Lunes 22 de Septiembre de 2025
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En el norte de Alemania, la viticultura está cambiando debido al aumento de las temperaturas. En la región de Werder, a 35 kilómetros de Berlín, los viñedos se encuentran en el 52º paralelo norte, una latitud similar a la de Mongolia o Alaska. Allí, Manfred Lindicke dirige un viñedo de 7,6 hectáreas sobre suelos arenosos junto al río Havel. Según explica, cuando comenzó a trabajar en 1996, la vendimia solía realizarse en torno al 1 de octubre. Ahora, el inicio se ha adelantado un mes y comienza el 1 de septiembre.
La tradición vitivinícola en esta zona se remonta a la Edad Media, pero desapareció a mediados del siglo XIX por las heladas y problemas económicos. Tras la reunificación alemana, algunos pioneros recuperaron el cultivo de la vid. El aumento de más de un grado en la temperatura media entre abril y octubre desde 1990 ha favorecido este resurgimiento, según datos del Instituto Alemán del Vino.
Desde 2016, tras cambios en la normativa europea, se han autorizado nuevas plantaciones en más de 200 hectáreas del norte alemán. En Baja Sajonia, una veintena de explotaciones ha comenzado a producir vino. Jan Brinkmann, presidente de la asociación vitícola regional, señala que ahora existen temperaturas adecuadas para el cultivo. En su caso, ha sustituido cereales por tres variedades de uva en una finca de 1,5 hectáreas para buscar alternativas menos vulnerables.
El pinotin producido en Werder es ligero y afrutado. Peter Weymann, voluntario en la vendimia y consumidor habitual, afirma que los vinos alemanes ya no tienen que compararse negativamente con los italianos o españoles. Sin embargo, Manfred Lindicke advierte sobre los problemas asociados al cambio climático: vendimias cada vez más tempranas, daños por insolación en algunas variedades y sequías que han obligado a instalar sistemas de riego por goteo. También menciona otros riesgos como el granizo, las heladas tardías y lluvias intensas.
El Instituto Alemán del Vino indica que los viticultores alemanes todavía obtienen beneficios del cambio climático gracias a mejores condiciones para el cultivo. No obstante, el aumento de fenómenos extremos supone un problema añadido. Los productores deben afrontar enfermedades como mildiu tras primaveras y veranos húmedos; esca durante veranos secos y calurosos; “bois noir”, transmitida por insectos procedentes del sur de Europa; o la mosca del vinagre.
En Baja Sajonia, el cambio climático permite cultivar viñas pero también complica el trabajo cada año más. Para adaptarse a estas dificultades se han introducido nuevas variedades resistentes a hongos (“PiWi”), que ya ocupan más del 3% de la superficie vitícola nacional y más de la mitad del viñedo de Lindicke.
A estos problemas se suma una situación económica complicada desde la pandemia y una menor demanda interna. Muchos consumidores prefieren vinos baratos importados. Manfred Lindicke explica que resulta difícil competir cuando un sauvignon blanc francés cuesta 2,50 euros en el supermercado mientras que su propio vino se vende entre 12 y 15 euros.
A sus 75 años, Lindicke sigue buscando alguien que continúe con su trabajo en el viñedo.
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