Cómo maridar patatas fritas con el vino perfecto

¿Cansado de las patatas fritas de siempre? Acompáñalas con vino y verás la diferencia

Manuel Rivera

Viernes 31 de Enero de 2025

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Las patatas fritas, aunque deben tomarse con moderación debido a su alto contenido en grasas saturadas y sal, son una elección crujiente y deliciosa para darse un capricho de vez en cuando y, si no lo habías probado, saben mucho mejor si se acompañan con vino.

Las patatas fritas, en todas sus modalidades, pueden maridarse con diferentes estilos de vinos dependiendo del tipo de preparación y los condimentos que las acompañen. La clave está en encontrar vinos que complementen la untuosidad del aceite, aporten frescura y realcen los matices del plato sin opacar su sencillez. La clave del maridaje está en encontrar el equilibrio, por afinidad o contraste, entre la grasa y sal de la patata con el vino elegido.

Los espumosos son una de las mejores opciones para acompañar las patatas fritas debido a su acidez y burbujas, que limpian el paladar de la grasa y equilibran la sensación salina. Tanto los elaborados con el método tradicional como los de segunda fermentación en tanque ofrecen una combinación agradable. Los espumosos más secos, con mayor presencia de acidez y mineralidad, resaltan la textura de las patatas sin que el vino pierda protagonismo. En cambio, aquellos con un toque de dulzor pueden crear un contraste más pronunciado con la sal y aportar una dimensión adicional al maridaje.

Los blancos jóvenes y frescos también funcionan bien con las patatas fritas, sobre todo los elaborados con variedades que aportan notas cítricas, herbáceas o florales. Uvas como la verdejo, la sauvignon blanc o la albariño presentan una acidez que ayuda a limpiar la boca y equilibrar la sensación grasa. Si las patatas llevan aliños como ajo, perejil o pimienta, un blanco con carácter aromático y buena acidez puede realzar estos sabores sin imponerse demasiado.

Cuando las patatas fritas se sirven con salsas, es importante ajustar el maridaje en función de los ingredientes adicionales. Con mayonesa o alioli, los blancos con crianza sobre lías pueden ser una buena alternativa, ya que su textura envolvente armoniza con la cremosidad de la salsa. Un chardonnay con un paso por barrica puede ofrecer notas de mantequilla y frutos secos que se integran con la untuosidad del plato. Si la salsa es más ácida, como una vinagreta o un toque de limón, conviene optar por blancos ligeros y frescos, con un perfil más afrutado y una acidez marcada.

Las patatas fritas con queso fundido o salsas especiadas requieren vinos con mayor estructura y complejidad. En este caso, los blancos con crianza, los vinos naranja o incluso los rosados con cuerpo pueden ser buenas opciones. Los naranjas, elaborados con maceración pelicular, tienen una textura tánica que puede equilibrar la intensidad del queso o de condimentos como el pimentón y la pimienta. Los rosados elaborados con variedades como la garnacha o la monastrell, con un perfil más frutal y algo de volumen en boca, pueden complementar bien los sabores más potentes sin saturar el paladar.

Cuando se trata de patatas fritas con embutidos o con guarniciones más contundentes, los tintos ligeros, jóvenes y con buena acidez son una elección interesante. Un pinot noir o una garnacha joven, con taninos suaves y notas de fruta roja, pueden ofrecer un maridaje equilibrado, permitiendo que los sabores de los ingredientes adicionales se expresen sin que el vino los opaque. Si se opta por tintos con mayor estructura, conviene que tengan un perfil más fresco y menos carga de madera, para evitar que el conjunto se vuelva demasiado pesado.

El maridaje también varía si las patatas fritas están elaboradas con trufa o con aceites aromatizados. En estos casos, los vinos con notas de frutos secos, miel o ligeros matices oxidativos pueden complementar el aroma intenso de la trufa sin restarle protagonismo. Un blanco fermentado en barrica o un generoso seco, con su carácter complejo y su profundidad de sabor, pueden ser opciones adecuadas para este tipo de preparación.

Las versiones dulces de las patatas fritas, como aquellas con azúcar, canela o chocolate, requieren vinos con un perfil diferente. En este caso, los dulces naturales o los generosos con crianza oxidativa pueden ser una buena elección. Un moscatel con notas cítricas y florales, un vino de vendimia tardía con cierta frescura o un generoso con toques de frutos secos y caramelo pueden crear armonías interesantes con los sabores de la patata en su versión más golosa.

En general, el maridaje con patatas fritas permite explorar diferentes estilos de vinos, desde los más ligeros y frescos hasta los más estructurados y complejos, dependiendo de los ingredientes que las acompañen. La clave está en encontrar un equilibrio entre acidez, textura y aromas, asegurando que el vino complemente la experiencia sin imponerse sobre el plato.

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