Viernes 07 de Noviembre de 2025
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Las sanciones impuestas por países occidentales a Rusia tras el inicio de la guerra en Ucrania han cambiado los hábitos de consumo de vino en el país. En los supermercados rusos, las botellas de origen nacional ocupan ahora la mayor parte del espacio, desplazando a las marcas francesas, italianas y sudamericanas que antes eran habituales. El aumento de los precios y la menor disponibilidad de vinos importados han llevado a los consumidores a buscar alternativas locales.
Según Yury Yudich, responsable del comité de viticultura rusa en la Federación de Restauradores y Hoteleros, el vino ruso representa ya cerca del 60% del mercado nacional, frente al 25% que tenía hace una década. Yudich explica que la subida de impuestos a productos procedentes de países considerados “no amistosos” ha sido uno de los factores que ha impulsado este cambio. Además, señala que los precios de los vinos importados han subido entre un 30% y un 40% desde la imposición de las sanciones. A pesar de ello, muchos consumidores todavía se están acostumbrando a los sabores propios del vino ruso.
En Moscú, las estanterías muestran sobre todo vinos rusos, georgianos y armenios. Las sanciones internacionales sobre Rusia superan las 25.000 desde la anexión de Crimea en 2014, aunque la mayoría se han impuesto tras el inicio del conflicto en Ucrania en 2022. La tradición vitivinícola en la zona del mar Negro es antigua, pero sufrió graves daños durante el siglo XX debido a la revolución, la guerra civil y las campañas contra el alcohol impulsadas por Mijaíl Gorbachov en 1985. Muchas viñas desaparecieron entonces.
Tras la caída de la Unión Soviética en 1991 y una década marcada por la inestabilidad económica, algunos inversores comenzaron a adquirir tierras en el sur del país para recuperar la producción vinícola. Para ello contaron con expertos procedentes de Francia e Italia. Un ejemplo es la bodega Côte Rocheuse, situada cerca del mar Negro. Irina Yakovenko, directora técnica y responsable de producción, explica que comenzaron a vender vino en 2022 y ese mismo año abrieron sus puertas al público para visitas turísticas. Desde entonces han aumentado su producción cada año y las ventas siguen creciendo. Sin embargo, Yakovenko indica que tienen un límite tanto en superficie cultivada como en capacidad productiva: medio millón de botellas anuales.
La bodega Côte Rocheuse cultiva variedades europeas como Merlot, Cabernet Sauvignon, Pinot Noir o Chardonnay, junto con uvas autóctonas como Krasnostop Zolotovsky, originaria de la región de Rostov. Aunque utilizan maquinaria francesa e italiana para parte del proceso, sus vinos reflejan las características propias del suelo y el clima rusos.
El presidente Vladimir Putin ha defendido públicamente la capacidad económica del país para soportar las sanciones y ha pedido a empresas y funcionarios que busquen fórmulas para sortearlas. Putin considera estas medidas ilegales e injustificadas. En este nuevo escenario, algunos consumidores muestran su preferencia por los productos nacionales. Galina Romanova, una visitante de la bodega Côte Rocheuse, afirma que le gustaría que las nuevas generaciones optaran por vinos rusos antes que por italianos o alemanes porque considera que “los nuestros son los mejores”.
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