La Fermentación del Vino: “la vie sans l’air”

Un regalo de la naturaleza, un arte de la humanidad

Carlos Aguila Muñoz

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En lo profundo de una bodega oscura, donde el aire parece detenerse y el tiempo transcurre a un ritmo pausado, ocurre uno de los procesos más mágicos que la naturaleza nos ha ofrecido: la fermentación del vino· Es un milagro silencioso, una danza microscópica entre el azúcar, la levadura y el misterio de la vida· Y todo sucede en ausencia de algo que damos por sentado desde nuestro primer aliento: el oxígeno·

Cuando nacemos, el primer acto de nuestra existencia es inhalar aire, absorber oxígeno, ese elemento vital que nos da energía, que impulsa cada una de nuestras células· Pero, al mismo tiempo, es también el responsable de nuestro inevitable envejecimiento· Nos oxida, nos transforma lentamente en lo que algún día seremos, polvo y recuerdos· El vino, en este sentido, comparte un destino similar con nosotros, seres respiradores· Nace en la oscuridad, protegido de ese oxígeno que tanto necesitamos, pero que al mismo tiempo amenaza con acelerar su decadencia·

El arte de la fermentación: la vida sin aire

Fue el gran Louis Pasteur, uno de los científicos más influyentes de la historia, quien captó la esencia de este fenómeno· Al estudiar la fermentación, notó que este proceso se desarrollaba en completa ausencia de oxígeno· Para describirlo, acuñó una frase poética y casi filosófica: "la vie sans l'air", es decir, "la vida sin aire". Porque, aunque parezca contradictorio, hay vida que prospera donde no hay oxígeno· Los protagonistas de este historia son seres diminutos, invisibles a simple vista: las levaduras·

Estas pequeñas criaturas, que podríamos considerar los alquimistas del mundo natural, se alimentan de los azúcares presentes en el mosto de la uva· Durante la fermentación, convierten esos azúcares en alcohol y dióxido de carbono, liberando, al mismo tiempo, calor y aromas que ya comienzan a insinuar la personalidad del vino que nacerá· ¡Todo ello sin un solo soplo de aire!

El oxígeno: el amigo y el villano

Y aquí radica uno de los puntos más fascinantes del vino y su fermentación· El oxígeno, que es el elixir de vida para la mayoría de los organismos, resulta ser un villano para el proceso de fermentación del vino· En esta etapa, el oxígeno es un intruso, un saboteador que puede arruinar el proceso si se introduce en el momento equivocado· Por eso, los vinicultores protegen celosamente los tanques y barricas donde el vino fermenta, manteniéndolos sellados, creando un refugio para que la magia ocurra lejos del aire·

Sin embargo, como en las grandes historias, el villano puede convertirse en héroe· Una vez que el vino ha completado su transformación, el oxígeno vuelve a entrar en escena, pero esta vez en pequeñas dosis controladas· En este momento crucial, el oxígeno juega un papel en la evolución y refinamiento del vino· Durante el envejecimiento en barrica, el oxígeno se filtra lentamente a través de los poros de la madera, ayudando a suavizar los taninos, redondear los sabores y darle al vino una complejidad que de otro modo sería imposible· El mismo oxígeno que antes era un peligro ahora se convierte en un aliado·

Pero el equilibrio es frágil· Con el tiempo, el oxígeno, si no se maneja con cuidado, oxida el vino, lo envejece, lo fatiga, y lo lleva hacia su declive· Al igual que nosotros, el vino tiene su propio ciclo de vida· Nace en la oscuridad, en un entorno sin aire; luego, necesita pequeñas cantidades de oxígeno para alcanzar su plenitud; pero, con el tiempo, si se expone demasiado, empieza a perder su vitalidad·

¿Somos como el vino?

Es imposible no hacer un paralelismo entre el viaje del vino y nuestra propia existencia· Al igual que el vino, nacemos en un ambiente sin aire (en el útero), y el primer acto de nuestra vida es llenar nuestros pulmones con oxígeno· Nos da la energía para vivir, para crecer, para desarrollarnos· Sin embargo, a medida que envejecemos, el oxígeno comienza a desgastarnos, nos oxida, nos transforma· El vino, con cada año que pasa, también lucha contra el oxígeno, resistiendo mientras puede, pero sabiendo que su final es inevitable·

Pero, ¿no es también el oxígeno el que hace que ambos, vino y humanos, seamos disfrutados en nuestra plenitud? Cuando el vino respira en una copa, cuando se airea al abrir una botella, ese contacto con el oxígeno despierta sus aromas, libera su sabor· De manera similar, nosotros necesitamos el aire para expresar nuestras emociones, para vivir experiencias plenas y vibrantes·

El pequeño milagro de los microorganismos

Todo este ciclo vital del vino comienza con la acción de organismos tan diminutos que podríamos fácilmente ignorarlos· Las levaduras, esos seres microscópicos, son los verdaderos héroes invisibles de la fermentación· No sólo permiten que el azúcar se transforme en alcohol, sino que, en ese proceso, liberan compuestos que serán la base de los aromas, sabores y texturas que tanto amamos en un buen vino·

Estos pequeños microorganismos son los guardianes de "la vida sin aire", convirtiendo algo tan simple como el mosto de uva en una bebida que ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales· Nos regalan su magia en silencio, y sólo al final, cuando abrimos una botella de vino, sentimos la magnitud de su obra·

La fermentación del vino es un proceso mágico que ocurre en la oscuridad, protegido del oxígeno que tanto necesitamos para vivir· Es un delicado equilibrio entre la vida sin aire y el papel fundamental que juega el oxígeno en la transformación y envejecimiento del vino· Así como nosotros nacemos y respiramos para vivir, el vino también necesita del oxígeno, pero de forma controlada, para alcanzar su máxima expresión·

Es una danza delicada y fascinante entre la vida, el aire y el tiempo· Así que la próxima vez que sostengas una copa de vino, tómate un momento para apreciar la increíble historia que yace dentro: la vida sin aire, la transformación milagrosa y la eterna lucha entre la creación  y el envejecimiento· Un brindis por el oxígeno, ese amigo-enemigo que nos acompaña a lo largo de nuestra propia vida, y por los pequeños milagros que ocurren sin que nos demos cuenta· ¡Salud!

Carlos Aguila Muñoz
Winelover y escritor especializado en enoturismo, enología e historia del vino.
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