La complejidad de los vinos dulces

Maridajes asombrosos con vinos dulces

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Lunes 16 de Junio de 2025

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Es común escuchar a los wine lovers decir que les gustan los vinos dulces. Sin embargo, muchas veces se refieren a una tendencia específica que apela al gusto por el azúcar residual, especialmente presente en los llamados red blends. Pero hablar de vinos dulces es algo mucho más complejo de lo que parece, y va mucho más allá de un simple toque de dulzor. Detrás de cada botella de vino dulce hay todo un proceso fascinante.

Diría que, irónicamente, los vinos dulces tienen poco que ver con esa moda de los red blends. Los vinos dulces forman una categoría aparte, que representa un nicho muy interesante en el mercado. Son vinos pensados para crear maridajes que verdaderamente provocan un efecto "wow" en el paladar. Pocos imaginan lo mucho que se puede lograr con un vino dulce a la hora de armonizar sabores. Las combinaciones pueden ser asombrosas, superando por mucho a maridajes más convencionales.

Pero antes de hablar de eso, aclaremos: ¿qué es un vino dulce?

Un vino dulce es aquel que conserva una cantidad considerable de azúcar residual en el producto final. Esto puede lograrse mediante distintos métodos: interrumpiendo la fermentación antes de que las levaduras conviertan todo el azúcar en alcohol, mediante la acción de la Botrytis cinerea (la llamada "podredumbre noble"), o con cosechas tardías. Aunque cada técnica da lugar a un perfil diferente, todas comparten la misma intención: mantener una importante carga de dulzor.

Un detalle interesante de estos vinos es que, en muchos casos, su contenido alcohólico es más bajo, precisamente porque la fermentación no se completa. Sin embargo, hay excepciones, como los vinos fortificados (por ejemplo, el Oporto), que sí presentan altos niveles de alcohol y, aun así, pueden ser dulces.

Dentro del universo de los vinos dulces encontramos estilos como los de cosecha tardía, los afectados por la podredumbre noble, los ice wines y muchos más. Son vinos con una complejidad increíble: en vista pueden ir del amarillo intenso hasta tonos ámbar; en nariz, ofrecen notas de frutas confitadas, miel, especias e incluso algunos toques ahumados; y en boca, son densos, sedosos, pero equilibrados gracias a una acidez vibrante. Esa acidez es, precisamente, lo que les permite crear maridajes fuera de serie.

Su versatilidad los hace perfectos para acompañar platos especiados, helados de sabores intensos, quesos muy curados, embutidos con buena cantidad de grasa, aceites aromáticos, vegetales potentes como la cebolla o el ajo, y frutos secos, especialmente nueces. Todo esto abre un abanico de posibilidades muy interesantes.

Para cerrar, te invito a imaginar un vino de postre acompañando un habano de fortaleza media. ¿Ya se te hizo agua la boca? ¡Exacto! Esa es la magia de los vinos dulces: son complejos, intensos, sensuales y, sobre todo, inolvidables.

Es más... si yo fuera un vino de postre, sería un Oremus Tokaji Aszú, pero no cualquiera: ¡un 6 Puttonyos! Un vino profundo, que te invita a disfrutarlo despacio, y por supuesto... a maridarlo.

Escrito por Kiandra Mercedes, CEO Zaquewines

Corrección de estilo por IA

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