Jueves 14 de Noviembre de 2024
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Créanme si les digo que frecuento el mundillo de las catas en Sevilla y su hermosa provincia. Acudo a todo perfil de eventos donde el vino es el protagonista. Con maridaje, sin maridaje, con música, con historia... y cada vez son más los requisitos para que, desde ese punto de vista de exigencia que este gremio inculca, algo te impacte de forma especial. Pero cuando eso pasa, cuando se alinean los astros y disfrutas de una fantástica puesta en escena, hay que contarlo. Un maridaje sería muy pobre si nos limitamos a juntar comida con bebida. Bajo mi entender, un maridaje debe ir mucho más allá. Un maridaje es entorno, ambiente, charla, compañía y, por supuesto, bebida y comida... y todo eso se dio ayer en Lama La Uva.

Empecemos por el entorno. Lama La Uva es un rinconcito de Sevilla que, si no conoce, ya está tardando en visitar. Ubicado detrás de las populares Setas y bajo la dirección de Ana Linares, una de las narices más privilegiadas de la ciudad, pone a su disposición una amplia gama de vinos en un espacio acogedor donde la madera y los ladrillos vistos son los protagonistas. Lejos de ser un local grande, cambia dimensiones por gusto en la decoración, que es sencilla, pero elagante, combinando clasicismo con modernidad, Ayer, dentro de las dimensiones del local, descubrí un espacio nuevo que me enamoró. Una atractiva sobreplanta, con capacidad para 10 o 15 personas, que se convierte en espacio ideal para comidas, catas, celebraciones privadas y todo lo que se les pueda ocurrir, siempre que necesiten que el buen vino de Ana y su equipo esté presente. Creo que podría vivir aquí.

El ambiente, como si ya el sitio no fuera suficiente, se encargó de ponerlo aún más bonito Irene del Moral, de la empresa de distribución de vinos Delatierra. Esta profesional del sector, de sonrisa eterna, forma parte de una de las distribuidoras más prestigiosas de la ciudad que, bajo la dirección comercial de Hiniesta del Toro, tiene presencia en buena parte de la hostelería de Sevilla. Irene nos hizo un recorrido por la historia de la bodega, incidiendo en la figura de Alejandro Muchada como hilo conductor, además de ir amenizando la presentación del libro con preguntas que ayudaron a guiar el acto hasta el final de forma magistral. Esta meritoria labor de conducción la compaginó con la profesionalidad que le caracteriza haciendo posible que no hubiera una copa vacía en ningún momento del evento, regando las intervenciones con los vinos que nuestro protagonista de la tarde trajo desde Sanlúcar de Barrameda.

Tenemos entorno, tenemos ambiente, y ahora toca el plato fuerte del maridaje. La intervención de Alejandro Muchada, para quienes le conocemos, no tuvo sorpresas. Su libro, "Viñadores. Hijos de la tierra y del vino", objeto principal de este acto, no hace más que reflejar los pensamientos de este gaditano, enamorado de la naturaleza, que ha encontrado en la viña su razón de ser. Acompañado en esta aventura por David Léclapart, el otro brazo de la bodega, nos relata cómo el hombre propone y la naturaleza dispone. Ale sigue los métodos de trabajo de los antiguos mayetos sanluqueños que, sin formación profesional, utilizaban la experiencia como arma infalible para hacer frente a los obstáculos del día a día en el campo para la elaboración de vinos. Un territorio cambiante con mil factores externos que afectan a una materia prima con un fruto tan sensible y al que se le exige tanto como la uva. Sus técnicas, aún hoy, forman parte de esa sabiduría popular que, con proyectos como este, tienen garantizado que perdurarán en el tiempo. Más acertado o menos acertado, el objetivo que se persigue, se consigue. Un vino con un marcado carácter que identifica el terruño es el resultado de un proceso donde se procura molestar al vino lo menos posible desde la propia viña para conseguir de él su máxima expresión.
Esta reunión de amigos fue regada con su popular Universe 2022 y, como punto y final, un espectacular Lumier 2021 Magnum que hizo las delicias de los asistentes y que, con quesito, puso punto y final a una de esas catas que no dejaron indiferente a nadie y que me creó la necesidad de contársela. El vino de Muchada-Léclapart, un indispensable para su bodega. El libro de Ale, un imprescindible en su biblioteca.
Como reflexión final, "larga vida a los mayetos de Sanlúcar de Barrameda", que tanta felicidad nos regalan.
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