Miércoles 21 de Agosto de 2024
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JC Sancha en la viña Cerro La Isa
Una de las peculiaridades que llevamos incrustadas en nuestros genes y que nos define como humanos es el gusto de vivir, el deseo incansable de sorprendernos con nuevas experiencias y retos. Y en esto, el catar y degustar vinos de calidad, son ensayos gozosos que nos podemos permitir aquí en La Rioja... más aún si puedes estar en la viña con el hacedor de esos vinos. Pero el camino recorrido hasta aquí, aunque ahora accesible para disfrutar, ha sido arduo a través de los avatares en la historia de la producción de vinos, aquí en Rioja o en cualquier otro territorio vitícola.
La verdadera revolución en Rioja se produjo a partir de 1985 cuando, instaurada y asimilada la entrada de España en la Unión Europea, con fondos y ayudas comunitarias fueron cambiando los paisajes urbanos y agrícolas, mejorándolos sustancialmente. Por lo que respecta al mundo del vino, el acceso al dinero y los adelantos surgidos en industrias relacionadas con su producción... aquí en Rioja se materializaron modernizando instalaciones, construyendo multitud de bodegas (pequeñas casi todas) y, por supuesto, creando estudios universitarios de Enología en la Universidad de La Rioja, que a la sazón también fue creada ese tiempo. Así podemos decir que la gran revolución de Rioja surgida en esos años ha sido posible gracias a novísimos productores utilizando últimos conocimientos técnicos y científicos.
Fue justamente durante esos años de efervescencia social, de innovación en todos los órdenes y de superación de los viejos paradigmas, cuando empezaron a surgir jóvenes talentos que -sin boinas y con osadía- definitivamente han modificado el perfil de los vinos de Rioja con resultados excelsos. Los resultados se fueron viendo sobre todo a partir de las cosechas 1994-95 y poco a poco fueron saliendo al mercado vinos identitarios que mostraban las distintas sensibilidades creadoras y los diferentes territorios del Rioja.
Estos movimientos creativos han acabado dando como resultado el presente estado de la cuestión vitivinícola en España en sus diferentes zonas, por lo que se puede afirmar que nunca antes en su historia se ha producido tanto vino y -lo más importante- tan bueno.
En muchos pueblos de los diferentes territorios de la DOC Rioja fueron surgiendo individualidades con carácter y estudios, conocimientos y ganas de trabajar. Nombres de lugares y de protagonistas están en la mente de las personas que gustan disfrutar vinos de calidad. De entre tantos nombres ahora insignes por sus grandísimos vinos, como arquetipo que compendia y manifiesta esta gloriosa realidad, me acerco a Baños de Rio Tobía para hablar con un viejo conocido y admirado hacedor de vinos que encarna y sintetiza como ningún otro profesional el título de este artículo: Juan Carlos Sancha.
Licenciado en enología por la Universidad de La Rioja. Ingeniero en Industrias Alimentarias. Master en Viticultura y Enología por la U. Politécnica de Madrid. Doctorado en Viticultura y Enología; y durante largos años hasta hoy en día Profesor en la Universidad de La Rioja; curso tras curso formando profesionales, muchos de los cuales a su vez están sorprendiendo con magníficos vinos.
Baños de Rio Tobía no es San Vicente de la Sonsierra con visionarios como Abel Mendoza, Marcos Eguren o Benjamín Romeo; ni tampoco es Laguardia con Juan Carlos López de Lacalle o Carlos San Pedro, ni Alfaro con Álvaro Palacios y últimamente con Carlos Mazo en Aldeanueva; sin embargo, la zona del Alto Najerilla -por esas cosas que en La Rioja suceden- solo recientemente ha despertado interés en prescriptores, sumilleres e incluso Masters of Wine, obviamente gracias a las prácticas vitícolas y enológicas "académicas" de Juan Carlos Sancha. Y eso que ya publiqué hace bastantes años en un artículo: "En la cuenca fluvial del Rio Najerilla, en el suroeste del gran valle del río Ebro, los parajes son sencillamente impresionantes en su belleza escondida, trazas de naturaleza primigenia y genuina. Entre hermosas plantaciones de nogales, lindes boscosas, olivares y otros cultivos se engarzan las cepas de viejas viñas de garnacha y tempranillo. Recorrer esos pagos entre Alesón y Camprovin, Cárdenas, Baños de Rio Tobía, y subir hasta donde se cierra el monte, a lo más alto y más al sur de La Rioja, es la oportunidad máxima y óptima de otear al completo el impresionante circo natural del gran valle riojano del Ebro, o sea, La Rioja en toda su magnitud. Sin duda es la zona por descubrir y disfrutar".
En esta zona se ha elaborado vino desde tiempos de los romanos, y más adelante -a través de los de Gonzalo de Berceo-. Los ancestros del Profesor Sancha hicieron lo propio, produciendo vinos "como toda la vida" llamados claretes tiempo ha, o de cosechero o, si se quiere, vinos autodidactas. No más que él -como otros productores- quería tener su propia bodega. Su impulso vital le llevó a superar circunstancias y trabas; de esta manera, su ímpetu creador se fue incubando según iniciaba sus estudios universitarios, se gestó elaborando vinos para bodegas de renombre, se fraguó con el ejercicio de la docencia, auspiciando y realizando tareas investigadoras de campo (y en el campo) junto al Profesor y Doctor Fernando Martínez de Toda... para finalmente materializarse -en el espacio polivalente de su bodega- en la creación de vinos únicos que lo han catapultado a la cima y verse su bodega Ad Libitum incluida entre las 20 mejores bodegas de Rioja, según Tim Atkins MW. Ad Libitum, la bodega boutique de Juan Carlos Sancha, es un regalo cualitativo para significar el nombre Rioja. Él, además de sus labores docentes e investigadoras en la Universidad de La Rioja, continúa la tradición familiar y, en esa zona antaño marginal, hogaño –gracias a su empuje y empeño- es un banco de pruebas fecundo: 30 variedades, más las viejas garnachas poliédricas de Peña el Gato, más los cultivos ecológicos, más el primer vino natural que empezó a elaborar hace unos años, más los campos de multiplicación, más las microvinificaciones didácticas. Juan Carlos hace lo que le gusta; y gusta lo que está haciendo. Y lo mejor está por llegar. Sabiduría, conocimiento compartido y arte para transfigurar límites y ponerlos en una copa.
Tomando muestra de una barrica con la pipeta
Todo esto que menciono es muy notorio. Pero hay más: realizando desde la Universidad denodados esfuerzos para recuperar variedades autóctonas minoritarias, buscando su interés enológico; creando bancos de germoplasma para cultivarlas y luego ver su comportamiento en la vinificación y en su paso por el roble (hitos logrados han sido la Maturana tinta y blanca, y la Monastel, sus preferidas). Juan Carlos resalta datos curiosos como -por cosas que solo en La Rioja suceden- si el Consejo Regulador no hubieran aprobado las variedades blancas foráneas (Verdejo, Chardonnay, Sauvignon Blanc) no se habrían aceptado variedades propias de aquí. Consideremos que su Tesis Doctoral versó sobre estas variedades que fueron recuperando él y Martínez de Toda para ver su posible interés enológico... Y sorprendámonos con el hecho de que en 1912 (o sea, incluso después de la filoxera) había en Rioja 44 variedades cultivadas; la garnacha era la predominante) pero en los últimos 50 años la tempranillo, con su versatilidad casi se queda sola en los campos. Pero solo 7 variedades tintas han llegado a ser reconocidas. Para él su mayor acierto ha sido el alumbramiento de la Maturana tinta y blanca. Y como su lucha no termina, sigue empeñado en recuperar las garnachas que históricamente se han cultivado en su zona, así como abrir caminos que permitan innovar desde las raíces propias, frente al error estratégico de haber traído variedades extrañas a estos ambientes climáticos que tenemos en Rioja. Además, desde hace unos años, es pionero en la nueva categoría Viñedo Singular con uno de sus vinos de la viña más vertical de Rioja: Cerro La Isa.
Pero sobre todo es Peña el Gato (subir hasta arriba con él es una experiencia inolvidable) el nombre que él ha puesto en el mapa del panorama mundial vitívinícola. Con las uvas de esas cepas centenarias de garnacha que sobreviven en esas laderas en un radio de 3 kilómetros, elabora 10 vinos diferentes de parcelas de distintos viticultores. Además, con su interés constante en buscar especificidades, de la misma Peña el Gato elabora 4 vinos diferentes: 1. Un vino fermentado y criado en barricas con sulfitos durante 11 meses. 2. Otro igual al anterior pero sin sulfitos. 3. Otro fermentado y madurado en tinajas de arcillas distintas rojas y blancas. 4. Otro igual al anterior pero utilizando un precioso huevo de roca granítica.
Y así sucede: catar esos vinos "académicos" es más que una experiencia didáctica. Al final, la cosa es bastante simple: cuando tú realizas prácticas enológicas estudiadas y estas son muy cuidadosas y respetuosas con las uvas, estas te devuelven vinos exuberantes en nariz y acariciantes en boca. Luego, además, te puedes dar o no la oportunidad de "jugar" con o sin sulfitos (hay evidencias que el sulfuroso se utiliza desde hace 130 años).Tengamos en cuenta que en los sellos de ecológico, biodinámico, natural, el uso o no de sulfitos es tema harto vidrioso (fíjate por ejemplo que, en vez de sulfitos, se puede utilizar Lisozima, que se extrae de las lágrimas; Estilbenos, que se extraen de los sarmientos; Tanino elágico, que se extrae de la flor de castaño). Sumemos a lo anterior que el sulfuroso -aún en cantidades mínimas- interactúa con los vinos más de lo que se pensaba, y afecta a las prestaciones organolépticas del mismo, como por ejemplo "robando" color al vino.
Para concluir con datos perceptibles toda esta información y consideraciones, me he dado la oportunidad -compartiéndola con un grupo de personas- de realizar la cata (casi) única -apenas son 2.000 botellas de cada vino- de Peña el Gato Ecológico y Peña el Gato Natural. Los dos provienen de la misma parcela y han sido vinificados y madurados durante 11 meses exactamente igual por Juan Carlos. La única diferencia radica en 35 miligramos de sulfuroso añadido en el ecológico. Ambos exhiben una factura formal en todos los parámetros; efectivamente, muestran acedemicismo. Se percibe fruta golosa, mágica; vinificación impecable; extracción increíblemente ajustada para conseguir una expresión frutal omnipresente... uno tiene la sensación de que, después de 29 años de catas profesionales, nunca antes he percibido cómo se le desnuda el alma a la variedad garnacha riojana. Un milagro tal que, para Gonzalo de Berceo en su cueva de Suso, seguro habría sido una experiencia mística probarlo y habría entrado en éxtasis, pues "Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino". En nariz se expresan aromas de frutos negros de bosque muy maduros, montaraces a la vez que sutiles. Pero es en boca donde se encienden todas las alarmas en su encuentro con el paladar: pura delicia, delicado, potente, sabroso, fino; explosiones de sabor que empiezan en la punta de la lengua y llegan de forma mistificadora al núcleo de todas las células neuronales. Durante la cata, a mi particularmente el cerebro ha hecho "Boom" para empezar, atolondradamente, a expresarse las hormonas del placer. Degustar ambos vinos a la vez es vivir toda una experiencia holística. Cuando se les da la oportunidad de que se oxigenen, despliegan una paleta aromática que retrata la unción de la tierra con el cielo. Pureza y complejidad. La cata entonces se concreta en una suerte de experiencia sinestésica, rayana en lo místico. Amén.
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