Martes 20 de Mayo de 2025
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Discípulo de gigantes de la alta cocina francesa, el chef Romain Lascarides ha forjado su talento a la sombra de las estrellas Michelin. Nacido en Grenoble hace 36 años, su formación como sous-chef junto a dos leyendas vivas como Arnaud Donckele (10 estrellas Michelin) y Yannick Alléno (17 estrellas Michelin) le ha permitido absorber una visión única de la cocina francesa: rigurosa, técnica, pero también creativa y contemporánea. Ocho años trabajando codo con codo con estos maestros han dotado a Romain de una base sólida, en la que la excelencia es el punto de partida, no el destino.
Hoy, ese saber hacer brilla con luz propia en Allégorie, su primer proyecto gastronómico en Madrid. Ubicado en el barrio de Chamberí, el restaurante abrió sus puertas a finales de 2023 de la mano del empresario francés Pierre Couturier. Allí, Romain propone una cocina refinada y moderna, alejada de clichés, que coloca la salsa en el centro del plato como alma y columna vertebral de cada creación. Su enfoque recuerda al de un perfumista culinario, donde cada ingrediente y temperatura dialogan en armonía para construir una experiencia evocadora, precisa y profundamente gustativa.
Cosmopolita por vocación, Lascarides combina la técnica francesa con producto local e influencias globales. Antes de aterrizar en Madrid, pasó dos años en Sídney al frente de uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Desde su llegada a España, ha querido romper moldes y demostrar que la nueva cocina francesa también puede ser ligera, contemporánea y profundamente conectada con el territorio que la acoge.
Lo mejor que he aprendido a nivel humano es que la cohesión del equipo es muy importante para el éxito de un restaurante. Ya estaba convencido de eso antes de empezar en esta profesión, y mi experiencia con estos chefs me lo ha confirmado.
Desde el punto de vista culinario, diría que, me enseñaron la forma de construir un plato. Estos dos grandes chefs tenían identidades distintas, pero, en última instancia, una visión muy similar.
Madrid se estaba desarrollando mucho en el sector gastronómico, ofreciendo una oferta culinaria muy diversa e interesante. También me había dado cuenta de que los restaurantes franceses en el extranjero no reflejaban realmente la realidad de la cocina francesa actual, y había muy pocos restaurantes franceses en Madrid. España y Francia están muy cerca culturalmente. Así que me fui a Madrid, porque creo que es un lugar donde puedo expresar plenamente mi cocina y satisfacer al consumidor madrileño, que siempre busca nuevas experiencias culinarias.
Pude ver en Sydney el reflejo de distintas cocinas asiáticas, respetando las tradiciones de cada una de ellas, ya sea gastronomía coreana, japonesa, tailandesa o vietnamita. Me acerqué además, a las cocinas india y china de distintas regiones, que son muy diferentes entre sí. Intento utilizar varios elementos de cada una de esas cocinas y a veces ello ayuda a darle sentido a un plato.
La cocina italiana también forma parte de mi identidad. Me ha seguido toda mi vida por mis orígenes, mi ciudad natal, donde la cocina italiana está muy presente porque está asentada una gran comunidad italiana. Finalmente, por supuesto, está el sur de Francia, donde trabajé durante mucho tiempo y donde hay una influencia italiana muy fuerte.
La cocina francesa se construye mucho sobre concentraciones de gustos. Trabajar la salsa es darle sentido y envergadura. El mundo de los vinos y los aromas es muy emblemático de Francia. La salsa está en relación directa con este universo. Compongo las salsas con ensamblajes, elementos concentrados por el frío o lo caliente, que se encontrarán en el plato bajo otro aspecto, con otras texturas y temperaturas.
La salsa influye mucho en el plato porque permite unir todos estos elementos. Durante la degustación, es ella la encargada de conmover, ya que concentra la esencia de cada uno de los elementos en un solo bocado.
Los productos locales son muy importantes en mi cocina. Quiero respetar el país y el entorno en el que me encuentro, su tierra y su saber hacer. Por ejemplo, a los agricultores, que me permiten acceder a productos de proximidad procedentes de explotaciones del norte y del sur de Madrid, así como a todos aquellos que ofrecen productos de calidad constante, lo cual es muy importante.
Es esencial componer platos con un hilo conductor, incluso añadiendo elementos de diversos horizontes, pero que dan sentido y otra dimensión al plato, por su adecuación. Los equilibro evitando distorsionarlos. El equilibrio es fundamental en la cocina francesa.
La frontera está en mantener la esencia, los códigos y el ADN de la cocina francesa, desarrollando al mismo tiempo cada elemento, las asociaciones, especialmente las salsas. Buscamos una intensidad de placer, lo bueno no es suficiente, intentamos constantemente ir más allá de lo bueno.
Todos los platos me representan, son la síntesis de una multitud de cosas. Cada plato está compuesto de la misma manera, con profundidad, elección, reflexión y sensualidad.
En primer lugar, busco crear una paleta de gustos, con cierta cronología, que voy a utilizar en la salsa. Ella es la protagonista absoluta, para dar a cada plato del menú más fondo, y no quedarse sólo con una forma bonita. Aunque construyo platos estéticos, busco sobre todo que tengan alma.
Me gusta mucho la vieira, que para mí es un producto mágico. Para empezar, tiene una textura muy característica.
Luego tiene sabores y texturas muy diferentes según cómo se cocine y la temperatura a la que se consuma. Escalfada, asada, a la parrilla, cruda, marinada, ahumada, cocida en su propia cáscara, ofrece un abanico muy amplio de combinaciones.
Quiero que mis clientes sientan una cierta sensación de bienestar, una armonía entre sus sentidos y sus emociones. Que se sientan en un lugar único por la combinación de cada detalle, desde la cocina hasta el servicio (que permite dar vida a mi cocina), creando una simbiosis perfecta que dejará huella en su memoria y, en consecuencia, hará que quieran volver.
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