Eat My Trip: brunch con sabor, calidad y técnica en pleno centro de Madrid

Una referencia imprescindible del brunch, gracias a su creatividad, ejecución impecable, ambiente acogedor y servicio atento, que garantizan una experiencia gastronómica fresca, sabrosa y auténtica

Jueves 31 de Julio de 2025

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En pleno corazón de Madrid, a escasos pasos de la bulliciosa Gran Vía, Eat My Trip se alza en la calle Barco, 8 como uno de los templos indiscutibles del brunch capitalino. Su privilegiada ubicación no es el único reclamo: lo que comenzó como una propuesta singular ha terminado por consolidarse, por méritos propios, como una de las mejores experiencias de brunch en la ciudad.

La fusión de "Breakfast" y "Lunch" ha evolucionado en Madrid desde su concepción inicial como opción ocasional de fin de semana hasta afianzarse como una fórmula gastronómica con entidad propia, presencia estable en la oferta diaria y alineada con una demanda que valora tanto el contenido como el contexto: el producto, la presentación, el ambiente y, cada vez más, la experiencia como conjunto en un acto social y hedonista.

Una propuesta con alma: cocina global, estética cuidada y servicio ejemplar

Debido a su buena acogida, ha proliferado en Madrid una amplia oferta de locales que se autodenominan "brunch" sin ofrecer una propuesta real acorde al concepto. Muchos de ellos se limitan a ampliar el desayuno tradicional con algún extra, sin ambición culinaria ni intención de construir una experiencia completa. Esta banalización del término ha generado cierta confusión en el consumidor y, al mismo tiempo, ha elevado el valor diferencial de aquellos espacios que entienden el brunch como una oportunidad creativa y expresiva. Es aquí donde Eat My Trip se desmarca con claridad.

Detrás del proyecto está Genia, una emprendedora con visión internacional que, tras recorrer medio mundo en busca de sabores auténticos, decidió reinterpretar el desayuno occidental con una mirada lúdica y global. Su filosofía alimenta e invita a viajar a través del plato. Cada receta fusiona lo familiar con lo inesperado, combinando referencias del desayuno americano con guiños asiáticos, centroeuropeos o mediterráneos. Eat My Trip no es solo un lugar para comer bien: es una celebración del sabor, el color y la emoción. Esa filosofía se refleja también en el espacio, diseñado con una estética moderna y acogedora donde predominan los azules de la marca, suavizados con matices crema que aportan calidez. El local se organiza en dos zonas diferenciadas: un área exterior y un salón interior más amplio y relajado, ideal para grupos.

Más allá del espacio, merece especial mención el servicio, ejemplificado en la atención de Alexandra y Lorena. Ambas demuestran un dominio del ritmo de sala, difícil de encontrar en un lugar tan concurrido: resolutivas, cercanas sin ser invasivas, atentas a cada detalle y siempre dispuestas a guiar al comensal tanto en la elección como en el entendimiento del concepto. Tal como nos explicó Alexandra, el público objetivo es mayoritariamente internacional, aunque cada vez son más los madrileños que se acercan atraídos por la reputación del local. Grupos grandes de amigos o familias forman parte del perfil más habitual, lo que hace especialmente recomendable reservar con antelación, sobre todo durante los fines de semana o en temporada alta.

Huevos, tostas y sabores del mundo en clave creativa

Comenzar el recorrido por la carta salada de Eat My Trip con el Macho Ibérico Benedict es, sin duda, una declaración de intenciones. Dos huevos poché perfectamente ejecutados —con esa rara precisión que consigue mantenerlos íntegros hasta el momento de romperlos— coronan un bikini de queso fundido con un velo de salsa holandesa trufada, jamón ibérico crujiente y espinacas salteadas, sobre una base ligeramente ahumada de BBQ. El resultado es un bocado profundo, envolvente, donde el crujiente salino del jamón y la untuosidad de la yema trazan un equilibrio difícil de igualar. La presentación es impecable, y aunque el pan pueda resultar un punto firme en exceso, posiblemente debido al tostado, no empaña la armonía del conjunto. Las patatas rústicas lo complementan y prolongan la intensidad del plato al poder mojarlas con salsa barbacoa. Una opción imprescindible en la carta, rica en matices y con posibilidad de personalización mediante extras como aguacate, jalapeños o salmón marinado.

Además de opciones con el huevo como protagonista, destacan las tostadas con combinaciones tan equilibradas como la Burrata del Huerto, de corte más mediterráneo, o la Tostada Mexicana, donde el guacamole, los frijoles y el pico de gallo conviven con frescura sobre una base de hummus de tomate seco. La tercera línea —la más viajera y distintiva— incluye la Tostada Tokio, con salmón marinado, salsa de anguila y guacamole; el Ottoman Brunch, con yogur turco, tahini y za'atar; o los Thai Huevos Benedict, una fusión sorprendente con garbanzos, cacahuete tostado y salsa Panang.

El arte de lo goloso con técnica, contraste y mucho sabor

El apartado dulce es otro de los grandes bloques: pancakes, french toast y bowls frescos permiten al comensal elegir entre el capricho más goloso o una opción ligera sin renunciar al sabor.

Entre la amplia oferta de pancakes (pavlova, canadienses, americanos y caramelo salado) optamos por el Choco Loco y quedamos gratamente sorprendidos de cómo algo en apariencia tan simple puede esconder tantas capas de elaboración y, sobre todo, desmarcarse con soltura de una competencia feroz. En la cúspide del plato, un pequeño helado de palo actúa como bandera, incrustado en un mar de Nutella. Bajo esta cubierta se esconden los pancakes superesponjosos y húmedos, con una miga delicada que retiene perfectamente la jugosidad. Servido con fruta fresca de temporada, almendras y granola casera, que aportan frescura, contraste y textura crujiente. Por si no fuera suficiente, incluye un recipiente individual de salsa de chocolate casera, para que el comensal pueda decidir cómo y cuándo incorporarla. Un resultado goloso, juguetón y sorprendentemente bien ejecutado.

Colores, texturas y proteína en una propuesta armónica

En el bloque saludable, el apartado de bowls se presenta bien estructurado y equilibrado, cumpliendo con el método del plato (proteína, vegetales, hidratos y grasas saludables). Entre el Buddha y el Nuevo Bowl Latino, a mi juicio destaca el Ganas de Salmón, abundante, fresco y muy bien resuelto, tanto en cantidad como en combinación de sabores. El arroz salvaje actúa como base saciante y aromática, sobre la que descansan unos champiñones salteados con salsa holandesa de trufa que aportan profundidad y un punto umami muy marcado. El salmón marinado en casa, suave y de sabor limpio, se acompaña de un tartar de tomate para refrescar el conjunto. La mezcla de rúcula y espinaca suma textura y verdor, mientras que los dos huevos poché, de nuevo perfectamente ejecutados, coronan el bol aportando untuosidad y proteína.

Propuesta líquida y dulce que completa una experiencia redonda

El apartado de postres caseros pone el broche final a la experiencia con un repertorio que, sin ser extenso, denota mimo, oficio y coherencia con el resto de la carta. Todos los pasteles, tartas y galletas se elaboran in situ, garantizando frescura y un control absoluto sobre los ingredientes, incluidas las versiones sin gluten o veganas.

Entre las opciones, destaca especialmente la tarta de zanahoria con harina de almendra: jugosa, húmeda y equilibrada, con ese toque ligeramente especiado tan característico. En la superficie incorpora un generoso frosting de crema de queso y almendra para contrarrestar el dulzor. Todo ello fundido con la textura casi abizcochada de una masa que se deshace en boca. Está perfectamente horneada, sin excesos ni sequedad, y refleja un dominio del punto justo de cocción. Otras opciones incluyen la tarta de queso con frutos rojos; una versión con Nutella más intensa; galletas veganas sin gluten para quienes buscan algo más ligero; y un brownie de almendra que se puede completar con helado, elevando el postre sin complicaciones.

La carta líquida comienza con una cuidada selección de cafés de especialidad que abarca desde los clásicos espresso, cortado o cappuccino hasta versiones más elaboradas con siropes caseros como vainilla o caramelo salado, disponibles en distintos tamaños y con distintas intensidades de café. La sección de lattes invita al juego y al capricho, con propuestas como el pistacho chocolate latte, el chocolate latte tradicional o el llamativo latte Barbie teñido con polvo de remolacha. En la oferta fría, la creatividad se despliega con bebidas como el Geisha cold brew infusionado en frío, junto a combinaciones frescas y originales como el Nitro latte, el Coffee Orange Cooler o el Ginger Coffee Tonic. Por último, el apartado de tés y bebidas alternativas pone el foco en superalimentos y mezclas saludables, con opciones como matcha limonada con miel, chai latte con leche de avena, cúrcuma latte o el greenberry matcha con frutos rojos y leche fresca. Para quienes buscan algo aún más natural y lleno de color, los smoothies Tropical, con piña, plátano, mango, naranja y leche de coco, y Tutti Frutti, con fresa, frambuesa, mora, plátano y zumo de naranja, ofrecen un broche fresco, vitamínico y vibrante que completa la propuesta líquida de forma equilibrada y atractiva.

EatMyTrip se posiciona como una de las propuestas de brunch más completas y consistentes de la capital. La calidad del producto salta a la vista y al paladar, con una cocina cuidada al detalle, bien resuelta en lo técnico y muy atractiva en lo visual. Las presentaciones son alegres, coloridas y reflejan una identidad propia, alejada del simple postureo. El servicio acompaña con un trato amable, rápido y resolutivo, que suma puntos a una experiencia dinámica y redonda. Un espacio donde se disfruta sin prisas y se percibe que hay trabajo, intención y mucho criterio detrás.

Un artículo de Alberto Sanz Blanco
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