Tartessos, cuna de la viticultura en la Península Ibérica, según un nuevo estudio

Evidencias arqueológicas y enológicas confirman la viticultura en Huelva hace 2.800 años

Roberto Beiro

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Localización del área de estudio.

Un reciente estudio publicado el pasado 12 de diciembre en el número 66 de la revista científica Enoviticultura ha proporcionado nuevos datos sobre el origen de la viticultura en la región de Tartessos, situada en el suroeste de la Península Ibérica. La investigación, desarrollada por un equipo de expertos de diferentes instituciones, analiza las características enológicas de los vinos elaborados a partir de la vid silvestre euroasiática y arroja luz sobre la introducción de variedades cultivadas en esta zona durante la Edad del Hierro.

El estudio está firmado por investigadores como F. González de Canales, académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, junto a especialistas como R. Ocete, G. Lovicu y un nutrido grupo de colaboradores. Los autores han llevado a cabo un análisis integral que incluye prospecciones de vid silvestre en la provincia de Huelva, microvinificaciones experimentales y el estudio de semillas de vid cultivada halladas en un momento arqueológico datado hacia el siglo VIII a.C. Los resultados no solo subrayan la importancia histórica de esta región en la viticultura, sino que también ofrecen pistas sobre la influencia de las redes comerciales mediterráneas en la introducción de técnicas y variedades agrícolas.

Localización de poblaciones de vid silvestre.

Entre 2015 y 2017, el equipo realizó una prospección de poblaciones relictas de vid silvestre en cinco localizaciones de la provincia de Huelva. Estas áreas, que incluyen espacios protegidos como el Parque Nacional de Doñana y el Parque Natural de los Picos de Aracena y Sierra de Aroche, son el hábitat natural de la Vitis vinifera L. ssp. sylvestris, una subespecie dioica considerada el ancestro de las variedades modernas. De estas poblaciones se seleccionaron aquellas con mayor abundancia de racimos femeninos y menor incidencia de enfermedades como el mildiu y el oídio, factores clave para asegurar una buena calidad en las pruebas enológicas.

Con las uvas recolectadas, los investigadores realizaron microvinificaciones siguiendo métodos tradicionales sin aditivos químicos ni control de sulfuroso. Los vinos obtenidos mostraron valores analíticos que llamaban la atención por su equilibrio: una concentración de etanol entre 10,4% y 13,4%, una intensidad de color situada entre 14,6 y 17,6, y un pH que oscila entre 3,26 y 3,57. Estos parámetros son comparables a los de vinos tintos modernos elaborados en climas mediterráneos, lo que demuestra que estas vides silvestres podrían haber sido utilizadas en la antigüedad para producir vinos con buenas características enológicas.

El análisis de las microvinificaciones aporta también datos relevantes en el contexto del cambio climático actual. Las características intrínsecas de estas vides, como su capacidad para mantener un equilibrio entre color y acidez, podrían ser de interés para programas de mejora genética destinados a obtener variedades más adaptadas a las condiciones extremas que se prevén en las próximas décadas.

Ejemplar de vid silvestre en la ribera del Arroyo Candón

El estudio arqueológico añade una dimensión histórica al trabajo enológico. Durante una excavación realizada en el centro de Huelva, en una zona pantanosa cercana a la Plaza de las Monjas, los investigadores encontraron un conjunto de semillas de vid cultivada asociadas a fragmentos cerámicos de origen sardo. El análisis por radiocarbono situó estas semillas en 2.795 ± 30 años antes del presente, lo que las ubica cronológicamente en el siglo VIII a.C. Estas semillas, conservadas en un estrato oscuro que preservó su morfología, representan la evidencia más antigua de viticultura en la región.

El escenario en el que se hallaron estas semillas sugiere una conexión directa con las redes comerciales mediterráneas. Los fragmentos cerámicos encontrados incluyen ánforas Sant'Imbenia y jarras brocca askoide, recipientes típicos de Cerdeña utilizados para almacenar y transportar vino. Algunos de estos fragmentos presentaban restos de resinas utilizadas para impermeabilizar el interior de las vasijas, lo que refuerza la hipótesis de su uso en la conservación de productos derivados de la vid.

Los investigadores también realizaron un análisis morfométrico de las semillas cultivadas halladas en Huelva, comparándolas con las de vid silvestre recolectadas en la población relicta más cercana, situada en el Arroyo Candón. Las semillas cultivadas mostraron características propias de la domesticación, como un cuerpo más alargado y un pico más prominente. Estos rasgos, según los autores, son indicativos de un proceso de selección artificial iniciado por las comunidades humanas de la época para mejorar la productividad y adaptabilidad de las vides.

La presencia de restos de cerámica sarda, junto con las semillas cultivadas, refuerza la idea de que Huelva fue un punto clave en las rutas comerciales del Mediterráneo durante la Edad del Hierro. Las ánforas Sant'Imbenia, fabricadas en Cerdeña pero inspiradas en diseños fenicios, reflejan el intercambio cultural y comercial entre las comunidades mediterráneas de la época. Este comercio habría facilitado la introducción de variedades de vid cultivada y de conocimientos enológicos avanzados, consolidando la práctica de la viticultura en la región.

El estudio también sitúa a Huelva dentro de una tradición vitícola más amplia que incluye otras regiones del Mediterráneo. Desde el Mesolítico y el Neolítico, se han encontrado semillas de vid silvestre en yacimientos arqueológicos, lo que sugiere que las uvas ya eran recolectadas para consumo humano antes de la domesticación. En la Península Ibérica, las primeras evidencias de viticultura se remontan al Calcolítico, con restos datados en aproximadamente 5.000 años antes del presente.

La influencia fenicia en la introducción de la viticultura en Tartessos resulta especialmente relevante. A partir del siglo IX a.C., los fenicios establecieron colonias en la costa sur de la Península Ibérica, donde introdujeron variedades de vid hermafroditas, más productivas y fáciles de cultivar. La evidencia arqueológica en Huelva, que incluye estructuras interpretadas como viñedos antiguos, sugiere que esta práctica se consolidó rápidamente en la región, integrándose en las redes comerciales y culturales de la época.

Los autores del estudio destacan la importancia de combinar datos arqueológicos, botánicos y enológicos para reconstruir la historia de la viticultura en Tartessos. Asimismo, sugieren que futuras investigaciones, como el análisis de ADN antiguo de las semillas encontradas, podrían ofrecer nuevas perspectivas sobre la evolución genética de las variedades cultivadas y su relación con las redes comerciales mediterráneas. Con estos avances, será posible comprender mejor la compleja interacción entre las prácticas agrícolas locales y las influencias externas en la construcción de la tradición vitícola de la Península Ibérica.

Este trabajo pone de manifiesto la relevancia histórica de Huelva como núcleo vitivinícola en la antigüedad y resalta el papel de la vid silvestre como base para la producción de vino mucho antes de la introducción de variedades cultivadas. La investigación no solo ofrece un vistazo al pasado de la viticultura, sino que también plantea preguntas sobre su futuro, en un contexto marcado por los desafíos climáticos y la necesidad de variedades más resilientes.

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