Úrsula Marcos
Leído › 14000 veces
El mundo vitivinícola reserva un lugar especial para los barriles de roble. Su trascendencia no se limita a ser simples contenedores, ya que desempeñan un papel esencial en la maduración y evolución del sabor del vino. Con raíces en la región de Burdeos, Francia, estos recipientes de madera se han integrado plenamente en la cultura del vino, aportando matices únicos al preciado líquido que contienen.
El empleo de roble en la industria vinícola no es una innovación contemporánea. A lo largo de la historia, el roble ha sido el material predilecto para los recipientes que tienen contacto directo con el vino. Esta elección se basa en dos características primordiales del roble: su robustez, que garantiza durabilidad, y su capacidad para realzar el vino sin eclipsarlo, proporcionando sabores armoniosos.
La región de Burdeos en Francia es la responsable de popularizar los barriles de roble que conocemos en la actualidad. Estos barriles, diseñados específicamente para contener habitualmente 220 litros de vino, se convirtieron rápidamente en una herramienta esencial en la elaboración vinícola. Con el tiempo, los barriles de origen norteamericano irrumpieron en el mercado como una alternativa más rentable.
En el amplio universo del roble, destacan principalmente dos tipos: el roble americano y el roble francés.
El roble americano se caracteriza por su textura más dura y un mayor rendimiento. De cada metro cúbico de este tipo de madera, es posible producir alrededor de diez barriles del tamaño mencionado anteriormente. En cambio, el roble francés, de naturaleza algo más suave, rinde aproximadamente seis barriles por metro cúbico.
Ambos tipos de roble ofrecen influencias distintas al vino. Mientras que el roble americano proporciona un aroma y sabor más intenso, evocando matices de canela y coco, el roble francés aporta un toque más sutil, infundiendo el vino con notas de frutas secas y especias.
El tratamiento al que se somete el roble es determinante en su interacción con el vino. El roble secado al aire y curado confiere un sabor más discreto, estabilizando y enriqueciendo simultáneamente el color del vino. En contraste, el roble curado en estufa dota al vino de un perfil aromático más acentuado, aunque puede comprometer la estabilidad de su color.
Los barriles de roble no son meros contenedores; tienen una participación activa en la mejora del vino. Sus tres funciones primordiales consisten en:
El tiempo útil de un barril varía en función de los objetivos del viticultor. Si el propósito principal es el trasiego o separación de sedimentos, un barril puede tener una vida útil de hasta 40 años. No obstante, si lo que se busca es infundir sabor o facilitar la micro-oxigenación, su vida útil se reduce a unos 8 años. Por ello, en el caso de los vinos de alta gama, es habitual renovar todo el conjunto de barriles cada diez años, reemplazando aproximadamente un 10% anualmente.
Diferenciar entre roble americano y francés puede parecer una tarea compleja para el ojo inexperto. No obstante, hay una pista que facilita esta tarea: es necesario observar uno de los fondos del barril. Si en algunas duelas se visualizan los radios medulares o rayos de la madera con trayectoria oblicua, es indicativo de roble americano. Por otro lado, si no se observan radios medulares muy oblicuos en ninguna duela, estaríamos frente a roble francés.
Los barriles de madera para el vino suelen llamarse de diversos modos según sus tamaños: barricas, botas, tinos... veamos cada uno de ellos:
Las barricas, esenciales para la maduración del vino, varían en tamaños. Las barricas bordelesas, por ejemplo, se encuentran en capacidades que oscilan entre 190 y 650 litros, siendo la de 220 litros la más utilizada.
Las botas, parecidas a las barricas, suelen ser de mayor tamaño y presentar más flejes metálicos. Estas pueden tener una capacidad de hasta 1500 litros, aunque las de 250 litros son las más comunes en su categoría.
Por su parte, los barriles ovales, de menor tamaño, están diseñados para servir vino sin la necesidad de embotellarlo. Se les puede ver frecuentemente en tabernas o viviendas particulares, y su capacidad va desde 1 hasta 16 litros.
Finalmente, los tinos o cubas representan los contenedores de mayor tamaño. Estos no poseen la forma ovalada típica de un barril y suelen ser troncocónicos, es decir, tienen un extremo más ancho que el otro. Las cubas se emplean para guardar grandes volúmenes de vino, y en muchas ocasiones, el vino se elabora directamente en ellas. Estas tienen capacidades que varían desde los 1.000 hasta los 50.000 litros.
Leído › 14000 veces
Fundada en 2007, Vinetur® es una marca registrada de VGSC S.L. con una larga historia en el sector del vino.
VGSC, S.L. con CIF B70255591 es una entidad inscrita en el Registro Mercantil de Santiago de Compostela, Boletín 181, Referencia 356049 en el Tomo 13, Folio 107, Sección 6, Hoja 45028, Inscripción 2
Email: [email protected] | Telf.: +34 986 077 611
Sede y oficinas en Vilagarcía de Arousa