Ana Gómez
Viernes 05 de Diciembre de 2025
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Llegué a Ica después de un viaje largo en autobús. Tras unos días en Lima acompañada por Pedro Cuenca, de Perú Hace Vino, en los que pude probar distintas etiquetas y conocer un poco mejor el panorama vitivinícola del país, puse rumbo a mi siguiente destino: tierra de vinos y piscos.
Ya había leído sobre los vinos y piscos que nacen en este valle rodeado de dunas, y tenía mucha curiosidad en catarlos. Quería ver con mis propios ojos un territorio donde la viticultura ha sobrevivido al desierto, a la historia y al tiempo. Esta ruta resume esa experiencia: tradición viva, bodegas con carácter propio y copas que hablan de una región que no se rinde.
Si tienes pensado viajar a Perú, o si vives allí y disfrutas del mundo del vino, Ica merece una parada.
El recorrido atraviesa el valle iqueño y varias zonas cercanas. La ruta enlaza bodegas centenarias con proyectos jóvenes, pasando por viñedos históricos, destilerías, alambiques de cobre y casas vitivinícolas que trabajan con métodos artesanales. Además de las degustaciones, vas a entrar en contacto con la gastronomía local y con paisajes desérticos que parecen sacados de otro planeta.
En Ica puedes catar piscos de diferentes estilos, recorrer sus viñedos, ver de cerca cómo se fermenta y destila la uva o probar platos típicos de la zona. Es un viaje para quienes disfrutan de lo genuino y buscan experiencias con identidad.
Estas son algunas de las bodegas más representativas del valle. Cada una aporta una visión distinta y lo ideal es visitar varias para entender la diversidad del territorio.
Camino Real s/n, La Tinguina – Ica
Tacama es una de las grandes referencias del enoturismo peruano. Su origen se remonta a la época colonial y se considera la bodega más antigua de Sudamérica. La entrada ya impresiona: áreas ajardinadas, arcos coloniales, un campanario y un paisaje de viñedos que se despliega sin fin.
La visita incluye recorridos guiados, catas especializadas, almuerzos en su restaurante "La Caravedo" y hasta espectáculos ecuestres. Tacama produce vinos de alta gama y piscos reconocidos internacionalmente como el Demonio de los Andes.
Lo mejor: la degustación en su cava subterránea, un espacio que invita a quedarte un rato más.

Fundo Tres Esquinas, Subtanjalla – Ica
Una parada clásica entre los visitantes que buscan un ambiente sencillo y cercano. Aquí todo se elabora con métodos tradicionales: pisa de uva, fermentación en vasijas y destilación en alambique de cobre. Los guías explican cada paso con un estilo que se siente familiar.
Sus vinos y piscos —incluido el famoso borgoña dulce— tienen un perfil casero y lleno de carácter.
Lo mejor: pedir el "pisco de la casa", servido en botijas de barro al estilo antiguo.
Subtanjalla – Ica
Un proyecto que honra el trabajo de mujeres pisqueras. Fundada por Doña Juanita, hoy son sus hijas y nietas quienes mantienen viva la tradición. La producción es pequeña, pero hecha con entrega. Sus piscos —el acholado y el Italia— destacan por su suavidad y aromas elegantes.
Lo mejor: compartir una copa con las dueñas mientras te cuentan cómo ha evolucionado la bodega familiar.
Km 292 Panamericana Sur – Ica
Un clásico para quienes buscan un recorrido ordenado y didáctico. Su museo del pisco y del vino muestra piezas antiguas, botijas históricas y documentos originales. El tour incluye degustación de piscos, vinos y licores macerados.
Lo mejor: su pisco mosto verde, suave, aromático y fácil de recordar.
Ica
Una opción menos conocida, perfecta para quienes prefieren lugares más íntimos. La producción es limitada y centrada en la calidad artesanal. Aquí puedes probar piscos y vinos servidos directamente por el productor.
Lo mejor: su rosado tipo borgoña acompañado de higos secos, una combinación que sorprende.
Ica deja huella. El pisco y el vino que se producen en este valle tienen un carácter único, y el viaje te ayuda a entender por qué. A mí me encantó recorrer sus bodegas, hablar con sus productores y probar lo que nace de este desierto. Si estás planeando un viaje a Perú, anota Ica en la lista.
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