Pupusódromo: el sabor de El Salvador se instala en Puente de Vallecas

Mucho más que un restaurante: es un viaje honesto y sabroso por El Salvador con paradas en Venezuela y España, donde la tradición y el cariño son los grandes protagonistas

Lunes 02 de Junio de 2025

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En el vasto y vibrante universo de las cocinas latinoamericanas, hay joyas aún por descubrir para el gran público español. Si la mexicana ya es una habitual de nuestras mesas y la venezolana ha ganado terreno gracias a su versatilidad y popularidad callejera, la gastronomía salvadoreña sigue siendo, para muchos, un territorio inexplorado. Pero basta un primer bocado para entender que estamos ante una cocina rica, especiada, profundamente arraigada en la tradición y cargada de color y sabor.

La comida salvadoreña es un homenaje a la tierra: maíz, frijoles, queso, chicharrón, curtido y un sinfín de ingredientes que se combinan con sabiduría ancestral en platos reconfortantes, sabrosos y sorprendentemente complejos. Y en el corazón del madrileño barrio de Puente de Vallecas, Pupusódromo se alza como un auténtico embajador de esta tradición. Más que un restaurante, es una puerta de entrada a una cultura culinaria intensa, cálida y generosa, que invita a sentarse, probar y quedarse.

Abierto hace menos de cuatro meses, Pupusódromo nace de una idea sencilla pero poderosa: ofrecer un rincón donde la tradición salvadoreña cobre vida en cada plato. El proyecto está impulsado por una profunda pasión la esta gastronomía y el deseo de compartirla con quienes no la conocen. Su misión va más allá de servir comida: busca crear un punto de encuentro cultural y emocional, un puente entre Madrid y Centroamérica, donde la comida actúa como hilo conductor de identidad, memoria y celebración. Como queda reflejado en la primera hoja de la carta, todos los platos se elaboran al momento, por ellos mismos, con el mayor cariño y siguiendo las tradiciones familiares. Y un detalle nada menor: todo el menú es 100 % libre de gluten, lo que lo convierte en una opción especialmente interesante para personas celíacas o con sensibilidad al trigo, sin renunciar al sabor ni a la autenticidad.

La carta es amplia y generosa. Organizada por zonas y estilos culinarios, invita a adentrarse en la tradición centroamericana sin necesidad de billete de avión. Aunque en nuestra visita nos centramos en otras secciones del menú, resulta imposible no detenerse en algunos de los platos más representativos, Entre las entradas, destacan el elote loco —mazorca con salsas, queso y mayonesa— y los pastelitos de carne, pequeñas empanadas fritas rellenas. Las sopas tradicionales, como la de gallina india, res o mondongo, prometen caldos contundentes y caseros. En los principales, llaman la atención clásicos como la yuca con chicharrón, el bistec encebollado, el pollo a la mostaza o la generosa parrillada, ideal para compartir.

Fiel a su nombre, Pupusódromo tiene en la pupusa su gran protagonista. Y no es para menos: este plato nacional salvadoreño, a medio camino entre una arepa gruesa y una tortilla rellena, es toda una declaración de intenciones. Aquí se elaboran con masa de maíz casera, moldeada a mano en el momento y cocinada a la plancha hasta lograr esa textura ligeramente crujiente por fuera y suave por dentro que tanto reconforta. La carta ofrece una notable variedad de pupusas: desde las clásicas de queso, frijoles, chicharrón o loroco (una flor típica de Centroamérica), hasta combinaciones más elaboradas con pollo, jalapeños, ajo o espinacas. Pero si hay una que concentra todas las miradas —y todos los sabores— esa es la Loquísima, una propuesta contundente pensada para compartir que reúne todos los rellenos anteriores en una sola pieza. Un festín de maíz que es, literalmente, una explosión de sabor.

Todas las pupusas se sirven con dos acompañamientos fundamentales: una salsa de tomate casera, fruto de triturar más de 180 tomates especiados con paciencia y mimo y el curtido salvadoreño, una mezcla fermentada de repollo y zanahoria que aporta el contrapunto ácido y fresco perfecto. Como nos explicó Brayan durante la visita, el secreto del sabor no está en las especias tradicionales, sino en las hojas de plantas naturales utilizadas para condimentar, siguiendo recetas familiares que priorizan lo auténtico.

Aunque la cocina salvadoreña es la esencia de Pupusódromo, también hay espacio para la tradición venezolana, con una selección cuidada de arepas, cachapas y tostones. Las arepas se presentan en versiones clásicas como la Pelúa (carne mechada y queso), la Catira (pollo y queso) o la infalible Reina con pollo y aguacate. Las cachapas —esas tortitas dulces de maíz— se rellenan con combinaciones sabrosas como queso de mano y carne mechada, pollo guisado con queso amarillo o incluso la versión Pabellón, que reproduce el icónico plato nacional. Todo ello se completa con los crujientes tostones, rodajas de plátano verde frito que aportan textura y sabor.

Por último, también hay espacio para los clásicos españoles, en un guiño a la fusión y la convivencia gastronómica. Desde las infalibles patatas bravas o alioli, pimientos de padrón o calamares, hasta tapas más castizas como los boquerones, la tortilla de patatas, o un buen jamón ibérico con queso manchego. Bajo el epígrafe "Homenaje Penedillo", se despliegan platos principales de corte más tradicional: pulpo a la gallega o a la brasa, rabo de toro, callos a la madrileña, secreto ibérico, o unos huevos rotos con jamón que no fallan. Una selección amplia que demuestra que aquí no se discrimina por procedencia: el buen comer no entiende de fronteras.

Un artículo de Alberto Sanz Blanco
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