El vino de la casa, pura historia

Un grandilocuente término que hoy en día no tiene nada que ver con sus orígenes

Javier Campo

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Los orígenes del vino de la casa se remontan a la época en que las posadas o mesones lo ofrecían. Este periodo de tiempo se sitúa sobre el año 1.600, según algunos autores, y el 1.100 según otros historiadores. Una posada o un mesón era un local cerca de un camino de paso. Las distancias entre un pueblo y otro (o ciudad) eran bastante notables para la época ya que el viaje se realizaba a pie, en carro, en burro o a caballo quien lo tuviese.

Aun así, y dependiendo de las clases sociales y de lo pudientes que pudieran ser los viajeros, estos locales ofrecían hospedaje, comida y bebida amén de un establo para guarecer a los animales.

La comida servida estaba limitada a las cosas que el propio mesonero y su familia podían producir o cultivar. Aunque en épocas de bonanza y tras unas monedas de plata se podían encontrar algunas viandas como las de un capón o un cordero, los platos estrella de las posadas eran tres básicamente: pan, queso y vino.

Obra de Angel María Cortellini Hernández "No more Wine. Tavern Scene" 1847 - Colección Carmen Thyssen-Bornemisza (Málaga)

De los propios cultivos de trigo y otros cereales se elaboraba el pan que no siempre era tierno. El queso se producía con la leche de los pocos animales de los posaderos y era sin lugar a duda el plato fuerte. Por último, el vino, considerado en aquellas épocas, más que nunca, un alimento, también lo hacia el mesonero y sus artes de elaboración podían haber sido heredadas o aprendidas, entre las que se encontraba el rebajar el vino con agua para alargarlo o acompañarlo con queso si no estaba "muy allá".

Es de esta época donde el refranero popular nos regala "que no te la den con queso" o "con queso y vino se hace el camino". Y es en esta misma época donde aparece el término vino de la casa, es decir, el elaborado por el propio local que lo servía. Claro está que, no todos tenían viña, por lo que lo compraban o cambiaban por otro producto a alguien de las proximidades. Fijaros que lo de producto de proximidad no es nuevo.

Ya conocemos el origen de lo que es el vino de la casa. Pero ¿eso tiene que ver con lo que conocemos hoy en día? Pues no. En la mayoría de los casos debería llamarse vino recomendado. Llamar vino de la casa al vino que se sirve en un local de la provincia de Tarragona y resulta que cuando lees la etiqueta (si la lleva) pone que está hecho en Albacete... pues no sé yo.

Sobre todo, porque en muchos lugares se hace vino y si no, cerca también se hace vino. Esto te da varios mensajes. Primero que el precio del vino de una zona u otra es ostensiblemente diferente. Después que el restaurador no tiene ni idea de vino y, por ende, de restauración.

Otra cosa también es que el consumidor si le preguntas si quiere blanco o tinto y te contesta "lleno!". Es decir, le da absolutamente igual.

El vino recomendado (sí, el vino de la casa) no tiene porque ser ni el más barato ni el más malo. Todo lo contrario. Cuando el restaurador recomienda un plato, te muestra el que tiene más éxito y, sin embargo, cuando lo hace con el vino ¿tiene que ser el más barato o de menor calidad? No ¿verdad?

Pues señoras y señores aplíquense el cuento y cambien VINO DE LA CASA por VINO RECOMENDADO y dejemos pasado atrás y en eso, en historia.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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