Viernes 05 de Septiembre de 2025
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Un estudio realizado en Corea del Sur ha analizado la relación entre el consumo de alcohol y la mortalidad en personas con enfermedad de Parkinson. La investigación, publicada en la revista Journal of Neural Transmission, se basa en datos recogidos por el Servicio Nacional de Seguro de Salud de Corea. El trabajo ha seguido a 32.419 pacientes diagnosticados recientemente con Parkinson entre los años 2009 y 2017. Para conocer los hábitos de consumo, los investigadores utilizaron información autodeclarada del Programa Nacional de Revisión de Salud.
Durante un seguimiento medio de algo más de cuatro años, se registraron 9.049 fallecimientos entre los participantes. Los resultados muestran que quienes consumían alcohol de forma leve o moderada presentaban un menor riesgo de muerte en comparación con quienes no bebían. En concreto, las personas que bebían poco tenían un 22% menos riesgo de fallecer, mientras que las que bebían de forma moderada presentaban una reducción del 31%. Incluso los grandes consumidores mostraron una tendencia a menor mortalidad, aunque esta diferencia no fue estadísticamente relevante.
El análisis también tuvo en cuenta a quienes nunca habían bebido y a quienes dejaron el alcohol tras el diagnóstico. Los datos indican que los pacientes que continuaron bebiendo después del diagnóstico (“bebedores constantes”) fueron quienes tuvieron la menor mortalidad. Por el contrario, quienes dejaron de beber tras ser diagnosticados (“exbebedores”) presentaron peores cifras que quienes nunca habían consumido alcohol. Los autores explican este fenómeno como el “efecto del enfermo que deja de beber”, es decir, personas que abandonan el alcohol debido a problemas de salud previos.
El estudio sugiere que el alcohol podría tener efectos neuroprotectores y ralentizar la progresión del Parkinson. Esta hipótesis coincide con investigaciones anteriores que han relacionado el consumo moderado, especialmente de cerveza y vino tinto, con menor riesgo de desarrollar la enfermedad. Se apunta a compuestos como polifenoles, niacina y resveratrol como posibles responsables, ya que pueden reducir la inflamación y favorecer mecanismos cerebrales de limpieza.
El patrón observado sigue la conocida curva en forma de J: el mayor beneficio se encuentra en los consumidores leves o moderados, mientras que la abstinencia o el consumo elevado no ofrecen ventajas similares. Este tipo de relación ya se ha visto en estudios sobre alcohol y enfermedades cardiovasculares o cáncer.
Sin embargo, los autores advierten sobre algunas limitaciones. El consumo se midió solo una vez y no se diferenciaron tipos de bebida, aunque en Corea del Sur la práctica totalidad del consumo corresponde a cerveza y soju. Además, al inicio del estudio los códigos diagnósticos eran recientes, lo que puede afectar a la fiabilidad. Otro dato relevante es que el consumo general era bajo, sobre todo entre mujeres: el 93% no bebía.
Para el sector vinícola y de bebidas, estos resultados aportan un mensaje positivo: el consumo moderado no parece perjudicial para pacientes con Parkinson e incluso podría ser beneficioso. Según los autores, existe una asociación entre beber alcohol y una menor mortalidad por cualquier causa en personas con esta enfermedad, lo que sugiere posibles efectos protectores sobre la progresión del Parkinson.
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