El agua de los Andes entre copas y socavones

La región enfrenta una decisión política urgente para definir un modelo de desarrollo que garantice la sustentabilidad hídrica y el bienestar de sus comunidades

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Jueves 24 de Julio de 2025

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La cordillera de los Andes, compartida por Chile y Argentina, atraviesa una encrucijada crítica: elegir entre un modelo de desarrollo basado en el enogastroturismo regenerativo o uno sustentado en la minería extractiva. Esta decisión no solo marcará el destino ambiental, social y económico de la región, sino que también tendrá repercusiones globales en un contexto de creciente escasez hídrica, la crítica situación y retroceso de los glaciares, unico recurso hídrico de la región de cuyo en Argentina y Los Andes en Chile.

El análisis compara ambos enfoques, resaltando la profunda desigualdad en el uso del agua y la urgencia de implementar políticas públicas que prioricen la protección de los recursos naturales y un desarrollo verdaderamente sostenible.

La disyuntiva que hoy se vive en la cordillera de los Andes, con dos caminos contrapuestos, no es meramente económica: es una cuestión de valores, prioridades y visión territorial. En un contexto de creciente escasez hídrica y fragilidad ecosistémica, la región enfrenta una elección crítica entre dos modelos de desarrollo con impactos opuestos: el enogastroturismo regenerativo y la minería extractiva.

Minería extractiva en Mendoza: promesas de crecimiento, riesgos irreversibles. El impulso para reactivar la minería metalífera en Mendoza, especialmente con la presión para modificar la Ley 7722 que actualmente restringe el uso de sustancias tóxicas, ha reabierto un profundo debate sobre el modelo de desarrollo que debe seguir la provincia. El discurso oficial presenta la minería como motor económico y fuente de empleo para zonas rezagadas, pero la experiencia nacional e internacional advierte sobre impactos ambientales y sociales severos y difíciles de revertir.

La minería metalífera demanda volúmenes enormes de agua para procesos como la lixiviación con cianuro o ácido sulfúrico, en una región ya afectada por estrés hídrico grave. Muchas zonas propuestas para proyectos mineros coinciden con cuencas que alimentan el oasis productivo y turístico del norte mendocino, lo que genera un conflicto directo con sectores como la agricultura, vitivinicultura y turismo.

Además, los proyectos localizados en zonas periglaciares y de alta montaña amenazan la dinámica natural de los glaciares, la recarga de acuíferos y la biodiversidad andina. Estos impactos podrían generar efectos irreversibles sobre las napas subterráneas, los sistemas de riego agrícola, las áreas forestales en regiones áridas y el abastecimiento de agua para consumo humano.

La megaminería también altera paisajes naturales emblemáticos como Uspallata, Malargüe y el corredor andino, afectando el atractivo visual y simbólico que sostiene el turismo de naturaleza, aventura y enogastronomía, uno de los pilares de la economía local.

Por último, los beneficios económicos que genera la minería suelen concentrarse en pocos actores, con escasa generación de empleo local permanente y bajo encadenamiento productivo. A esto se suma un alto impacto sobre la biodiversidad, los ecosistemas y la calidad de vida de las poblaciones cercanas. Los recursos fiscales derivados de la actividad, además, no siempre se traducen en mejoras estructurales reales para las comunidades afectadas.

Mendoza está ante una decisión estratégica crucial: optar por un modelo extractivo de alto impacto con riesgos ambientales profundos y ganancias inciertas o consolidar un desarrollo basado en turismo, vitivinicultura, agroindustria y conocimiento, que proteja el agua y valore el territorio.

Este dilema no se trata de prohibir la minería ni de idealizar el desarrollo regenerativo, sino de planificar con visión de largo plazo priorizando la sostenibilidad y el bienestar de las comunidades mendocinas. La provincia, además de ser epicentro del sector minero nacional con eventos como Argentina Mining 2025, debe equilibrar intereses y proteger sus recursos naturales para el futuro.

Riesgo ambiental y desarraigo social. En marcado contraste con el modelo regenerativo, la minería extractiva plantea un enfoque de alto impacto centrado en la explotación intensiva de recursos naturales, con consecuencias graves y, muchas veces, irreversibles para el medio ambiente y las comunidades locales.

Consumo masivo de agua. Las operaciones mineras en la cordillera demandan millones de litros de agua diarios, generando una competencia directa con el abastecimiento para consumo humano, la agricultura y la preservación de ecosistemas frágiles. Esta demanda insostenible compromete la disponibilidad del recurso para usos esenciales, especialmente en regiones áridas y de alta montaña.

Contaminación y degradación ecológica. Los efectos ambientales son severos. La minería suele generar contaminación de napas subterráneas, alteraciones del paisaje montañoso, afectación de glaciares y pérdida de biodiversidad. La presencia de metales pesados, drenaje ácido y residuos tóxicos pone en riesgo la salud de los ecosistemas y de las poblaciones que dependen de ellos para su subsistencia.

Este modelo frecuentemente implica el desplazamiento de poblaciones locales, la pérdida de actividades económicas tradicionales y una profunda fragmentación del tejido social. El acceso restringido a tierras, la sobreexplotación de recursos y la desarticulación de economías locales generan conflictos sociales persistentes y procesos de desarraigo cultural.

Una disparidad crítica y la competencia por el uso del agua. La diferencia en el consumo y gestión del agua entre ambos modelos es profunda y alarmante. Mientras el enogastroturismo regenerativo promueve el uso eficiente y la conservación del recurso, la minería extractiva lo consume a gran escala, lo contamina y compromete su disponibilidad futura.

Esta disparidad subraya la urgencia de tomar decisiones estratégicas que prioricen una gestión hídrica responsable y un desarrollo verdaderamente sostenible para los Andes.

Sin agua no hay vino. Sin naturaleza, no hay turismo. Sin cuidar lo esencial, no hay futuro.

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Un artículo de Danielasquez
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