Frenessí: el lugar donde los sentidos se sientan a cenar

Una experiencia inmersiva que transforma la gastronomía en arte, y cada bocado en emoción.

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Martes 11 de Noviembre de 2025

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No todos los lugares se descubren: algunos se sienten. Frenessí es uno de ellos. Detrás de una puerta anónima en una calle tranquila de Puerto Madero se esconde lo que, sin exagerar, podría ser el secreto mejor guardado de Buenos Aires. Entrar ahí es como atravesar un portal: uno deja la ciudad atrás y se adentra en una cápsula sensorial donde la gastronomía, la tecnología y el arte se funden hasta borrar los límites entre realidad y fantasía.

Desde el primer paso, algo cambia. Un anfitrión te recibe con una sonrisa enigmática y te guía hacia una sala blanca, minimalista, casi etérea. Una gran mesa central —solo 16 personas por noche— concentra toda la atención. En cuestión de segundos, ese espacio neutro se transforma. Luces, proyecciones, sonidos envolventes, aromas que aparecen y desaparecen. La temperatura varía, la música vibra, los colores narran. Todo tiene un propósito: acompañarte en un viaje que recorre nueve mundos distintos, y en cada uno, un plato se convierte en pasaje.

Comer con todos los sentidos

Lo que sucede en Frenessí no es una cena. Es un relato. Una historia contada a través de los sabores, el sonido, la luz y hasta el aire que respirás. En cada escena, el entorno se sincroniza con la comida: el frío de la Patagonia, el verde húmedo de la selva, la calma de una playa o la inmensidad del espacio. Todo se siente.

La experiencia tiene nombre: cocina tecnoemocional. Un concepto que, hasta ahora, no existía en Argentina. No hay carta. Hay un menú degustación de nueve pasos maridados, diseñado para despertar sorpresa y emoción. Cada bocado busca más que agradar: quiere conmoverte.

El recorrido comienza con una amenidad servida sobre piedra volcánica: provolone y aceite de trufa, chutney de frutas lactofermentadas y duraznos acevichados. De ahí, todo fluye:

-Patagonia llega con ostra fresca, truchón gravlax y frambuesas nitrogenadas; Bosque, con roulade de conejo y hongos shiitake; Hendricks, con una rana cajú sobre cremoso de edamame; Espacio, con entraña madurada, papa rusa y caviar de salsa criolla; Fondo de mar, con tataki de atún rojo y aire de limón; Playa, con langostino, coco y leche de pantera. El final es pura dulzura poética: Rosado, una crema catalana de frutillas bruleé; y Alicia, un mini gateaux de café y crema con carta comestible de chocolate blanco.

Cada plato parece tener vida propia. Cada textura despierta una sensación distinta, y cada sabor se multiplica con la luz, el sonido y la atmósfera que lo rodea. Comer deja de ser un acto rutinario para convertirse en una experiencia inmersiva, donde el tiempo se detiene y solo queda el asombro.

El arte de emocionar

“Queríamos que las personas coman, pero también sueñen, recuerden y se emocionen, porque si no emociona no funciona”, dice Sam Sánchez Lamas, el director operativo de Frenessí. Y logra exactamente eso.

Conocido como “el monje urbano”, Sam es mucho más que un gestor gastronómico: es un creador de experiencias. Su mirada une arte, conciencia y disfrute, y se nota. Cada detalle, desde la vajilla hasta los aromas que acompañan el servicio, está pensado para provocar una reacción emocional genuina.

La propuesta fue desarrollada por el Grupo Seratta junto a un equipo interdisciplinario de chefs, bartenders, sommeliers, ingenieros, artistas visuales y luminotécnicos. Todo sucede en una sala equipada con tecnología Dolby Atmos, donde el sonido tridimensional envuelve al comensal con una precisión casi cinematográfica.

Un viaje que se recuerda con la piel

Salir de Frenessí es volver a la ciudad, pero con otra sensibilidad. Uno se sorprende al escuchar nuevamente los ruidos de Buenos Aires después de tanto silencio, tanta magia. Afuera hay autos, luces y movimiento, pero uno todavía lleva dentro los ecos de un universo paralelo donde cada plato contó una historia.

Frenessí no se anuncia: se susurra. Y quienes lo viven, difícilmente lo olvidan. Porque hay experiencias que se degustan… y otras que se sienten, se quedan, laten. Esta, sin duda, pertenece a las últimas.

  • Dónde: Puerto Madero, Buenos Aires (la dirección se revela al confirmar la reserva).
  • Reservas: [www.frenessi.com.ar](https://www.frenessi.com.ar)
  • Instagram: [@frenessi.experience](https://www.instagram.com/frenessi.experience)
Un artículo de Jocelyn Dominguez
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