Viernes 28 de Marzo de 2025
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"Acá no hay buenos ni malos, hay vivos y giles". Así le decía Marcos, interpretado por Ricardo Darín, a Juan, interpretado por Gastón Pauls, en "Nueve Reinas", una de las mejores películas del cine argentino. La película trata sobre cómo dos estafadores preparan un gran fraude, cuyo final sorprendió a muchos. Buenos o malos, vivos o giles, el mundo del vino no está exento de fraudes. Desde los más básicos y conocidos, como rellenar botellas o alterar añadas en algunas botellas de vino blanco para ocultar su cosecha original, pasando por algunos de los fraudes más irresponsables de la historia, como el escándalo del vino con anticongelante de 1985, hasta algunos de los más elaborados. Dentro de estos últimos, destaca Rudy Kurniawan.
Rudy Kurniawan, de origen indonesio, llegó a Estados Unidos en 1998 para estudiar en la Universidad de California. Sin embargo, apenas dos años después, ya era un habitual en las subastas de vino. Con solo 24 años, comenzó a frecuentar la tienda de vinos Woodland Hills Wine, donde conoció a Kyle Smith, quien se convertiría en su mejor amigo y enlace con el mundo del vino. A través de él, se conectó con personas influyentes y especializadas en el tema. Rudy visitaba la tienda casi a diario, bombardeando a su nuevo amigo y a otros expertos con preguntas. Así, llegó a Borgoña y se especializó en esta región vinícola. De esta forma, Rudy ingresó en un círculo selecto de catadores, donde rápidamente ganó reputación. Y es que Rudy poseía un don envidiable: una memoria prodigiosa, capaz de recordar todas las apelaciones de Burdeos y Borgoña con sus características, y una nariz prodigiosa, que memorizaba y diferenciaba cada aroma. Esto le valió popularidad y respeto en los círculos más exclusivos del vino en California. Poco a poco, se convirtió en un asiduo de las subastas más exclusivas, donde también se ganó reputación y respeto. Su actividad fue tal que, en poco tiempo, llegó a poseer la que se consideró "la mayor bodega privada del mundo", gastando alrededor de $1,000,000.00 USD al año en estas subastas.
De esta manera, Rudy comenzó a comerciar con vino de lujo, adquiriendo y ofertando etiquetas exclusivas. Su nombre se hizo cada vez más conocido y pocos lo desconocían entre los habituales de las subastas. Su vida, un sueño para muchos, lo llevó a relacionarse con las mayores personalidades del vino en California, frecuentando catas exclusivas y restaurantes selectos. Sin embargo, en esta vida de lujos, había aspectos que no encajaban. Nadie tenía claridad sobre su pasado, y las versiones sobre el origen de su fortuna variaban. Ni siquiera la policía, hasta hoy, ha podido determinar la procedencia del dinero con el que, al menos al principio, compraba los vinos. De hecho, una anécdota interesante complica aún más el panorama: en una ocasión, Rudy regresaba de una cata con su amigo Kyle Smith, a quien invitó a su casa. Kyle se sintió afortunado, pues nadie más había sido invitado. Antes de entrar, Rudy se giró hacia él, lo miró a los ojos y le dijo: «Mira, no te sorprendas por las botellas que tengo dentro. Por favor, finge que son vinos normales». Kyle lo tomó como un juego, pero Rudy, serio, le explicó que su madre creía que eran botellas de $38 a $50 dólares y que no debía saber el precio real. Tras esto, entraron, Kyle conoció a la madre de Rudy, bebieron dos botellas de vino y se marchó. La figura de Rudy era enigmática e interesante, pero nadie se preocupó por indagar más... Quizás era más fácil evitar preguntas.
Rudy, enigmático en su vida personal y pasado, poseía una gran pasión por el vino y un don especial para este mundo. Sin embargo, algo cambió. Como dijo Marcos en la película antes mencionada, «No hay nada más fácil que engañar a alguien que quiere ser engañado», y esto describe lo que sucedió. Rudy comenzó a cometer errores. En abril de 2007, Christie's, la famosa casa de subastas británica, puso a la venta cuatro botellas suyas: Château Le Pin 1982. La subasta se canceló cuando el dueño de la bodega informó que las botellas debían ser falsas, pues el número ofrecido superaba la producción real. Al ser cuestionado, Rudy alegó no recordar dónde las adquirió. Nadie insistió en el tema, las botellas se retiraron y le creyeron. Quizás influyó su reputación, sus contactos influyentes, o simplemente fue más fácil ignorar la situación y creer al dueño de la mayor bodega del mundo... Pero el problema se repetiría.
Poco después de aquel abril de 2007, comenzaron a surgir más casos. Uno de los más sonados obligó al propietario de Domaine Ponsot a viajar a Nueva York para detener la subasta de sus supuestos vinos antiguos. Rudy subastaba Clos Saint-Denis de 1945 a 1971, algo imposible, pues la primera botella de Clos Saint-Denis se produjo en 1982. Las excusas de Rudy no sirvieron; demasiados casos y vino implicado hicieron que el FBI lo investigara, y no por su prodigiosa nariz. En 2012, el FBI allanó la casa de su madre, descubriendo en el garaje un gran laboratorio de falsificación. Encontraron botellas vacías de vinos raros, etiquetas casi perfectas (usaba el mismo papel que las originales), corchos falsificados o con cera, y botellas en 'añejamiento acelerado', logrado con químicos y manipulación de la humedad. Entre todo esto, encontraron también anotaciones de Rudy y botellas de vino de California. Rudy había estado mezclando vinos de California para, cual perfumista, encontrar la fórmula que lo llevara a imitar los vinos más exclusivos del mundo. ¡Su prodigiosa nariz y su memoria lo habían ayudado a engañar incluso a algunos de los mejores sommeliers del país! Aunque, es necesario reconocer, muchas de estas botellas no se descorcharon, ya que eran adquiridas como objetos de colección.
Rudy fue juzgado por estos hechos en 2013 y sentenciado a 10 años de prisión en 2014. Además, debía pagar $20 millones en restitución y más de $28 millones a sus víctimas. Para afrontar el pago, se vendieron muchas de las botellas de su colección, lo que me lleva a preguntar: ¿eran originales? Su fama aumentó con el documental "Sour Grapes" de Netflix, que narraba su historia. En 2021, tras cumplir 7 años de condena, fue deportado a Indonesia. A pesar de su pasado, sigue siendo relevante en el mundo del vino. Ahora, a plena luz del día, crea copias legales de vinos exclusivos. Gracias a su fama y su prodigiosa nariz, recibe encargos de clientes adinerados para recrear vinos como Romanée-Conti de 1990, Petrus de 1990, Domaine Jacques-Frederic Mugnier Le Musigny de 1990 y Château Cheval Blanc de 1982. Estas creaciones se usan en catas a ciegas, comparándolas con los originales, al estilo de "los Juicios de París" de 1976. Sorprendentemente, a veces sus versiones son preferidas por los catadores, quienes las encuentran más frescas y estructuradas.
Rudy Kurniawan es, sin duda, una figura que genera opiniones divididas. Sin embargo, nadie puede negar que posee características geniales. Podemos reflexionar sobre sus decisiones y especular sobre otros caminos que pudo haber tomado, pero eso sería como jugar al gato de Schrödinger. La cantidad de vino falso en circulación es incierta y, sinceramente, creo que nunca lo sabremos con precisión. No pretendo defender, justificar ni alentar sus acciones, pero me gustaría destacar que, como dijo Marcos a Juan en el final de "Nueve Reinas", lo que hizo Rudy podría considerarse una hazaña casi imposible, fruto de la casualidad, ya que ni el mayor genio lo habría planeado. ¿Actuó solo? ¿Fue una labor titánica para una persona? No lo sé, quizás simplemente para alguien que no se llamara Rudy Kurniawan. Lo que sí sé es que me encantaría participar en alguna de sus catas y comparar sus vinos con los originales.
Salud y buen vino.
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