Estados Unidos y China reducen aranceles y reabren el mercado vinícola bilateral

La reducción de aranceles crea una nueva competencia para productores europeos, australianos y sudamericanos

Lunes 12 de Mayo de 2025

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El acuerdo anunciado este lunes, 12 de mayo, entre Estados Unidos y China para la suspensión parcial de sus aranceles recíprocos tiene implicaciones directas para la industria del vino en los principales países productores y exportadores. La decisión, que reduce temporalmente los impuestos a la importación de productos entre ambas potencias durante 90 días, puede generar cambios relevantes en los flujos comerciales del sector vinícola.

En el caso de Estados Unidos, el recorte de los aranceles del 145% al 30% sobre los bienes procedentes de China podría traducirse en una mayor presencia de productos chinos en el mercado estadounidense. Sin embargo, en el ámbito del vino, China aún no es un exportador fuerte hacia Norteamérica, por lo que el impacto será limitado en volumen. Más importante para el sector vinícola norteamericano es la decisión de Pekín de reducir del 125% al 10% los aranceles sobre productos estadounidenses. Esta rebaja abre una ventana de oportunidad inmediata para que los vinos californianos, que han sufrido durante años una fuerte caída en sus ventas al mercado chino debido a los gravámenes, vuelvan a posicionarse de forma competitiva frente a los vinos europeos y australianos.

China, que en la última década se ha consolidado como uno de los principales destinos de vino embotellado del mundo, ha sido un mercado clave para productores de Francia, España, Italia, Chile y Australia. Con la reentrada de Estados Unidos en condiciones más favorables, estos países podrían verse afectados por una redistribución de cuota de mercado. Francia y Australia han mantenido históricamente una posición preferente en China, mientras que Chile se ha beneficiado de acuerdos bilaterales con ventajas arancelarias. España e Italia, por su parte, han tratado de consolidar su presencia apostando por vinos de buena relación calidad-precio.

Si los vinos estadounidenses comienzan a recuperar terreno con precios más competitivos, los exportadores europeos podrían verse presionados a ajustar sus márgenes o redoblar esfuerzos promocionales. En el caso de Chile y Argentina, la situación es distinta. Chile tiene un tratado de libre comercio con China, lo que le ha permitido mantener sus exportaciones estables, incluso durante la escalada arancelaria entre Washington y Pekín. Esta medida no altera sus condiciones actuales, pero sí introduce un nuevo competidor con capacidad de producción a gran escala. Argentina, que también busca crecer en el mercado asiático, podría encontrar más obstáculos para consolidarse si el mercado se satura con vino estadounidense más barato.

Australia, que había perdido buena parte de sus exportaciones a China tras un fuerte incremento de aranceles en años anteriores, podría ver con preocupación esta nueva etapa. Aunque no se ve directamente afectada por el acuerdo, sí puede quedar desplazada en el segmento de vinos de gama media, justo el que Estados Unidos podría retomar con más fuerza. La situación es parecida para Sudáfrica, que tiene presencia en China pero con volúmenes menores. El margen de maniobra para Sudáfrica dependerá de su capacidad para ofrecer productos diferenciados o acuerdos específicos con distribuidores locales.

Además del movimiento de vinos hacia China, el efecto contrario también puede sentirse en Estados Unidos si el mercado se ve inundado de productos chinos con menores aranceles. Aunque el vino no figura entre los principales productos que China exporta hacia Occidente, las bodegas chinas han incrementado su calidad y producción. Esto podría suponer una entrada paulatina de vinos chinos en el mercado estadounidense, con especial interés en los segmentos de bajo precio o en restaurantes de gastronomía asiática, que podrían apostar por etiquetas nacionales.

En conjunto, este alivio temporal de los aranceles puede alterar el equilibrio en varios mercados clave, aunque su duración de 90 días limita su impacto estructural. Si se convierte en un marco de largo plazo, obligará a todos los actores del sector a revisar sus estrategias comerciales y de exportación.

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