Mendoza y glaciares andinos

La superficie glaciar argentina abastece a la población y la agricultura

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Sábado 29 de Marzo de 2025

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En 2025, la ONU destacó la urgente necesidad de conservar los glaciares, considerados la principal reserva de agua dulce a nivel mundial, debido a su acelerada reducción provocada por el calentamiento global.

En este contexto, Naciones Unidas designó 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares y declaró el 21 de marzo como el Día Internacional por la Preservación de los Glaciares, subrayando la importancia de proteger estos recursos estratégicos.

Argentina cuenta con una extensa superficie glaciar en la alta montaña, que abastece de agua potable a gran parte de su población y sustenta la actividad vitivinícola y agricultura en general.

Mendoza alberga 4.172 masas de hielo que cubren 1.239 km², de las cuales el 45 % corresponde a glaciares descubiertos y el 56 % a glaciares cubiertos o de escombros. Estos reservorios son fundamentales para garantizar los caudales de agua durante las sequías, aunque enfrentan un retroceso acelerado, con una pérdida de hasta 6 metros en los últimos 18 años.

El glaciar más grande de la provincia, el Glaciar de los Polacos, situado en el departamento de Las Heras, cerca del Aconcagua, forma parte de la subcuenca del Río Vacas y alcanza los 10 km de longitud. Por su parte, el Glaciar Horcones destaca por su relativa estabilidad frente al cambio climático, aunque su extensión es menor, de aproximadamente 9 km.

Crédito de A. Vigil.

La escasez hídrica, un problema persistente en Mendoza, afecta de manera directa a la vitivinicultura y al sector agrícola.

Estudios recientes señalan que la mayoría de los glaciares en la región de Cuyo —que incluye Mendoza y San Juan— están en franco retroceso, con proyecciones de pérdida del 75-80 % de su superficie para finales del siglo XXI debido al aumento de temperaturas. Este fenómeno compromete el almacenamiento natural de agua en las zonas montañosas, afectando especialmente el suministro durante los meses de verano.

En la temporada 2023, el río Mendoza experimentó un incremento excepcional en su caudal, duplicando los valores registrados en enero de 2022 y superando en un 30 % el promedio histórico para dicho período. Este aumento se debió a las abundantes nevadas asociadas al fenómeno El Niño y a las altas temperaturas que aceleraron el deshielo. Sin embargo, las zonas de secano continúan enfrentando déficits hídricos debido a la baja pluviometría.

El cambio climático genera impactos extremos en la industria vitivinícola. Por ejemplo:

  • Incremento de temperaturas de entre 2 y 4 °C, lo que acelera la maduración de las uvas, altera su composición química, eleva los grados Brix, reduce la acidez y compromete el equilibrio y el envejecimiento del vino.
  • Noches tropicales, con temperaturas superiores a 20 °C, que disminuyen la síntesis de polifenoles, esenciales para la estructura y complejidad del vino.
  • Precipitaciones irregulares, con lluvias intensas en invierno y sequías prolongadas en verano, que aumentan el estrés hídrico.

A pesar de que en 2023 el río Mendoza registró caudales excepcionales por el deshielo acelerado, las zonas de secano sufrieron un marcado déficit hídrico. Heladas tardías y olas de calor también afectan la fenología de la vid. Más del 50 % de los productores reportaron una disminución en los rendimientos a causa de estos eventos. Algunas consecuencias del cambio climático, calentamiento y ebullición global que impactan sobre la industria, destacan:

  • Lluvias estivales que incrementan la humedad, favoreciendo la proliferación de plagas, como la polilla de la vid, y enfermedades fúngicas.
  • Brotación y floración anticipadas debido al calentamiento desincronizan el ciclo de crecimiento, elevando la vulnerabilidad ante las heladas primaverales.
  • Envero acelerado que reduce la exposición al sol, afectando la acumulación de compuestos aromáticos.

Es por ello, que la industria vitivinícola de Mendoza está implementando estrategias de adaptación frente a estos desafíos, tales como:

  • La selección de variedades más resistentes al calor, como el Malbec, frente a otras más vulnerables, como la Bonarda.
  • La optimización del riego mediante sistemas presurizados y el uso de techos naturales y ecología forestal para reducir el estrés hídrico.
  • El monitoreo climático constante para anticipar fenómenos extremos y ajustar las prácticas agrícolas.
  • Uso de tecnologías avanzadas como sensores que detectan requerimientos hídricos zonificados.
  • Acciones de economía circular en la recuperación y uso de recursos hídricos.

Estos cambios demandan una adaptación urgente para mantener la competitividad de una región históricamente reconocida por su clima continental seco y su capacidad para producir vinos de alta calidad.

Para el período 2024-2025, se proyectan temporadas favorables para los principales ríos de Mendoza, como el río Grande y el río Atuel, aunque persisten riesgos asociados al retroceso de los glaciares.

www.bywine.com.ar

Un artículo de Danielasquez
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