Lo más alto de la Rioja Alta

Nuevas bodegas en La Rioja alta sorprenden con sus vinos

Lunes 09 de Junio de 2025

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Cogiendo moras de zarza entre Villaseca y Fonzaleche. Fotos de Alfredo Selas

Sea como fuere o como tenga que ser, en los tiempos que estamos viviendo es cuando realmente se están sentando las bases en unos casos -en otros es ya una bella realidad- para que los vinos de pueblos de La Rioja más al noroeste de Haro suban de escalafón y sean reconocidos.

Esas tierras fronterizas de la rioja más alta y occidental, con sus viñas que están en el límite de cultivo de la DOCa Rioja, en la cara sur de los Montes Obarenes, desde los Riscos de Bilibio en Haro, pasando por Villalba y la peña Gembres hasta los picos de Cellorigo, y más al occidente hasta Fonzaleche... están reclamando atención por la importancia que tiene en el perfil de los vinos la influencia atlántica.

El origen de un vino está en los suelos, y por esto es fácil entender por qué esta zona tiene los dos valores principales para lograr vinos de altura: los aspectos geográficos de los suelos y la actividad biológica que en ellos se da. Características determinantes son además latitud y altitud, orientaciones perfectas de las viñas, drenajes posibilistas, grado de erosión comedido. Todo ello suma para forjar vinos cuyo carácter diferenciador de la zona es: maduración lenta por la altitud, acidez y pH bajo que conforman el factor equilibrio y en la rioja más extrema se expresa en vinos con finura, frescura y "flavour".

En el caso de la zona riojalteña que va desde las cuencas del Oja-Tirón hasta las faldas de los Montes Obarenes, se pueden establecer vínculos entre el perfil de un vino y las diferentes microzonas o parajes; es decir, en la cata se pueden percibir huellas, características propias de las diferentes viñas. Para ello, acompañadme a conocer dos bodegas que realmente están en los confines más altos de la rioja alta.

¿Por qué? Si estás pensando en terrenos ideales para plantar viñas que den uvas de calidad genuina, por suelo, horas de sol, luminosidad, pluviometría moderada, altitud y latitud... esta zona aquilata todas esas cualidades más otra primordial: aires sanos, naturaleza casi virgen. Casi todos los días del año, pero más aún en Agosto-Septiembre, al atardecer, según se va poniendo el sol, se levanta un viento que barre toda la vertiente sur de los Montes Obarenes desde Pancorbo hasta la Sonsierra riojana. Esos vientos refrescan drásticamente el ambiente, a la vez que humedecen las plantas durante la noche; y además ahora, con el desafío climático, los otoños son más suaves. Y ya sabemos cómo de bueno es eso para generar uvas de calidad: maduración lenta, a lo que se añaden esos contrastes térmicos en estas zonas de altitud que obligan a las cepas a engrosar el calibre de los hollejos.

Las plantas de tempranillo son muy influenciables por el entorno en que intentan medrar; tienen esa tendencia a absorber lo que tienen alrededor y, por supuesto, la altitud y sus climas, más los suelos, son fundamentales desde los Riscos de Bilibio hasta Fonzaleche y Treviana, Por eso la variedad tempranillo es variedad indígena de La Rioja y encuentra en estos ambientes difíciles su más sentida y delicada expresión. Y si no, mirad esas cepas viejas plantadas en vaso que desborran antes (de ahí su nombre tempranillo) y que tienden a madurar antes que otras variedades (y que los nuevos clones en espaldera) para optimizar las condiciones climáticas; pero, eso sí, se ha de controlar la producción en el caso de las viñas más nuevas.

Por toda la zona estamos viendo una nueva generación de lo que serán los diferenciados tintos de la rioja alta del futuro. Ello es posible gracias al ambiente tan privilegiado de esta zona para producir uvas de gran calidad, ante el cual uno se siente embargado por la belleza de una naturaleza que encanta por su sencillez, que infunde respeto por lo que se respira; y que percibes cuando te envuelve en su magia, hasta el punto en que tu estado de ánimo mejora por tanta luz que te deja con la boca abierta. Texturas de nubes blancas y un paisaje silente te invitan a tocar cielo, a tocar suelo. No puedes dejar de mirar y admirar los paisajes de viñas con racimos de uvas que luego se trasmutan en vinos de calidad, vinos de trago largo, esencia de sabores atlánticos con matices continentales.

La Rioja es una casualidad geológica o zona de transición natural en medio de dos realidades climáticas opuestas: el Cantábrico atlántico y el Mediterráneo cálido, con la meseta Castellana continental como tercer invitado al fondo. Y mira por dónde resulta que en la zona han llegado a combinarse una suerte de simbiosis poco menos que perfecta entre las variedades viníferas y el medio geográfico. En el caso de la variedad tempranillo, esta viene a encontrar estos lares como más idóneos para medrar a su gusto, por su configuración edafológica, ambiente climático y régimen de lluvias tan propicio (las cepas de tempranillo precisan de un aporte hídrico cíclico y regular en los meses de verano, que las masas de aire caliente que por aquí se forman regularmente tienden a elevarse y se enfrían para caer luego como tormentas de verano. Por otra parte, la garnacha y la graciano están dando vinos que reflejan de modo auténtico el carácter de cada una, no solo de la zona sino de cada viña.

Veamos dos bodegas en lo más alto de la rioja alta aún no muy conocidas. Ruiz Alfaya es una bodega reciente que se encuentra en el diminuto y bucólico pueblo de catorce habitantes, Castilseco, justo al abrigo de los Montes Obarenes; desde ahí se ve –mirando hacia el sur- todo el esplendor de la Sierra de la Demanda. En la bodega Ruiz Alfaya, Robert es quien trabaja 17 ha de viñas plantadas a casi 600 metros de altitud, mientras su esposa Ana Fernández oficia en la bodega no solo con los vinos sino de modo muy exitoso dando servicios de enoturismo de alta calidad. A ella le gusta mimar los procesos para ofrecer experiencias enoturistas, desarrollando un "turismo total" con visitas a las viñas, maridajes de sus vinos con pinchos de categoría, comidas privadas en el calao, visita privada a la iglesia de Castilseco del siglo XIII que se encuentra al lado de la bodega. En resumen, en la visita a esta única bodega del pueblo te encuentras con detalles insospechados: desde la íntima terraza de la bodega donde una leyenda dice: "Bésame en este banco" hasta servilleteros artesanales de madera pintados y decorados con motivos relacionados con el vino. Sus vinos blancos y tintos se venden y se beben con facilidad; su rosado de muy pocas botellas es todo un amable regalo para disfrutar.

La otra bodega que quiero reseñar es San Martín de Ábalos (que está dentro de la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja) se encuentra en el precioso pueblo Fonzaleche, en la zona límite de cultivo de la DOC Rioja; en esos terrenos el abrigo de los Montes Obarenes (en un clima atlántico a 600 metros de altitud, vientos y escaso régimen de lluvias) predominan las arcillas calcáreas se encuentran y ahí sobreviven los viñedos más arriesgados de La Rioja, En los alrededores de Fonzaleche, ciertas viñas en su orografía quebrada gozan de microclimas donde las cepas de tempranillo y garnachas viejas dan uvas soberbias que aportan caracteres de finura y suavidad que luego se manifesta en los vinos. Juanjo Parrón es el hacedor, trabaja 7 ha de las cuales 3 son de cepas centenarias. Hay que reseñar que el hábitat es natural, auténtico en su pureza de aires sanos: las viñas comparten su espacio con perdices, corzos, conejos. Juanjo me da a catar el Maturana, que expresa los caracteres robustos de la variedad, pero afinados por el impacto de la altitud que encanta con su fina acidez. El garnacha La Chica Fina es vino de una sola viña muy vieja (apenas 400 botellas) la cual manifiesta la singularidad, la esencia de un paraje ciertamente abierto al occidente, con sus inclemencias, veranos cortos y otoños largos. El vino es una delicia, espléndido en todos los parámetros, una rareza, una oportunidad única de disfrutar la expresión insospechada de unas cepas que se crecen ante el desafío climático que, paradójicamente, también abre nuevas expectativas. Al menos en ese territorio.

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