Crisis en la trastienda de Burdeos

La etiqueta "Bordeaux" ya no es tan mágica según se desprende de las manifestaciones de protesta que en estas últimas...

José Peñín

Viernes 30 de Diciembre de 2022

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La etiqueta "Bordeaux" ya no es tan mágica según se desprende de las manifestaciones de protesta que en estas últimas semanas se están produciendo en Burdeos. Reivindican ayudas para el arranque de viñas por la caída de las ventas de la gama baja de sus vinos. El consumidor está mejor informado de que la gloria de este origen carismático solo está retenida en los grandes vinos que solo representa el 10% de la producción.

Las ventas del vino barato bordelés, ya sea a granel como el embotellado del resto del porcentaje citado, están cayendo de un modo alarmante con unos precios que, según los cosecheros, apenas cubre el 50 por ciento de los costes, mientas que el vino de las alturas marcha como un bólido.

Siempre se ha dicho que Burdeos es un intocable ante el infortunio como si todo su vino fuese Grand Cru. Los vinos míticos han servido como locomotoras del resto, pero ya son demasiados vagones que arrastrar. Son nada menos que 700 millones de litros que el mercado no puede absorber lo que conlleva a pedir a la Administración por parte de los viticultores que subvencione el arranque de 15.000 hectáreas cuando el Gobierno solo accede a subvencionar 10.000. El resultado han sido algunas manifestaciones por las principales calles de Burdeos con pancartas reivindicativas.

La noticia sería una mas de toda una cordillera de bonanzas y de crisis que el sector del vino de Italia, Francia y España han dibujado en su historia. Sin embargo, en esta ocasión el asunto es más grave por varias razones. Los consumidores franceses siempre se han resistido en caer en los brazos de la cerveza y los cócteles y el consumo nacional ha sido siempre un refugio seguro. Hoy en cambio, la globalización de muchas bebidas y la caída del consumo a 58 litros por habitante y año requiere vender fuera pero tampoco la cosa funciona. El mercado chino, que hasta ahora era una válvula de escape segura, se ha vuelto más exigente. Los graneles bordeleses siempre han sido más caros porque los costes de producción han sido más elevados para estar al nivel del status de confortabilidad bordelesa que no acepta vender el litro a 1,20 € frente al doble reivindican para ser rentable (el granel español se vende a 0,45 € y el italiano a 0,80).

Mi punto de vista

El déjà vu parece que es, pero no lo es. La diferencia es que los precios más altos de los graneles y en consecuencia los vinos embotellados del lineal, no se compensan con la fama de Burdeos. Los importadores que toman la temperatura de sus clientes, perciben que no es suficiente la palabra Burdeos porque los consumidores son más ilustrados que antes y demandan mayor calidad, aunque cueste más cara. Vender un "Bordeaux" a 5 € que es un precio muy repetido entre los vinos de gama baja, es más sospechoso que el de un vino italiano e incluso español al mismo precio. Es más, toda botella de un precio inferior a 20 € encuentra ciertas dificultades en el mercado. La paradoja de que los vinos de alta y media gama se venden más, es que el mercado no se fía de la gama baja girondina y el mercado prefiere rascarse los bolsillos accediendo a la gama superior y, en consecuencia, menos volumen de ventas. Pocos lugares del mundo existe tanta diferencia entre los vinos de arriba y los de abajo. Los excesivos rendimientos del viñedo y menor potenciación de marcas y zonas de segundo orden, obliga al comprador global a refugiarse en los vinos de algunas áreas del Medoc y el Libournais y eso sin tocar a los Grand Cru, convirtiendo la "apellation Bordeaux" en una maldición. Es cierto que la mayoría de las denominaciones de segunda categoría de la orilla derecha del Dordoña (Côtes de Bourg, Blaye, Fronsac, Castillón, etc..) han mejorado bastante en su conjunto sobresaliendo algunas marcas con precios más elevados de la media.

La frase "cuando las barbas de tu vecino veas pelar pon las tuyas a remojar" tiene que ver con una situación nueva que no se ha dado en el pasado y que también afecta a nuestro país: Se produce demasiado vino en el mundo para los nuevos modos de consumo. El vino ha dejado de ser una bebida diaria incluso en Europa. El consumo ocasional se está imponiendo de tal modo que el bebedor de hoy, con una economía mejor que en el pasado, se dirige a gamas superiores que, en su conjunto el volumen de ventas es mucho menor. No es que el vino guste menos que antes, sino todo lo contrario, hay más cultura vinícola, se bebe mejor y por lo tanto hay más consumidores que beben ocasionalmente: en casa en los fines de semana, restaurantes, y por copas en las barras de los bares. Este consumo global es mucho menor que antes. La civilización del frio en la bebida después de la Segunda Guerra Mundial empuja al consumidor a la cerveza y refrescos, incluso están repuntando los espumosos bordeleses. Es el mismo que ocasionalmente descorcha un vino de más calidad. Por otro lado, los bajos márgenes que obtienen las grandes operadoras de vinos del lineal solo son rentables en los grandes volúmenes que el mercado actual cada vez absorbe menos. Según las estadísticas el consumo medio en los países occidentales posiblemente se estacione para siempre en los 20 litros por persona y año. España ya se halla en ese dato.

Si España es líder en el mercado barato del granel cabe suponer que el futuro también será incierto. La única solución es que la calidad de estos vinos sea superior (afortunadamente viene siéndolo  desde hace 8 años) aunque sea más caro. Se venderá menos cantidad, aunque se facture lo mismo que, a fin de cuentas, es lo más importante.

José Peñín
Posiblemente el periodista y escritor de vinos más prolífico en habla hispana.
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