Úrsula Marcos
Jueves 03 de Julio de 2025
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La inteligencia artificial ha comenzado a transformar la forma en que las bodegas españolas y extranjeras comunican, diseñan y venden sus vinos. En los últimos años, herramientas como GPT-4o y generadores visuales han permitido a las empresas lanzar campañas en cuestión de días y ajustar mensajes casi al instante. Este avance ha llevado a la Denominación de Origen Calificada Rioja a aprobar en 2024 un protocolo que invita a las bodegas a informar en sus páginas web si el contenido ha sido producido por un algoritmo. El sector del vino, muy ligado a la autenticidad y la tradición, observa con atención estos cambios y teme que la automatización pueda diluir la voz humana que durante décadas ha contado la historia de cada viñedo.
Bodegas Ramón Bilbao, con sede en Haro desde 1924, utilizó por primera vez un generador de imágenes para crear doce propuestas de etiqueta inspiradas en los cuadernos de viaje de su fundador. El equipo comprobó que el sistema reproducía caligramas con un estilo similar al de los mapas antiguos, algo difícil de lograr con métodos tradicionales en tan poco tiempo. Sin embargo, la directora de marketing, Ana Salazar, explica que optaron por mantener un ilustrador humano para la versión final porque el algoritmo repetía iconografía y colores, y porque un dibujo hecho a mano transmite mejor la relación personal con el terruño.
El debate sobre si una plataforma digital puede narrar con credibilidad la influencia del suelo o el clima es uno de los asuntos centrales en esta discusión. En Francia, Château Clerc Milon lanzó en 2023 un asistente de voz entrenado con datos históricos que describe añadas desde 1970 y sugiere maridajes según la estación. En Chile, Viña Concha y Toro integró un filtro de realidad aumentada que proyecta animaciones sobre la mesa mientras el enólogo comenta los matices del vino en tiempo real. Estas innovaciones aumentan la interacción con el consumidor, pero también abren la puerta a posibles manipulaciones: un productor podría exagerar cualidades o inventar premios sin control externo.
El Parlamento Europeo debatió en abril una enmienda al Reglamento sobre Prácticas Comerciales que obligará a indicar con un icono visible, desde enero de 2027, todo contenido publicitario generado sin intervención humana. Bruselas defiende que la transparencia es fundamental para proteger el patrimonio cultural alimentario europeo. Las organizaciones agrarias piden ir más allá y exigir que los algoritmos utilicen solo datos verificables sobre producción, tratamientos agrícolas y huella de carbono. Temen que sistemas opacos favorezcan a las marcas con más recursos económicos y dificulten la visibilidad de pequeños productores.
La propiedad intelectual es otro punto sensible. Cuando un programa entrena con miles de etiquetas registradas, surgen dudas sobre plagio. LegalWine, una firma barcelonesa especializada en derecho vinícola, calcula que el coste medio de un litigio por copia supera los 40.000 euros si se exige retirar botellas del mercado y destruir existencias. En febrero, una ilustradora madrileña denunció que un modelo difundido entre diseñadores reproducía caligrafías suyas empleadas para una bodega del Priorat. El caso se resolvió mediante acuerdo privado, pero reavivó el debate sobre los límites entre inspiración algorítmica y copia directa.
El uso de datos personales sin permiso expreso también preocupa al sector. Varias tiendas online han admitido entrenar motores de recomendación con historiales de compra no autorizados por los usuarios. El Reglamento General de Protección de Datos obliga desde 2018 a solicitar consentimiento específico para usos comerciales. La Agencia Española de Protección de Datos ha impuesto multas superiores a dos millones de euros al sector vinícola en los últimos doce meses por estas prácticas. Las plataformas afirman que van a habilitar menús para que el visitante decida si acepta personalización automática o prefiere ver un catálogo neutral.
La dimensión cultural del vino añade complejidad al debate. Muchos aficionados valoran la narrativa transmitida durante las visitas a bodegas y el contacto directo con viticultores. Si se automatiza ese relato, existe el riesgo de homogeneizar la experiencia e imponer un tono publicitario que borre matices regionales. Un estudio presentado en junio por la socióloga francesa Camille Perrin muestra que el 62 % de los compradores desconfía de una nota de cata generada por máquina si no aparece el nombre del experto responsable del texto; entre mayores de 50 años ese porcentaje sube al 75 %.
Algunas bodegas boutique ven oportunidades en esta tecnología para acceder a mercados internacionales sin grandes inversiones. La startup bilbaína WineLingua ofrece traducción automática especializada en enología en 19 idiomas mediante una tarifa mensual asequible. Según su director, Iker Aramburu, un productor pequeño puede presentar su gama en japonés o coreano y recibir pedidos online sin intermediarios ni equipos comerciales propios.
Las empresas tecnológicas aseguran que es posible usar inteligencia artificial de forma responsable si existen límites claros. OpenAI y Google ofrecen opciones para verificar el origen de las sugerencias generadas y filtrar afirmaciones no respaldadas por datos reales. Sin embargo, muchas bodegas pequeñas carecen de especialistas para revisar cada línea antes de publicar contenidos promocionales o fichas técnicas.
El profesor Marcos Bentancor, experto en ética digital en la Universidad de La Laguna, propone crear un sello supervisado por consejos reguladores para garantizar que todo contenido generado por inteligencia artificial haya sido revisado por profesionales acreditados antes de su publicación.
La Organización Internacional de la Viña y el Vino prevé para 2026 un aumento superior al 30 % en el uso de soluciones basadas en aprendizaje automático dentro de programas de fidelización y clubes de suscripción. Esta tendencia coincide con una caída prolongada del consumo tradicional en Europa y el auge entre jóvenes adultos de bebidas bajas en alcohol. Las bodegas buscan captar nuevos públicos acostumbrados a servicios personalizados como Netflix o Spotify.
En España ya existen ejemplos concretos del uso comercial creativo de inteligencia artificial aplicada al vino. Grandes Vinos desarrolló junto a DeuSens una campaña interactiva para su gama El Circo durante Barcelona Wine Week: los usuarios pueden elegir variedades o estados de ánimo y recibir vídeos personalizados generados automáticamente con estética circense. Grupo Marqués del Atrio empleó inteligencia artificial para animar la etiqueta del vino Conde del Pazo; mediante código QR se accede a una narración creada digitalmente donde el propio personaje cuenta historias sobre el producto.
Herramientas como MidJourney o DALL-E permiten crear imágenes originales partiendo solo de descripciones textuales; otras plataformas generan vídeos o animaciones adaptadas al perfil digital del consumidor. Esta personalización masiva plantea preguntas éticas sobre privacidad: las empresas deben obtener consentimiento explícito antes de analizar datos personales para publicidad dirigida.
Los algoritmos pueden identificar patrones y preferencias individuales con gran precisión e influir así sobre decisiones de compra; esto obliga al sector vinícola a extremar la responsabilidad publicitaria debido al carácter alcohólico del producto.
Algunos críticos temen que este enfoque analítico desplace el arte y la intuición humana tradicionalmente asociados al vino; otros defienden que se trata solo de herramientas complementarias útiles tanto para consumidores como para productores.
Aplicaciones como Vivino o Preferabli ya recomiendan vinos basándose en valoraciones previas e historial digital; otras sugieren maridajes inteligentes combinando análisis químico y perfiles sensoriales.
El sector vinícola se encuentra ante una transformación profunda impulsada por nuevas tecnologías pero también obligado a reflexionar sobre límites éticos y buenas prácticas comerciales. La confianza del consumidor dependerá tanto del uso transparente como responsable que hagan las bodegas españolas e internacionales respecto a estas herramientas digitales avanzadas.
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