Martes 03 de Diciembre de 2024
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La región de Borgoña, reconocida por su tradición vitivinícola y la alta calidad de sus vinos, se encuentra ante un panorama complicado tras la vendimia de 2024, marcada por una producción significativamente baja. Según François Labet, viticultor en Vougeot y presidente del Bureau Interprofessionnel des Vins de Bourgogne (BIVB), esta cosecha podría ser aún más limitada que la de 2021, que ya se caracterizó por su escasez. Las primeras estimaciones indican que la región ha recolectado apenas la mitad de lo habitual, con importantes diferencias según la zona.
Chablis y el Auxerrois figuran entre las áreas más afectadas, con caídas estimadas de un 70% y un 50% respectivamente en comparación con una cosecha media. En la Côte de Nuits y la Côte de Beaune, los viñedos de pinot noir han sufrido pérdidas considerables, mientras que los chardonnays de la Côte de Beaune se han visto algo menos perjudicados, con una reducción aproximada del 25%. Por otro lado, la Côte Chalonnaise y el Mâconnais han logrado mitigar parcialmente las pérdidas, aunque no sin dificultades.
La principal causa de esta reducción se encuentra en una presión excepcionalmente alta del mildiu, una enfermedad fúngica que, aunque conocida en la región desde hace décadas, este año presentó condiciones especialmente desfavorables. Laurent Delaunay, presidente delegado del BIVB y representante de la casa de comercio Édouard Delaunay, señala que 2024 ha sido especialmente complicado para los viticultores que sufrieron fuertes inclemencias meteorológicas.
A pesar de estas dificultades, el panorama no es completamente negativo. En el ámbito comercial, Borgoña ha registrado un crecimiento del 3% en las exportaciones de vino durante el primer semestre de 2024, en un momento nacional de consumo deprimido. Este incremento, que no ha venido acompañado de un aumento en los precios, podría ser una señal de estabilización en el mercado.
En cuanto al mercado interno, los datos de la gran distribución en Francia durante los primeros ocho meses del año muestran una tendencia similar, con una disminución de precios que se suma a un momento de estabilización tras años de alzas continuas. Sin embargo, la sostenibilidad de esta tendencia depende en gran medida de las reservas acumuladas con los millésimes de 2022 y 2023. Actualmente, estas reservas permiten a los productores mantener una oferta estable, pero podrían ser insuficientes si la demanda sigue siendo alta y la meteorología adversa persiste en las próximas temporadas.
Laurent Delaunay señala que las existencias actuales, que cubren apenas unos cuatro meses, podrían agotarse rápidamente cuando el millésime 2024 llegue al mercado a mediados del próximo año. En ese sentido, hace un llamado a la esperanza de condiciones climáticas más favorables en 2025, con el objetivo de garantizar una producción adecuada que estabilice tanto los volúmenes como los precios.
Borgoña, como tantas otras regiones vinícolas, continúa sufriendo el impacto del cambio climático y a la crisis económicoa que este conlleva. La capacidad del sector para adaptarse y superar estas dificultades será clave para mantener su prestigio y satisfacer la demanda mundial de sus vinos.
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