Martes 17 de Junio de 2025
Leído › 1324 veces
Hay eventos que se organizan. Y luego está el Copa Jerez Forum 2025, que no se organiza: se orquesta. Porque lo que se vivió los días 2 de junio en el Teatro Villamarta de Jerez fue mucho más que un congreso enológico-gastronómico: fue una sinfonía de conocimiento, talento, entrega y, cómo no, vino. Mucho vino. Pero del bueno, del que no solo llena la copa, sino también la conversación, la emoción... y el alma.
Desde aquí, lo primero: felicidades al Consejo Regulador del Marco de Jerez por demostrar una vez más que se puede hablar del vino con rigor, con elegancia y también con alegría. Un reconocimiento especial y muy merecido a Carmen Aumesquet, directora de promoción, por su trabajo impecable, su sensibilidad con los detalles y su capacidad de transformar un programa técnico en una experiencia viva, emocionante, cercana y profundamente andaluza.
Y no podemos empezar este artículo sin agradecer el trabajo espectacular del equipo de sala, que ofreció un servicio de copas y armonías con una profesionalidad y soltura digna de los mejores restaurantes del mundo. Qué manera de servir. Qué temple. Coordinaban las degustaciones con precisión milimétrica mientras los grandes chefs y ponentes desplegaban todo su arte sobre el escenario.
¿Y qué decir de esas armonías? Cada pequeño bocado era una declaración de intenciones. Un discurso sin palabras. Un brindis desde la cocina. Porque aquí no se vino solo a hablar de maridajes. Aquí se vivieron. Se sintieron. Se saborearon con respeto, con atención y con una sonrisa.
Con una asistencia diversa, comprometida y entregada —desde sumilleres de toda Europa a cocineros, periodistas, enólogos y estudiantes— el Copa Jerez Forum 2025 fue un punto de encuentro. Una llamada a todos los que amamos este rincón vinícola del mundo para recordarnos que el Marco de Jerez no es solo una denominación de origen: es una forma de entender la vida.
Y ahora que estamos todos sentados a la mesa, copa en mano, vamos a ir sirviendo los platos fuertes: las ponencias, los momentos clave y esos nombres que brillaron en escena y que merecen ser contados con calma, con cariño y con un guiño de humor. Desde mi punto de vista. Porque si algo tuvo este foro, además de nivel, fue alma.
En cada edición de Copa Jerez hay nombres que uno espera ver con alegría, como cuando ves entrar a un buen amigo por la puerta de la taberna. Javier Benítez es uno de esos nombres que no solo aparecen en el programa, sino que se graban en la memoria. Conocido por su labor directiva en Canal Sur Radio y Televisión Andaluza, y con su bandera radiofónica ondeando fuerte en su programa "Tierra de Vinos", Javier volvió a demostrar que la comunicación, cuando se hace con pasión y conocimiento, puede ser tan emocionante como una buena crianza bajo velo.
Esta vez no subió al escenario a dar una ponencia, sino a hacer algo más difícil: dirigir un debate coral sobre sostenibilidad, donde cada voz era potente y cada ponente podía haber sostenido una conferencia propia de una hora. Pero ahí estuvo Javier, como un director de orquesta fino y elegante, marcando los tiempos, cuidando los silencios, dejando que cada intervención brillara sin que nadie eclipsara a nadie. Qué difícil y qué bien lo hizo.
Fue un coloquio con altura, pero también con hondura. De esos donde no se lanza discurso vacío, sino ideas que calan. Porque la sostenibilidad no es un eslogan para Javier, es un compromiso, un deber, una pregunta que debe hacerse cada día quien trabaja con la tierra, la viña, el vino o la palabra.
Y nosotros, los que estábamos sentados en el Teatro Villamarta, salimos de allí no solo informados, sino transformados. Con un aprendizaje nuevo bajo el brazo, como debe ser: porque quien no aprende algo nuevo cada día, pierde una copa de sabiduría que la vida le está sirviendo.
Además, no olvidemos que Javier es un apasionado declarado del Marco de Jerez. Ama estos vinos con una devoción que se cuela entre sus palabras, sus entrevistas, sus espacios. Es un embajador de Andalucía, de los que no necesitan medalla, porque la llevan puesta en el acento y en la intención. Y da igual si está en la radio, en la tele o en un coloquio con media docena de primeras figuras: él es tierra, es vino, y es palabra sabia puesta al servicio de los demás.
En un foro donde se habló mucho de sostenibilidad —y con razón— hay personas que no necesitan definirla, porque la encarnan. Uno de ellos es Juanlu Fernández, co-propietario y jefe de sala y alma del restaurante Cañabota, reconocido con una estrella Michelin. Y no, su intervención en la mesa redonda no fue solo interesante: fue reveladora. Porque cuando Juanlu habla, no lanza eslóganes. Te comparte vivencias. Y ahí, amigo, está la diferencia.
Formó parte del coloquio moderado magistralmente por Javier Benítez, y su voz, pausada pero firme, aportó una profundidad que no se encuentra en los libros, sino en los años de oficio, en las madrugadas de mercado, en los días buenos y en los días duros de cocina. Juanlu no solo conoce la sostenibilidad del producto —que vaya si la conoce—, sino la más difícil de todas: la sostenibilidad del esfuerzo, del saber, del compromiso diario.
Porque si hay algo verdaderamente sostenible, es una trayectoria como la suya, forjada sin atajos y con copa de vino y cuchillo bien afilado: no para cortar, sino para construir. Lleva años formándose, reinventándose, viajando, aprendiendo... todo para poder ofrecer al cliente no solo un plato, sino un mensaje, una emoción, una historia servida en copa y plato.
Y eso se notó. Su intervención en el foro fue un pequeño máster de humildad y excelencia. Habló del mar con la pasión de un marinero, y de la tierra con el respeto de un agricultor. Describió los procesos en hostelería como un coreógrafo que conoce cada paso y cada pausa. Y lo hizo sin impostura, con ese estilo tan suyo: elegante, reflexivo, directo al corazón.
Quien tenga la suerte de coincidir con él —aunque sea un café rápido entre ponencias— que no lo deje escapar. Pregúntale. Escúchale. Porque Juanlu no solo es un Jefe de Sala, también te enseña sin pretenderlo.
Y si hablamos de vino, Juanlu es uno de esos apasionados que no entiende de etiquetas, sino de emociones. Le da igual de dónde venga el vino, siempre que te emocione, que te hable, que te lleve a ese terruño donde fue criado. Porque para él, como para muchos de nosotros, el vino no se bebe: se viaja.
Eso también es sostenibilidad: sostener el conocimiento, el oficio, la pasión, y compartirla con generosidad. Y eso es exactamente lo que hizo Juanlu Fernández en Copa Jerez Forum 2025.
En el mundo del vino —y más aún en el universo del maridaje— hay quienes llegan con libros bajo el brazo, y quienes llegan con alma. Y Carla Ibáñez llegó con las dos cosas. Juventud, sí. Pero también madurez sensorial, inteligencia emocional y una capacidad de conectar sabores, aromas e historias que muchos veteranos envidiarían. Porque Carla no solo estudia el vino, lo interpreta. Y no solo interpreta: lo pone al servicio del arte gastronómico como quien enmarca un cuadro con la moldura perfecta.
Durante el Copa Jerez Forum 2025, participó en la ponencia dedicada a los sabores de México y su maridaje con los vinos del Marco, compartiendo escena con chefs y sumilleres de ambos lados del Atlántico. Y ahí, entre mole y manzanilla, entre historia y frescura, Carla brilló. Porque tiene eso que no se aprende: instinto y sensibilidad. Y lo combina con lo que sí se estudia: técnica, conocimiento y una formación rigurosa que se nota en cada palabra que dice.
Desde su puesto como sumiller en el Restaurante Lú, Cocina y Alma, en Jerez, acompaña cada plato —auténticas obras de arte en miniatura— con vinos que no solo armonizan, sino que elevan. No busca el aplauso fácil ni el maridaje efectista. Busca emocionar con elegancia, y eso, amigos, es otra liga.
Carla viene del nuevo mundo, sí, pero con un respeto y una finura que la hacen embajadora ideal del viejo mundo. Tiene la mirada abierta de quien ha cruzado océanos, pero también el oído atento de quien escucha al viticultor que le habla de albariza, de velo de flor, de pagos con nombre propio.
Su intervención en el foro fue como ella: fresca, brillante, serena. Un testimonio de lo que ocurre cuando el conocimiento se mezcla con la pasión, y cuando la juventud se abraza al legado sin miedo. Carla no impone, propone. No presume, comparte. Y eso es oro líquido en un congreso como este.
Porque sí, amigos: la sostenibilidad también es esto. Es apostar por una nueva generación que no solo respeta el pasado, sino que lo entiende, lo estudia y lo honra desde la copa.
Hay profesionales que brillan por lo que dicen. Otros, por lo que hacen. Y luego está Robert Tetas, que brilla por ambas cosas... y también por lo que hace posible sin que se note. En su intervención en el Copa Jerez Forum 2025, como parte del coloquio sobre el steak tartar y su maridaje con los vinos de Jerez, Robert demostró una vez más que el talento no siempre se expresa a través del protagonismo, sino también —y sobre todo— en la forma de cuidar a los demás.
Desde su lugar como co-propietario y jefe de sala del restaurante Sobretablas, trajo al escenario una mezcla precisa de elegancia, atención, generosidad y maestría. No solo compartió reflexiones con tino y buen criterio, sino que, mientras el debate avanzaba entre grandes nombres, él estaba pendiente de que todos los ponentes tuvieran su copa servida, su comodidad garantizada, su momento para expresarse. Eso no es solo profesionalidad. Eso es vocación de sala. Eso es saber estar.
En un panel con figuras de altísimo nivel, supo leer los silencios, ceder espacio cuando tocaba, y retomarlo con naturalidad cuando el ritmo del debate lo pedía. Incluso tuvo el detalle —pequeño solo en apariencia— de dar voz a Adrián Collantes, chef premiado y algo eclipsado por el peso comunicativo de los colosos que le rodeaban. Y ahí estuvo Robert, como un buen jefe de sala, detectando la necesidad y dándole solución sin hacer ruido. Clase pura.
Y si hablamos de vino, Robert no solo entendió el plato, sino que le habló con el vino adecuado. Fue uno de los que defendió el fino como armonía perfecta para el steak tartar. Y lo defendió con argumentos, con sensatez, con sensibilidad hacia el consumidor y respeto absoluto al producto. Porque sí, el amontillado es un lujo. Y el oloroso tiene un carácter brutal. Pero el fino, con su delicadeza y frescura, fue el único que respetó al plato sin disfrazarlo.
Decía Robert, y con razón, que el fino no compite con el tartar, sino que le deja ser. Y eso es también una lección de vida, ¿verdad? No siempre hay que destacar, a veces lo importante es saber acompañar bien. Lo mismo que él hizo con sus compañeros de mesa, lo hizo el vino con el plato. Y eso, más que un maridaje, es un espejo.
Y por si faltaba algo, su amor por los vinos del Marco de Jerez es tan honesto como práctico: siempre con la cabeza en la excelencia y los pies en el suelo. Pensando no solo en la armonía ideal, sino en cómo esa armonía será recibida por el comensal. Porque un buen sumiller no busca la ovación del técnico, sino la sonrisa sincera de quien disfruta.
Así es Robert. Y así fue su paso por Copa Jerez Forum 2025: una clase magistral de hospitalidad, de empatía y de respeto al producto, al vino y a las personas.
Hay ponencias que se recuerdan por lo que se dijo. Y luego hay otras que se recuerdan por cómo se vivieron. Y lo que pasó en el escenario con Cristina Lasanta y César Saldaña, durante su ponencia sobre los vinos sin fortificar del Marco de Jerez, fue una de esas joyas que combinan información, novedad, pedagogía... y un momentazo que bien podría haberse llevado el premio al mejor sketch técnico de la historia del foro.
La noticia era de las que hacen historia: por primera vez, se abre la puerta dentro del pliego de condiciones del Marco de Jerez a vinos con 14 grados, que pueden alcanzar esa graduación de manera natural, sin encabezado. Un giro de guion que trae aire fresco, devuelve protagonismo a la uva y permite mostrar otra cara del Jerez: más ligera, más directa, más auténtica. La ponencia, organizada con mimo, nos permitió incluso catar dos vinos y comparar la diferencia en copa. Un ejercicio sensorial bien llevado, bien explicado y mejor ejecutado.
Pero... ay, amigos. Lo que se convirtió en leyenda no fue solo el contenido, sino el efecto bucle que nadie vio venir.
La cosa fue así: algún alma distraída del equipo de sonido —que seguro tenía buen corazón, pero mal control de micros— dejó un micro abierto, y de pronto empezamos a escuchar la misma frase repetida en eco, en un bucle infinito, como si el vino, en vez de criarse bajo velo, estuviese girando en una lavadora.
Y ahí, cuando lo fácil era incomodarse, cuando cualquiera podría haber mirado al técnico con cara de "¿pero tú qué haces?", apareció la magia de César Saldaña. Con esa sonrisa suya que desarma hasta al más escéptico, y con una naturalidad de las que ya no se enseñan, transformó el fallo en un show de humanidad, cercanía y carcajadas compartidas.
Porque ahí está la clave: en vez de disimular, se rió. En vez de fruncir el ceño, improvisó. En vez de cortarse, abrazó el momento con elegancia y sentido del humor. Y Cristina, como buena compañera de escenario, siguió el juego con ese saber estar tranquilo, inteligente y lleno de contenido que la define.
Fue un momento de esos que no aparecen en el programa, pero que se llevan todos los aplausos. De esos que no estaban previstos, pero que terminan siendo lo más comentado en los pasillos, en las copas posteriores y en este artículo, claro.
Y esto, queridos lectores, también es parte del directo. Porque en todos los eventos siempre hay algún micrófono traicionero, pero no siempre hay un César Saldaña capaz de sacar oro del error. Su reacción fue una masterclass de liderazgo, empatía y humor andaluz del bueno. Una prueba de que la grandeza no está en no fallar, sino en saber reírse y hacer reír cuando las cosas no salen como uno espera.
Así que desde aquí, mi aplauso fuerte y sentido para Cristina, por su rigor y serenidad, y para César, por su autenticidad, su carisma y ese arte que tiene hasta cuando todo se tuerce... o empieza a girar en bucle.
Cuando se cierran las puertas del teatro, cuando ya no quedan copas por servir ni ponencias por aplaudir, es cuando uno empieza a digerir de verdad lo vivido. Y lo que ha pasado en este Copa Jerez Forum 2025 no se mide en datos, ni en titulares, ni siquiera en el número de catavinos llenos. Se mide en personas. En emoción. En humanidad.
Porque, más allá de lo técnico, de lo académico o de lo gastronómico, lo que nos llevamos de este foro es un pellizco en el pecho. Un reencuentro con lo esencial. Un recordatorio de por qué amamos este mundo del vino con tanta intensidad.
Desde los pasillos del Teatro Villamarta, donde el murmullo se mezclaba con aromas de crianza, hasta el escenario, donde cada palabra resonaba como si saliera de una bota de roble... todo, absolutamente todo, ha estado impregnado de verdad. De autenticidad. De alma andaluza.
Este foro nos ha recordado que el vino no es una bebida. Es una forma de contar quiénes somos. Es historia, es futuro, es trabajo, es paciencia... pero sobre todo, es encuentro.
Y yo, que he tenido la suerte de vivirlo, de saborearlo, de emocionarme en cada intervención y de reírme con cada improvisación bien llevada, solo puedo dar gracias por formar parte de esta comunidad tan hermosa como es la del Marco de Jerez.
Porque el vino no está hecho solo de uvas. Está hecho de momentos. De miradas. De silencios. De brindis por los que están... y por los que faltan.
Y este foro ha sido, sin duda, uno de esos momentos que uno se guarda con mimo en la solera del alma.
Leído › 1324 veces
Fundada en 2007, Vinetur® es una marca registrada de VGSC S.L. con una larga historia en el sector del vino.VGSC, S.L. con CIF B70255591 es una entidad inscrita en el Registro Mercantil de Santiago de Compostela, Boletín 181, Referencia 356049 en el Tomo 13, Folio 107, Sección 6, Hoja 45028, Inscripción 2
Email: [email protected] | Telf.: +34 986 077 611
Sede y oficinas en Vilagarcía de Arousa