Redacción
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En el Oeste americano las misiones españolas habían creado una cultura vinícola en zonas muy áridas, como el actual estado de Nuevo México, también en Texas, norte de México y California.
En todos estos lugares las vides europeas florecieron y dieron abundantes cosechas casi desde el principio, aunque durante más de un siglo, su producción se limitó a las necesidades religiosas.
Sin embargo en la costa atlántica de los Estados Unidos, pese a los repetidos intentos de personas tan capaces como Benjamín Franklin, George Washington y Thomas Jefferson, las viñas europeas no lograban prosperar.
Benjamín Franklin se hizo muy amigo de un médico nacido en la Toscana que era especialista en viticultura, llamado Philip Mazzei, el cual trajo a Virginia las mejores cepas europeas e incluso mano de obra especializada, sin embargo su fracaso fue total.
Thomas Jefferson, que luego sería el tercer presidente de los Estados Unidos, fue embajador en Francia y aprovechó para viajar tanto por Francia como por otros países europeos en busca de viñas adecuadas para llevar al Este de los Estados Unidos.
Fue mucho el material y los sarmientos que Jefferson mandó para América, sin embargo, ni él, ni Mazzei, ni ninguno de los demás agricultores que durante el siglo XVIII se abocaron al cultivo de la vid en toda la zona oriental del país, pudieron lograr que sus viñas prosperasen.
En un principio se echó la culpa al clima y al mildiu. Tiempo después se descubriría que el clima era sólo parte del problema.
El principal culpable era un insecto: la phylloxera vastratix (hoy conocida como dactylasphaera vitifoliae), especie de pulgón diminuto que se fija en las hojas y en las raíces de la vid, contra el cual las cepas europeas no poseían defensa alguna.
Con el contacto entre los viticultores americanos y europeos, el pulgón “emigró” a Europa y la extensión de la filoxera por el viejo mundo fue sólo cuestión de tiempo.
Finalmente llegó a Francia entre 1832 y 1840, en concreto a la zona del Languedoc, a través de unos viticultores que habían importado cepas americanas.
De forma paulatina comenzó a arrasar las viñas, primero en Francia, después en toda Europa y finalmente se extendió por todo el mundo, salvo casos muy especiales como el de Chile.
La filoxera, que entró en Europa por varios puntos (Francia, Portugal, Alemania y Austria), supuso la mayor crisis en la viticultura del viejo continente poniendo en peligro el cultivo de la vid en toda Europa.
En España, durante la década de 1870, la filoxera entró en la Península Ibérica por 3 focos: Oporto, Málaga y Gerona. Los dos primeros se debieron a la importación de pies americanos y el tercero a la entrada natural por expansión desde Francia, a través del Roselló y Pirineos Orientales. Otros focos también fueron Mallorca (1891), Pamplona (1896) y Valencia (1905-1906).
Un parásito imparable
El parásito vive en las hojas y sobre todo en raíces de la vid y chupa la savia de las plantas.
Como se multiplica enormemente, aunque la porción de savia que chupe cada pulgón sea muy pequeña, el resultado final es que se lesionan las raíces y la planta termina muriéndose.
Se propaga por vía aérea, por el suelo e incluso en las herramientas de los viticultores.
Para luchar contra la filoxera se creó en Francia una comisión especial, que en 1855 llegó a presidir Louis Pasteur, quien había sido miembro desde sus orígenes.
Años más tarde se celebró en Berna una Convención Internacional sobre la Filoxera, con el fin de compartir experiencias y llegar a acuerdos entre todos los países afectados.
Después de muchos años de luchar contra la plaga, la salvación vino del mismo lugar del que había llegado el problema.
Se observó que las raíces de las vides originarias de América eran resistentes al insecto, de manera que fueron usadas como base sobre la cual luego se injertaron las variedades europeas.
En la actualidad todos los nuevos viñedos se plantan con este sistema.
Curiosamente y lamentablemente, en la actualidad debido a ciertos errores de los estudiosos americanos, la filoxera está haciendo que numerosas viñas deban ser actualmente arrancadas en Estados Unidos, sobre todo en el estado de Oregón.
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