequía prolongada.

El suelo de un viñedo es un recurso vital para la calidad de la uva y, por lo tanto, del vino. Si bien tradicionalmente se han analizado las características físicas y químicas del suelo, como su textura, composición mineral y estructura, la microbiología, siendo uno de sus componentes más relevantes, ha sido menos valorada. Sin embargo, en el contexto del cambio climático, esta microbiota es esencial para la sostenibilidad y productividad de los viñedos.

En cada gramo de suelo existe una gran diversidad de microorganismos que interactúan en un delicado equilibrio. Estos seres vivos contribuyen no solo a la salud del viñedo, sino que también influyen en la calidad de las uvas y, en última instancia, en la del vino que se produce. Entre las principales funciones de la microbiota se encuentra la descomposición de la materia orgánica, liberando nutrientes como el nitrógeno, el fósforo y el azufre, en formas que las plantas pueden absorber. Sin esta intervención, la vid no podría acceder a estos nutrientes. Además, los microorganismos ayudan a formar agregados en el suelo, los cuales son fundamentales para la retención de agua y nutrientes, facilitando así el desarrollo de la planta.

Uno de los actores más relevantes dentro de la microbiología del suelo son las micorrizas, asociaciones simbióticas entre hongos y raíces de plantas que exploran el suelo en busca de nutrientes. Estas asociaciones resultan especialmente beneficiosas en suelos pobres o degradados. Además de mejorar la absorción de nutrientes, las micorrizas también contribuyen a la defensa de la planta frente a factores de estrés, tanto bióticos como abióticos. En un escenario de cambio climático, donde las condiciones del suelo tienden a volverse más extremas, las micorrizas ayudan a la vid a resistir mejor los períodos de sequía y a adaptarse a fluctuaciones ambientales.

El cambio climático no solo altera la temperatura y el régimen de precipitaciones, sino que también afecta a la microbiología del suelo. Las variaciones en las condiciones climáticas pueden modificar la composición y actividad de las comunidades microbianas. Por ejemplo, un aumento de la temperatura puede acelerar el proceso de descomposición de la materia orgánica, alterando la disponibilidad de nutrientes en el suelo. Asimismo, los cambios en los patrones de precipitación afectan la estructura del suelo y la formación de agregados. Si el suelo sufre sequías más frecuentes, la actividad microbiana se reduce, lo que impacta negativamente la capacidad del suelo para retener agua y nutrientes, disminuyendo así la productividad de los viñedos, especialmente en áreas que ya están expuestas a estrés hídrico.

Palacios subrayó la necesidad de mantener suelos sanos para garantizar la adaptación de los viñedos al cambio climático. Un suelo con una alta cantidad de materia orgánica y una comunidad microbiana diversa es más resiliente a las variaciones ambientales. Además, un suelo bien conservado contribuye a la sostenibilidad del viñedo a largo plazo, mejorando su capacidad para almacenar carbono y agua, lo cual es fundamental en un contexto de cambio climático. Entre las estrategias que se pueden implementar en la gestión de viñedos para preservar la microbiología del suelo se encuentran el uso de cubiertas vegetales, la rotación y diversidad de cultivos, la minimización del uso de agroquímicos y la reducción de la labranza.

Las cubiertas vegetales, por ejemplo, no solo protegen el suelo de la erosión, sino que también favorecen la biodiversidad microbiana al proporcionar una fuente constante de materia orgánica. De manera similar, la rotación y diversificación de cultivos promueven la diversidad microbiana del suelo, evitando la monotonía que puede agotar los recursos del suelo. La minimización del uso de fertilizantes y pesticidas también es relevante, ya que el uso excesivo de estos productos puede perjudicar a las comunidades microbianas. En cambio, el empleo de compost y biofertilizantes contribuye a mantener un equilibrio saludable en el suelo. Por último, reducir la labranza evita la alteración de la estructura del suelo y protege a la microbiota de perturbaciones innecesarias.

La microbiología del suelo desempeña un papel clave en la salud y sostenibilidad de los viñedos, especialmente frente a los efectos del cambio climático. Una adecuada gestión del suelo que promueva la diversidad microbiana no solo mejora la productividad de las vides, sino que también asegura la calidad de las uvas y del vino que se produce.

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