Sara Peñas
Viernes 07 de Julio de 2023
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En los últimos años, Portugal, como muchos otros países productores de vino, ha mostrado una multiplicación de marcas que hacen cada vez más difícil atraer la atención del consumidor y poder construir marcas fuertes.
Y esto, a pesar de que la calidad de los vinos cada vez sea mejor y cada vez más productores encuentren en esa evolución de varios estilos un modo de ampliar su base de clientes.
Es común hoy en día ver a los productores de vino más tradicionales explorando nuevos caminos de poca intervención, poco color o extracción, concentración y maduración moderada y acidez ligera y refrescante.
Todo un mundo nuevo y valiente para atraer a los consumidores a un nuevo estilo, y lo más curioso es que es un mundo nuevo que está muy inspirado en las viejas tradiciones de nuestros bisabuelos, en una mezcla de variedades de uvas milenarias que comienzan en la viña y en las mínimas adiciones de productos enológicos.
La diferencia es que esta pequeña intervención se basa cada vez más en el conocimiento técnico y científico, y esto poco a poco refuerza la confianza del consumidor en la calidad y cualidades de estos vinos.
Podemos decir, dado que el mundo del vino está continuamente inventando nuevos epítetos y etiquetas, que son estos vinos con "huella química limitada".
En el camino, muchos productores de uva descubrieron que el negocio ya no era sostenible sin hacer sus propias marcas. Las universidades han entregado a decenas de enólogos competentes, experimentados y ambiciosos en las últimas décadas. Los propietarios de viñedos han abrazado la idea de hacer vinos con sus uvas y el consumidor agradece esta competencia y compra cada vez mejor y a un precio cada vez más bajo.
"El consumidor" no es un "humano promedio". Cada uno tiene su propia experiencia y gusto, y mientras unos se alegran de descubrir un buen vino y beberlo toda la vida (como lo que en España podría ser "el Riojita de toda la vida"), otros están al acecho en la exploración constante, con ganas de descubrir y de armonizar con conocimiento crítico, de vivir más el vino en primera persona.
Aun así, es curioso que incluso empresas muy antiguas con pergaminos firmados tengan dificultad para hacerse visibles en la miríada de nuevas marcas. Este es un poco el caso de Quinta do Infantado, fundada en 1816 y propiedad, desde principios del siglo XX, de João Lopes Roseira y su esposa Margarida, quien enviudó tempranamente y pasó a dirigir el negocio de vinos de su familia. Sus hijos Luís y António Roseira fueron pioneros en 1978 al embotellar los vinos de Oporto de su bodega en la región demarcada. En ese momento estaba prohibido y se necesitó fuerza política para cambiar la ley, lo que sucedió en 1986. Esto impuso el "mis en bouteille au château", un sello de calidad francés con repercusión mundial, pero que en Portugal tardó mucho tiempo en llegar. Los vinos de Oporto desde hacía siglos descendían río abajo para ser envejecidos y embotellados en Vila Nova de Gaia, desde donde partían al mundo. Oporto entonces comenzó a cambiar, y João Roseira, nieto del fundador, fue uno de los primeros enólogos en dejar la desembocadura del Douro, el barrio de moda "Foz do Douro" de Oporto, para vivir junto a sus viñedos en el Duero, a dos horas en coche.
Fue en 1987, otro acto pionero de la valiente familia Roseira, que lucha por viñedos con pocos químicos, preferiblemente ninguno, y vinos con poca intervención. Sus Oportos son siempre semisecos, y tratan de tener la menor cantidad de azúcar posible. Recordemos que el Vino de Oporto es dulce y alcohólico porque la fermentación de las uvas se interrumpe con la adición de aguardiente de vino a 77% de alcohol. Las levaduras mueren con este contenido de alcohol y el mosto retiene algo de azúcar. Luego tienen lugar diferentes tipos de envejecimiento, para formar cada estilo de vino de Oporto, hay decenas...
Quinta do Infantado ha decidido ahora llegar a los clientes de forma más directa, digamos que quieren tener "followers" y ha puesto en marcha un club denominado "Infantado y los infantes", para acoger a sus clientes más fieles con descuentos en vinos y apertura a las distintas actividades enoturísticas de la finca, desde catas hasta la posibilidad de participar en una jornada de vendimia.
Este acceso directo a los clientes finales no es una idea nueva en el vino portugués, pero aún no está muy extendida. Los consumidores portugueses todavía siguen sus vinos preferidos desde lejos, posiblemente a través de la prensa y de los influencers de las redes sociales.
En cuanto a España, João Roseira es conocido por ser el creador de "Simplesmente Vinho" y su bodega Quinta do Infantado tiene una buena distribución y reputación en el sector, pero aún necesita acercarse al cliente final. Este movimiento de aproximación es relevante, y puede cambiar la dinámica de acceso a los vinos, aumentar el conocimiento y reforzar los vínculos emocionales entre el campo y la ciudad. Solo sumergirse en el corazón del Duero ya vale la pena.
Traducción de artículo de Luís Antunes, periodista de vinos
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