Martes 08 de Julio de 2025
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Durante mucho tiempo, trabajar en el mundo del vino parecía una carrera de fondo reservada a sommeliers, enólogos o ingenieros agrónomos. El imaginario colectivo todavía asocia el sector con conocimientos técnicos, catas, maridajes sofisticados y largas jornadas de estudio. Pero en la actualidad, este universo se ha expandido mucho más allá de las copas y los manuales.
Hoy, el vino necesita ser contado, mostrado, vivido y compartido. Y para eso, se requieren perfiles creativos, empáticos, digitales y con una mirada fresca sobre cómo conectar una botella con una persona. En otras palabras, no hace falta ser sommelier para tener un rol valioso (y estratégico) dentro de esta industria.
La profesionalización del enoturismo, el auge de la venta directa, la transformación digital y el creciente interés del consumidor por las historias detrás de cada vino han abierto nuevas puertas. Bodegas, vinotecas, distribuidores y proyectos independientes están buscando más que conocimiento técnico: necesitan equipos que entiendan branding, experiencia de cliente, comunicación, hospitalidad, diseño, estrategia comercial y creación de comunidad.
No es casualidad que en ferias, catas o eventos del sector, los perfiles que más crecen no siempre vienen del aula técnica, sino de áreas como el marketing, la hotelería, el diseño gráfico, las redes sociales o la producción de eventos.
Aunque no cuentes con formación enológica, hay muchos caminos para acercarte profesionalmente a este universo. El primer paso es reconocer qué habilidades podés aportar y qué te interesa construir. Algunos perfiles con gran potencial de inserción hoy en día incluyen:
La clave está en desarrollar una mirada propia y posicionarte como alguien que aporta valor real al negocio más allá de lo técnico.
La buena noticia es que no necesitás años de carrera universitaria para formarte. Existen cursos cortos, talleres específicos, capacitaciones online y diplomaturas orientadas a distintas áreas del negocio del vino. Algunas sugerencias:
Invertir en este tipo de formación es estratégico: no solo adquirís herramientas, sino que empezás a integrarte al ecosistema profesional.
Una de las mejores formas de entrar al mundo del vino es mostrar interés, criterio y coherencia en lo que comunicás. La marca personal es clave: no se trata de "postear vinos", sino de compartir aprendizajes, mostrar tu voz, contar tus experiencias e interactuar con otros actores del sector.
Participar en ferias, recorrer bodegas, asistir a lanzamientos o incluso trabajar como voluntario en eventos vinícolas puede darte contactos, visibilidad y oportunidades concretas. También podés crear tu propio contenido: una newsletter, un blog, un canal de YouTube o una columna en una revista local.
Hoy más que nunca, el vino también se vive desde lo digital. Y en ese terreno, tener formación en marketing es una ventaja enorme.
El mundo del vino está cambiando, y con él, los caminos para sumarse a la industria. La técnica seguirá siendo valiosa, claro, pero cada vez gana más fuerza quien sabe emocionar, interpretar y construir relaciones. Y ahí, ser sommelier ya no es el único punto de entrada. Hay muchos más. Y están esperando a perfiles como el tuyo.
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